Desde que decidió desembolsar 44 mil millones de dólares para quedarse con el control de la plataforma, el romance del magnate norteamericano Elon Musk con Twitter entró en una etapa de turbulencia. Tras la polémica por la posibilidad de comprar la verificación azul para los usuarios, con un precio de ocho dólares por mes, ahora los empleados de la compañía parecen haberle declarado la guerra.

Musk, fundador de empresas célebres como Tesla y Space X, despidió a la mitad de los 7.500 trabajadores a tiempo completo de Twitter y tuvo cruces con algunos de ellos en la propia plataforma. El miércoles pasado, el magnate había notificado a los empleados que todavía quedaban en la compañía que tenían 36 horas para elegir entre renunciar, con una indemnización de tres meses, o quedarse a construir un “Twitter 2.0 hardcore” (sic). Este mensaje ambiguo se sumó a otras declaraciones que generaron disenso, como su opinión sobre la posibilidad de suspender el trabajo remoto.

Apenas algunas horas antes de que venciera el plazo que el filántropo dio para que los empleados tomaran una decisión, las renuncias empezaron a llegar en masa. En el medio del caos, la empresa comunicó que las oficinas permanecerían cerradas y que, por lo menos hasta el lunes, las tarjetas de identificación de los empleados quedarían deshabilitadas. Anoche se agrupaban (¿ex?) miembros de la compañía frente a las oficinas o “headquarters”, mientras llegaban acusaciones a Musk acerca de intentos desesperados por retener a las cabezas de las diferentes áreas del organigrama.

Los usuarios de la red hicieron tendencia mundial al #RIPTwitter, mientras se especulaba con una eventual caída de la plataforma, sin el soporte técnico necesario. No se sabe cómo evolucionará la novela de Musk y Twitter, pero por ahora se espera que el magnate recupere las herramientas para mantener vivo a su juguete preferido.