El arte de hacer política
En Argentina hay un presidente al cual todos quieren y respetan, pero ¿se puede ser macrista y peronista a la vez? ¿Por qué fue elegido por unanimidad para un cuarto mandato en su cargo? ¿Seguirá en la política el próximo año o se alejará por algún tiempo?
“La casa está en orden”, fue una de las flamantes frases que dijo el ex presidente y fallecido padre de la democracia, Raúl Alfonsín, el 19 de abril de 1987 desde la Casa Rosada y ante una Plaza de Mayo llena. Pero, ¿a quién me hace acordar hoy esta frase? Sin dudas, al presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Emilio Monzó.
Nacido en Carlos Tejedor, abogado y peronista, hoy Monzó es el encargado de llevar adelante la ardua tarea de utilizar sus herramientas de negociación y resolución de conflictos en el recinto de Diputados. Con probadas capacidades y habilidades para realizar su labor, en él se ve plasmado el “know how”: su papel es el de mediador, en una cámara donde el oficialismo no tiene mayoría y se ha podido sesionar con total normalidad, incluso con una histórica sesión del aborto.
Durante aquella jornada se lo vio al presidente de la Cámara conducir con admirable templanza un tensionado debate con una Plaza Congreso y un país expectante como nunca antes sobre lo que sucedía dentro de ese recinto.
Con militancia en la UCeDé, ex intendente de su ciudad y ministro de asuntos agrarios durante la gestión de Daniel Scioli en la Provincia de Buenos Aires, Monzó se ganó el respeto y la confianza de Mauricio Macri en 2010 para asumir como ministro de gobierno de la Ciudad con un único objetivo en mente: que el Jefe de Gobierno porteño sea presidente de la República en el 2015.
Hoy en día la labor parlamentaria dentro del Congreso sería muy difícil sin él. "Reivindico la rosca. Ahí se genera la confianza para los acuerdos, para las leyes, para sacar un país en adelante. Y esto no se hace de manera virtual, no se hace por las redes, sino de manera personal", fue la frase que más resonó de su discurso durante las sesiones extraordinarias del 2018 en la cual fue reelecto por cuarto año consecutivo. No fue una propuesta de presidencia forzada, como dijo Mario Negri, presidente del Interbloque Cambiemos, ese 5 de diciembre, sino compartida.
La realidad es que Emilio tiene una forma de ver la política diferente de los dirigentes tradicionales que más exposición mediática tienen. La tolerancia y el respeto por las instituciones y la República son las bases con las que trabajó siempre.
La pregunta más latente en los pasillos del Palacio de calle Rivadavia es “¿quién ocupará el lugar de Emilio durante el próximo período legislativo?”. Sin dudas es una gran preocupación, ya que el presidente de la Cámara ha demostrado un trabajo incansable por el equilibrio de un recinto tan fragmentado en diversos bloques. Principalmente en un escenario donde hay una crisis económica que golpea fuertemente al gobierno del cual es parte y no puede ser ocultada bajo la alfombra y de la cual la oposición se aprovecha en cada sesión.
Emilio Monzó pone en igualdad de condiciones a todos los diputados. Construye puentes de diálogo en momentos de decisiones difíciles y sobre todo en tiempos en los que la grieta atraviesa a la sociedad argentina en su totalidad.
Emilio atiende a todos; aún al bloque más minoritario porque cada una de esas bancas representa a un porcentaje de argentinos y él es quien tiene la capacidad de entender eso con una visión federal. Preside de forma objetiva las sesiones, con un trato amable hacia los diputados opositores y sobre todo con una conducción plural. Tiene vocación política, es un dirigente de otro nivel. Lidera administrativa y políticamente la Cámara.
Sin lugar a dudas, Emilio Monzó quedará en la historia como uno de los mejores presidentes de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación. El lugar o el camino que él decida emprender indudablemente será transmitiendo estos mismos valores con los que trabajó incansablemente durante su paso por los pasillos del Palacio y su manera de hacer de la política un arte.