Hace diez años escuchaba a Cristina Fernández, aquella que no sospechaba que iba a ser reelecta con un vigoroso 54%, presentar el Plan Estratégico Alimentario y Agroindustrial en el pabellón principal de Tecnópolis, ante un salón colmado de representantes de casi todas las cámaras y entidades del sector. Julián Domínguez, atento y con ese airecito que le trae a uno la tarea cumplida, se consagraba como un gurú de la sutura.

Nadie hubiera puesto dos mangos por un escenario de comunión y camaradería poco después del fatídico 2008. Pero él lo hizo: se cansó de tomar mate con Eduardo Buzzi, fue a esperar al mediático De Angelis a la puerta de la Federación Agraria de Entre Ríos y logró convertir el empaque del campo en un enojo productivo. Una década, una paliza electoral y una epístola después, el peronista Domínguez vuelve al Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación con una misión que ya nadie considera imposible. Si hasta los muchachos del agro recibieron la noticia con una sonrisa de oreja a oreja y en seguida pusieron la pava al fuego.

No es que su designación haya sido una sorpresa: ante los problemas, que fueron varios —como el caso Vicentín o el cierre de exportaciones a la carne—, el exdiputado nacional por la Provincia de Buenos Aires y expresidente de la Cámara baja entre 2011 y 2015 fue consultado desde el gobierno en repetidas ocasiones y sentó su posición, muchas veces negativa pero siempre puertas adentro, sin socavar la figura del saliente y pelilargo Basterra.

Un gurú de la sutura

Admirador del “liderazgo pastoral” del Papa Francisco, Domínguez se formó en la Escuela Agrotécnica San Isidro Labrador de Chacabuco y con los albores de la democracia se radicó en la Capital Federal para estudiar Derecho en la UBA, carrera que terminó recién en 2013. Un poco diletante, dirá usted, lo que pasa es que en el medio estuvo un poco ocupado.

Afiliado al PJ y miembro del Grupo de Puebla, Julián Andrés fue Jefe de Gabinete de Asesores en el Ministerio del Interior entre 1993 y 1994 y llegó a la intendencia de su ciudad natal durante la segunda presidencia de Menem, con apenas 32 años. En 1999 fue designado Ministro de Obras Públicas y electo diputado provincial en la pacha bonaerense, cargo al que accedió en otras ocasiones. En 2002, fue Vicejefe de Gabinete de Duhalde y en 2005 se cargó al hombro la campaña de Chiche en aquella elección en la que cayó frente al kirchnerismo. En simultáneo, trabajó para el gobierno de Néstor Carlos en Defensa. Dúctil.

En 2014 fue precandidato a Presidente y, como líder del Movimiento San Martín, propuso la mudanza de la capital del país a Santiago del Estero. Una visión federal que apelaba a la desconcentración territorial y el desarrollo productivo del Norte Grande, una idea que cobra vigencia si se la lee junto a la inminencia de un Cuarto Cordón conurbano. Y sí, como hay cosas que no se definen jugando pan y queso, en 2015, cuando compitió con el gran lector Aníbal Fernández en internas por el puesto de Gobernador, se tiraron con de todo. Pero el tiempo hizo lo propio: el apretón de manos y el siga siga se dio en un almuerzo organizado por Ricardo

Pignanelli en la sede del SMATA, sindicato que hoy Julián Domínguez asesora y representa legalmente.

Con vocación docente, es profesor de Historia del Derecho Constitucional en la Universidad del Salvador y dirige una Escuela de Formación de Líderes Sindicales ligada no solo al gremio de los mecánicos sino también a la UOM, Luz y Fuerza, Petroleros y Unión Ferroviaria. Además es cercano a Daniel Herrero, presidente de Toyota Argentina de ADEFA ¿Capital político? Acá tiene, alcanza para repartir en varios ministerios.