Como nuncas antes desde diciembre de 2015, el Banco Central cerró otra semana de fuerte intervención del dólar para mantenerlo en su franja entre los 20 y los 21 pesos (este viernes cerró en torno a los $20,30). Luego de comenzar el año especulando una baja en la tasa de interés con el fin de aumentar el crédito y catalizar a las Pymes y la demanda (sostenido con el cambio de metas que anunció el equipo económico), la inflación galopante no le deja margen a Federico Sturzenegger y lo obliga a cambiar las herramientas.

Si el año pasado al presidente del BCRA se lo criticaba por utilizar solamente la suba de la tasa de interés para contener la suba de precios, ahora se ve un cambio de estrategia: la intervención directa sobre el precio del dólar, algo que a los defensores de la "flotación cambiaria” no les gusta.

Febrero fue un mes de golpes duros. Principalmente el aumento de los precios mayoristas -que subieron 4,6%- abrió la puerta para un marzo aún peor, ya que se espera que se traslade a los precios minoristas, es decir, al consumo directo que se efectúa en supermercados y comercios. Por eso, el Banco Central evita una corrida del dólar en marzo.

Las proyecciones inflacionarias para el tercer mes del año no son buenas. Las principales consultoras la sitúan en 1,7% (arriba del 20% anual). Esta cifra aleja aún más al Gobierno de la meta inflacionaria del 15%.

En los últimos diez días, el BCRA colocó más de US$925 millones (Aproximadamente 1,5% de sus reservas) para contener la corrida cambiaria. Sólo el viernes intervino con US$413 millones. La intención de la entidad monetaria es mostrar números inflacionarios que permitan sostener al Gobierno que la inflación no será mucho mayor al 15%.

En el mismo informe que publica el Banco Central, el Relevamiento de Expectativas del Mercado, las más de 50 consultoras nacionales y extranjeras consultadas afirman que la inflación anual será de 19,9%. Sin embargo, el Banco Central cree que puede bajar las estimaciones en los próximos meses.

La tasa de interés bajó dos veces en lo que va del año. Subirla de nuevo puede ayudar a contener la inflación -evitando intervenir en el mercado- pero significa un jaque político para la entidad monetaria, que perdería credibilidad si en su rumbo económico contempla subir y bajar las tasas todo el tiempo.