Fueron varios los movimientos de los distintos espacios políticos que dejaron a Sergio Massa con poco margen de maniobra. En primer lugar, la jugada de Cristina Fernández de Kirchner de ceder su lugar en la fórmula presidencial a Alberto Fernández, y así, abrir el juego a una negociación para sumar al tigrense al gran frente opositor.

Ese fue el paso inicial para que los dirigentes del Frente Renovador y sus bases se terminaran de convencer que lo más conveniente para sus propios intereses es ir por una lista de unidad. De esta forma, el congreso partidario le encomendó a Massa ir a negociar por una unidad más amplia, pero el detalle más relevante del documento, es que esa unidad debe darse para derrotar al macrismo, el mensaje: "Hay que sacar a Macri del gobierno".

Sergio Massa y el poder de una decisión de fuego

En ese marco, el oficialismo, rápido de reflejos, quiso arrastrar al renovador a un terreno incómodo. Rumores sobre reuniones y la posibilidad del Plan Y para que Massa y Macri compartieran a María Eugenia Vidal como candidata a gobernadora. Y aunque fueron descartados de plano, los murmullos lograron su cometido: condicionar y desgastar la imagen del -por ahora- precandidato presidencial.

Por otro lado, la salida de Roberto Lavagna de Alternativa Federal para formar su propia fuerza, llamada -vaya paradoja- "Consenso 19”, terminó de herir de muerte al espacio lanzando este verano por los famosos cuarto de la foto.

Paralelamente, varios de los gobernadores peronistas que miraban con simpatía a la avenida del medio, dieron el salto para apoyar a la fórmula Fernández-Fernández. A su vez, se comenta por lo bajo que los Fernández también se encuentran sumando adhesiones de los oficialismos de fuerzas provinciales. Por consiguiente, Alternativa Federal ya no tiene casi ningún sostén y Massa ya no posee ningún incentivo para permanecer en ese espacio.

Sergio Massa y el poder de una decisión de fuego

En esta coyuntura, con todo el gran espectro opositor condensado bajo el ala de CFK y Alberto Fernández, con un Lavagna solitario, un Alternativa Federal cada vez más vaciado -y más filomacrista- y un oficialismo que lo quiere usar para luego tirar, un Massa en modo Sergio Suspenso debe decidir si va a jugar para que el 10 de diciembre Macri se vaya a su casa o para que sea reelegido por cuatro años más para dar continuidad al modelo de ajuste cambiemita.

Hermetismo y mesura son las palabras que más resuenan en torno a la decisión de Massa. Él sabe que es una de las llaves para derrotar al macrismo y negocia en consecuencia. Pero debe saber que la vanidad, como decía Max Weber, es enemiga mortal de toda entrega a una causa y de la mesura.

Su partido le delegó un mandato y la oposición lo espera con las puertas abiertas. Llegan las horas de las definiciones y no hay lugar para los débiles. En la vida hay que elegir.