En el segundo debate presidencial, en la Facultad de Derecho, Mauricio Macri logró que sus disparos suenen más fuertes que los de la oposición. Instaló la corrupción como eje central del evento y puso a Alberto Fernández a la defensiva. Por momentos, el exjefe de Gabinete se vio arrinconado sobre las mismas cuerdas que Daniel Scioli en 2015. Como responsable de la inflación, la falta de estadísticas, el déficit energético y, sobre todo, la corrupción.

Con el traje de candidato que inauguró con las marchas del "Sí se puede", el primer mandatario aprovechó cada eje temático para hablar del kirchnerismo. Insertó su presidencia como el último eslabón de un proceso largo de decadencia que llegó para corregir. Una tarea para la que sólo le falta tiempo. En cambio, colocó a Fernández como sinónimo de lo que el 51% del electorado votó por dejar atrás en 2015. "Ellos son así, no cambian más. Cuando gobiernan, creen que son los dueños de la plata de los argentinos", sentenció el Presidente.

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Así, Macri consiguió uno de sus principales objetivos: que Fernández dedique más tiempo a responderle que a criticarlo por la inflación que se duplicó en cuatro años, la caída del empleo o la recesión prolongada. Dos veces el abogado y profesor de Derecho de la UBA usó su tiempo para desvincularse de cualquier maniobra de corrupción, sin decir nada concreto. "A mí no me van a correr con eso", repitió. Además, Fernández tuvo que defenderse también de José Luis Espert, que atacó en paralelo al candidato de Juntos por el Cambio ("Deberían abrazarse y hermanarse, porque son muy parecidos", les disparó).

Seis días: la cuenta regresiva

Para hacer un balance de ganadores y perdedores, habría que dejar de lado hechos insoslayables. El principal de ellos es que Alberto Fernández encara la recta final de su campaña con encuestas que lo dan hasta 20 puntos arriba del expresidente de Boca Juniors. Esos números le aseguran que le basta con revalidar los votos de las PASO más lo que se sumaron luego de la devaluación de agosto. Tal vez por eso, todos los dirigentes cercanos al candidato, con los que El Canciller dialogó en los pasillos de la Facultad de Derecho, repetían un discurso similar. "No creemos que el debate mueva el amperímetro electoral. Confiamos en que la enorme mayoría que nos acompañó en las primarias vuelva a elegirnos el domingo", remarcaban.

Para Alberto Fernández, y el propio candidato lo adelantó hace semanas, hubiese sido mejor no debatir. Por otro lado, el valor del debate para los "terceros candidatos" (Roberto Lavagna, Juan José Gómez Centurión y Espert) se conocerá con los resultados del domingo. El balance será positivo o negativo cuando se contabilicen los votos y cada uno sepa qué porción de la oposición le corresponde. Para el Macri que atacó al kirchnerismo desde la Facultad de Derecho, en cambio, el debate no era tanto contra el blanco de sus misiles, sino contra su propio partido. Lo que el ingeniero quiso representar -con cierto éxito- es al líder de una oposición que tiene uno de cada tres votos. Pero es probable que esa construcción se acabe rápidamente si las urnas no lo muestran como dueño de ese 35% que dice simbolizar.

Tras las dos horas de debate, Marcos Novaro aseguró que, este domingo, vio a un Macri "más afilado" que en Rosario, pero difícilmente esa afirmación se traduzca en votos. "La experiencia mundial en materia de debates presidenciales muestra que sólo definen una elección cuando la tendencia electoral es muy pareja", suele repetir el analista Rosendo Fraga. Una vez finalizados los comicios el próximo domingo, la elección que deberá definirse, y que empezó este fin de semana, es quién liderará a la oposición a partir del 10 de diciembre.