En medio de la tormenta, el Gobierno parece haber encontrado un anclaje financiero. Al menos así lo fueron estas dos últimas semanas y así las definió Eduardo Van der Kooy antes de revelar la pelea que protagonizaron Ricardo Lorenzetti, Marcos Peña y Mario Quintana en el despacho presidencial.

Con Mauricio Macri como protagonista y principal promotor del enfrentamiento, el Presidente de la Corte Suprema de Justicia se tensó en un duro cruce dialéctico con el jefe de Gabinete de la Nación y uno de sus laderos, por operaciones políticas y maniobras desleales.

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En este encuentro realizado hace no menos de un mes, Macri, ensayando su discurso de austeridad, le pidió a Lorenzetti que no ajustara los sueldos judiciales por encima de un 15%, según relató el analista político en su columna semanal de Clarín.

Ante la rutilante negativa del magistrado y su enojo por los rumores "tóxicos" sobre un posible alejamiento de la Corte Suprema, el Presidente lo enfrentó en ese mismo momento con Peña y Quintana, los acusados de elaborar tales operaciones, con la excusa de "limar asperezas".

Ante la negativa de Lorenzetti de no ajustar los sueldos judiciales por encima del 15%, Macri lo enfrentó directamente con Peña y Quintana para "limar asperezas".

Sin embargo, y como era de esperarse, de tal enfrentamiento no surgió nada bueno. Al contrario. Al día siguiente el máximo tribunal convocó para el 28 de agosto a una audiencia pública por la causa de Farmacity y su imposibilidad de radicarse en Buenos Aires.

Mientras la inflación se mantiene incontrolable, las negativas internas al ajuste incrementan y la oposición intenta alinearse para tener un futuro factible en las urnas, Macri debe atender un frente de batalla puertas adentro que es tan innecesario como feroz.