Perros, gatos y ratones: fauna política
Advertencia: estimado lector, se dispone usted a leer un artículo con profusión de expresiones en espanglish. A algunos este tipo de prosa ecléctica les resulta irritante, vulgar o pretenciosa. Desde ya, mis disculpas.
Periodismo político hiperventila por clima de crueldad, hostilidad, malos modales y demás que se vive en varios países. En el imperio y en España el tema es la "polarización". En Argentina, los malos modales de un oficialismo envalentonado frente a una oposición fragmentada. ¿Hasta qué punto es insalvable este ambiente caldeado de hostilidad y beligerancia verbal? ¿La prensa lo amplifica para atraer clicks? ¿Es meramente performativo, parte de lo que los gringos llaman "brinkmanship", "political theater" o "grandstanding"?
Veamos. Durante el primer debate de las primarias presidenciales del Partido Demócrata en junio de 2019, Kamala Harris salió con munición gruesa a atacar a Joe Biden. Lo acusó de segregacionista y racista. En su cara y frente a posiblemente millones de "constituents" que presenciaban la esgrima verbal en el auditorio, por TV y telefonito.
Resulta que los equipos de la por entonces senadora californiana se habían zambullido en la hemeroteca, donde detectaron que en los 70 el por entonces joven senador Biden se oponía a que críos negros fueran "integrados" en escuelas públicas de vecindarios blancos. El por entonces exvicepresidente estaba perplejo. Se conoce que sus asesores no habían previsto este escenario de fuego lateral. No lo habían ensayado. Visiblemente desconcertado, el añoso candidato apenas atinó a defenderse con evasivas balbuceantes.
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Damas y caballeros, he aquí mi hipótesis: Biden pocos meses después ungiría a Kamala para acompañarle en ticket precisamente porque ella lo enfrentó. Ni siquiera por arrastre electoral: Kamala no superaba el 10% de intención de voto entre los precandidatos dems. La eligió para demostrar que es capaz de hacer "tabula rasa", dejar atrás animosidades y unificar el "big tent" del arco azul estadounidense.
Verbigracia: con lógica similar, en 2008 Barack Obama incorporó al senador por Delaware a la fórmula para ahuyentar acusaciones de mano blanda contra el crimen, dado que durante los 80 y 90 Biden había sido uno de los portavoces más visibles del partido del asno para pasar por el congreso legislación de mano dura contra la delincuencia, con verba plagada de eufemismos y silbidos de perro racistas.
¿Qué quiero decir con esto? En política paga más hacerse valer mostrando los dientes que buscar una palmada en el lomo moviendo la cola*. Los políticos no son perros fieles sino gatos independientes. Es acertadísimo el cliché aquel de que cuando los peronistas, como los gatos, parecen pelearse, en realidad se están reproduciendo. Nunca olvidar que la política es un trabajo como cualquiera: como jugar al fútbol o atender comensales en un restaurant.
Conspiranoia y nepolítica
Si en el afán de expandir su pool de votos un líder político tiene más incentivos para hacer concesiones a los rivales que para recompensar a la propia tropa, inevitablemente habrá mal sabor de boca en sus filas. El problema de premiar a los hostiles es que los perjudicados -los incondicionales que resultan puenteados a la hora de repartir cargos- lo vivirán como un desaire, una recompensa inmerecida a quienes hacen olas, acaso una señal de debilidad.
Habrá rencor entre los propios que, ninguneados y desplazados, podrían volverse desleales. Vaya ajedrez tridimensional. Nada nuevo: los políticos son patológicamente desconfiados. No hay que insistirles para que imaginen traidores y quintacolumnistas por doquier. No es una crítica: "Only the paranoid survive". El ladrón cree que todos son de su condición. El asesino es el que más llora en el funeral. "Keep your friends close and you enemies closer."
La profecía se autocumple: si el líder traiciona a sus subalternos se acumulará rencor y el favor eventualmente será devuelto. Además no es exagerado suponer que más de uno en el entorno de un dirigente político de cierta envergadura puede estar extorsionado, manipulado o comprometido, en muchas ocasiones, por servicios de inteligencia nacionales o internacionales, gubernamentales o privados.
Insisto, la paranoia es justificada. Así las cosas, seriamente dañadas la confianza y las lealtades centrífugas y centrípetas, la paranoia de los gerifaltes les empuja demasiadas veces a refugiarse en familiares. Nepotismo.
Psicopatía y empatía
"For a politician, everyone is either an enemy or a tool." ¿Los políticos son psicópatas manipuladores? ¿O acaso tienen una fuerte empatía que les permite ver sin culpa que la naturaleza humana es de poco fiar? Empatía no es sinónimo de compasión. Las lealtades humanas son cambiantes: es un insight irrefutable. El problema no tiene solución. No es malo ni bueno, es un hecho. Alguien que nunca cambia sus lealtades acaso sea un fanático o un masoquista.
Mi humilde sugerencia si te interesa lanzarte a la política: mostrarte siempre independiente. Aunque pueda costarte lapsos considerables de tu carrera en la intemperie. El dócil, en el mejor de los casos, es "taken for granted". Fingir lealtad no sirve de nada: los jefes no la valoran y los enemigos no la esperan. No te desvivas por inspirar confianza en tus colegas o superiores -es fútil, ellos por default no confían en nadie-, pero por lo menos te respetarán.
Tom y Jerry
El tema siempre es abordado con una cuota de gataflorismo: cuando los políticos dialogan es rosca, casta, mafia. "Tom y Jerry no se odian, es un show". Cuando chocan y se enfrentan son turbios obstruccionistas que boicotean el bien común. En todo caso, es natural que opuestos se atraigan y se necesitan en el tablero ideológico y en la matemática electoral. Casos como este hay docenas, a saber:
- La actual administración republicana está llena de otrora "Never Trumpers", incluso en cargos de máxima responsabilidad.
- En 2016, JD Vance describió a The Donald, on the record, como "cultural heroin" y "America’s Hitler".
- Marco Rubio, quien hoy acumula enorme poder en el gabinete de 47 como zar de la diplomacia y la seguridad nacional, habló pestes de su actual jefe durante años. Y viceversa.
- Pedro Sánchez pedía el voto para "evitar que la ultraizquierda radical de Podemos llegara al gobierno". Poco tiempo después, cuando necesitaba sus votos para ser investido, pactó con ellos y les otorgó cargos de enorme responsabilidad y altos presupuestos al matrimonio Iglesias Montero.
- CFK aceptó ser VP de un sujeto que se había dedicado sistemáticamente a denostarla en redes y talk shows.
- Jorge Bergoglio forjó una alianza y posó exultante para infinidad de fotos con docenas de sicofantes de la mismísima facción que había orquestado una operación mediática para tildarlo de colaboracionista del proceso militar.
- Pocas semanas antes del balotaje, el actual presidente Javier Milei retrató a su actual superministra de Seguridad de, palabra más palabra menos, "terrorista asesina de niños que ponía bombas en jardines de infantes".
Farandulítica
En síntesis: lealtades y enemistades en política son efímeras, pasajeras, evanescentes, acomodaticias. Disculpas por señalar lo obvio. Aclaración: no soy analista ni consultor político. Soy un publicitario convencional que esporádicamente es contratado para sumarse a campañas políticas. Si bien soy más bien liberal de la escuela austríaca, los vientos profesionales me han llevado a trabajar para unos cuantos candidatos demócratas: Maura Healey for Governor (D, Massachussets), Sheldon Whitehouse for Senator (D, Rhode Island), Andrew Cuomo for Governor (D, New York), Bill Nelson for Senator (D, Florida).
Trabajé también en campañas para el PRI en México y, tangencialmente, para el Partido Socialista Catalán (la versión catalana del PSOE, que hace algunos años era bastante más centrista que el sanchismo actual). Me gusta meterme en el fango político de vez en cuando por la misma razón que a un piloto de Fórmula 1 de tanto en tanto le tira competir en NASCAR. Para variar un poco y porque en EEUU, durante años electorales, los clientes convencionales meten violín en bolsa, hibernan y ceden el espectro atencional a los partidos dispuestos a pagar top dollar por espacios en medios tradicionales y digitales.
Para grandes anunciantes, tales como Procter&Gamble o Burger King, tiene poco sentido hacer publicidad en épocas de precios exorbitantes, alto ruido cognitivo y bajísimo umbral de atención. Ergo, si no me meto en política durante años electorales mi facturación sufre un golpe fuerte. No niego que para un creativo publicitario convencional trabajar en campañas políticas puede ser frustrante. Es un negocio en el que mandan los "pollsters". Es decir: la mayoría de los estrategas consagrados que llevan la voz cantante en campañas políticas proviene de la industria de la investigación de mercados y los sondeos de opinión (tal vez esta es parte de la explicación de que las encuestas se hayan vuelto tan imprecisas).
Los creativos tendemos a ser convidados de piedra en comunicación política. Al menos en el imperio. Hace mucho tiempo ya que, lamentablemente, las campañas en EEUU se enfocan más en desprestigiar al candidato rival que en enaltecer al propio. Es tan común esto que ya tiene su propio apócope: "negs". Abreviatura de "negative ads". Lo primero que hace un equipo de campaña, tal como hizo el team Kamala antes del debate citado más arriba, es poner researchers a rastrillar la hemeroteca para encontrarle "dirt" (mugre) al contrincante. Escándalos, contradicciones, promesas incumplidas, renuncios, agachadas, etc, etc. Todo vale y es inmune a judicialización si puede citarse debidamente de alguna fuente periodística más o menos seria.
Mi hipótesis es que, como estrategia, "negs" y "lawfare" ya no solo no funcionan sino que tienen efecto boomerang. El votante se volvió cínico y blasé: descreído, apático, indiferente. No le veo mucho futuro a la "esperanza" como consigna política. El electorado, si es que se digna acudir a las urnas, se inclina cada vez más a votar al "lesser of two evils": el mal menor. Mi profecía es que el voter turnout (¿participación comicial?) caerá a mínimos históricos en los años venideros. En todo el mundo.
Para ir cerrando, les dejo uno de mis aforismos favoritos, pronunciado por Paul Begala, estratega demócrata de gran tracción durante el neoliberalismo clintoniano de los 90: "Politics is showbusiness for ugly people". Chaucito.
* Disculpas por abusar de las analogías caninas: es un intento subliminal de congraciarme con la generación mascotera.