Visita a la Bolsa de Comercio, inicio de la Exposición Rural con la promesa de no tocar las retenciones, desembarco de Christine Lagarde y un mensaje a mitad de semana en el que Mauricio Macri volverá a mostrarse tal cual es.

El Presidente y su gobierno escenificarán a partir de mañana, en cuestión de horas, el rumbo que toma la administración Cambiemos en su tercer año. Macri se encamina hacia una temporada en la que nada le importa más que reducir el déficit fiscal, ni siquiera su propio destino. Con el ajuste como religión y el gradualismo convertido en fósil.

La llegada de la comitiva del Fondo no sólo traerá la sonrisa de una mujer refinada que siente debilidad por Argentina. También una tutela incómoda para el gobierno que venía a sepultar las ideologías y, con la crisis, pierde toda ambigüedad.

Lagarde asistirá en Buenos Aires a la mímica de un pacto con el peronismo. Con un operativo oficial para convidar a los gobernadores del PJ a una poda tan ortodoxa que sólo tiene como antecedente la semana fugaz de Ricardo López Murphy en 2001 y cuenta con el aditamento de una devaluación de más del 50%. Lejos de ideas novedosas, el sacrificio apunta una vez más a despedir personal y bajar sueldos en el Estado.

Como antes con el tarifazo, los peronistas que gobiernan ya se escudan en el pensamiento del radicalismo para rechazar el abrazo de oso. Si, como dicen, los gobernadores de la UCR se fueron espantados de la reunión con Nicolás Dujovne y Rogelio Frigerio, más dificil será que el PJ se sienta a gusto a la hora de recortar 150.000 millones de pesos.

Si no aparece alguna fórmula mágica, Macri deberá prorrogar el Presupuesto 2018 en el año electoral. No es lo más grave. Si el espiral inflacionario no cede y se acumula un 100% de incrementos en los tres años de la gestión Cambiemos, entrará a regir para las empresas el ajuste por inflación que se votó en noviembre pasado dentro de la reforma tributaria: una reducción de gravámenes que, según estiman en el PJ, llevaría a la Nación a resignar otros 80.000 millones de pesos en 2019.

Aunque el acuerdo con la oposición dialoguista no llegue, el Presidente tiene otras dos propuestas sobre la mesa que -hasta hoy- desecha por inviables. La primera es suspender la rebaja gradual de las retenciones a la soja y subir las del trigo y el maíz, algo que pospuso sin fecha pese a la insistencia de Dujovne y los economistas ligados al radicalismo. Macri no sólo la archivó sino que logró dormir a los altos mandos de la UCR que llegaron a Olivos quejándose de la “brutalísima transferencia de ingresos” que significaba la devaluación para los agroexportadores.

Quizás tenga razón el Presidente. Pedirle un aporte al lobby rural con Luis Etchevehere como ministro sería un contrasentido y herir el bolsillo de cerealeras y sojeros resulta inconveniente para un gobierno al que le van quedando pocos aliados. El problema es que Macri sacrifica su futuro cuando hace la “opción por los ricos”, según la irónica definición de un aliado que lo quiere bien.

La segunda alternativa es la que más sintoniza con las convicciones del ingeniero y también la más traumática. Volver a tocar el sistema previsional, tal como lo sugiere el Fondo y como lo piensan algunos economistas cercanos al ministro de Hacienda. No sólo subir la edad jubilatoria como hicieron algunos países de Europa sino también volver a alterar la fórmula de los haberes, justamente la razón por la que -asegura el gobierno- el año que viene el ajuste será 100 mil millones de pesos más grande que lo esperado. Dicho de otra forma: si no hubiera que destinar tanto a los pasivos, deberíamos recortar menos.

Si el dólar se mantiene en pausa, el Supermartes no es un escollo insalvable y la devaluación activa el turismo de vacaciones de invierno, Macri podrá incluso respirar aliviado y sonreír para las cámaras durante la estadía de Lagarde. De fondo, la decisión ya está tomada. Abrazarse a la ortodoxia y buscar en el mesianismo de mercado lo que no se encontró, durante dos años, en el gradualismo financiado con deuda.