Macri, el riesgo electoral y la fragilidad de un presidente que pide aguantar
Sólo cuando los mercados vuelven a encender sus alarmas, Mauricio Macri, su núcleo de acero y el Círculo Rojo en pleno hacen contacto con la realidad. Sólo cuando el dólar se dispara una vez más, se extiende el consenso sobre un gobierno que no domina las principales variables de la economía. Un equipo de creyentes que reza y espera ayuda, mientras anuncia el final de una crisis que no se acaba.
La inestabilidad y el riesgo que mencionan las consultoras de la City regresan porque Macri está inerme ante las corrientes especulativas que gobiernan su día a día y le arruinan todo horizonte. La devaluación permanente, con saltos que desnudan impotente al Banco Central, muestra la debilidad de Cambiemos. Por eso, regresan las dudas sobre la candidatura del presidente, se potencian las especulaciones sobre una ruptura en la alianza oficialista y se multiplican los contactos entre empresarios que apuestan a un recambio pero -sobre todo- se preparan para adaptarse a lo que venga.
Sin dar indicios de que vaya a renunciar a nada, Cristina Fernández de Kirchner sigue convencida de que su archienemigo no va a ir en busca de una reelección imposible y le va a ceder su lugar entre selfies a María Eugenia Vidal. Otros, al lado suyo, descartan esa posibilidad. Comparan la escena actual con el rol ingrato que le tocó ocupar a Eduardo Angeloz, después del final traumático de Raúl Alfonsín, hace casi tres décadas. Si la crisis se profundiza, afirman en el Instituto Patria, a la gobernadora le resultaría imposible ser el Plan V de Macri y tener éxito: cuando se fue parte sustantiva de un experimento que falla, sostienen, no hay forma de diferenciarse. Tal vez la gobernadora piense algo similar.
Cristina Fernández de Kirchner sigue convencida de que su archienemigo no va a ir en busca de una reelección imposible y le va a ceder su lugar entre selfies a María Eugenia Vidal.
Un escenario más complicado adivinan los que no arriesgan todavía porque ven en 2019 el ocaso de la tensión que se edificó en los años kirchneristas. En una sociedad víctima de la depresión que genera Cambiemos, con Macri al mando de una trituradora de ilusiones, la Argentina no peronista vuelve a mostrarse como parte esencial -no como antídoto- de la decadencia prolongada.
Entre fotos vacías, declaraciones que duran nada, reuniones filtradas a los medios amigos y encuestas truchas, se está cocinando el fin de una época. Eso dicen los candidatos por nacer que advierten sobre el escepticismo social, con un país que vive los aumentos, la inflación, la pobreza, el desempleo y la caída de consumo sin registrar las operaciones diarias de la clase política. Con un horizonte de lo más complicado para el próximo presidente, no son pocos los que prefieren dejar que la naturaleza haga lo suyo: como un tsunami que arrase con todo y se lleve puesto a los Ruckauf de esta época, oficialistas y opositores.
El peronismo no kirchnerista sigue enredado en sus problemas. Roberto Lavagna cae bien entre los empresarios, suma desencantados del macrismo y tiene el apoyo de gobernadores que ven funcional una transición de cuatro años. Pero persiste todavía la pulseada con Sergio Massa y hasta Marcelo Tinelli le manda a decir al kirchnerismo que no piensa arriesgar por un economista de sandalias que no lo valora como es debido.
Roberto Lavagna suma desencantados del macrismo, pero persiste todavía la pulseada con Sergio Massa y hasta Marcelo Tinelli le manda a decir al kirchnerismo que no piensa arriesgar por un economista de sandalias que no lo valora como es debido.
En medio de la guerra de espías, la búsqueda de una alternativa viable y el compromiso por una Argentina mejor, en las mesas del poder se habla del encuentro que mantuvieron José Luis Manzano y Hugo Sigman en Ginebra, donde el empresario de medios que fue ministro de Menem tiene pensado radicarse. Pese a sus trayectorias en apariencia muy distintas, intereses comunes, afinidades en el PJ y vasos comunicantes no le faltan.
La ilusión de la unidad más grande de la oposición, que puede ganarle fácil a Cambiemos, parece tan lejos como siempre. Con el viaje de Eduardo Duhalde a México, aquel padrino que dejó apagar el rencor, la confluencia del peronismo se quedó por un tiempo más sin abogados en el país de Cristina y Macri.
El presidente ruega en silencio por los dólares de la cosecha pero es víctima del corralito que él mismo construyó. Los agroexportadores no tienen plazos para liquidar por decisión de una administración que soñó un mundo de fantasía y los grandes operadores no encuentran límites para apostar.
En el año electoral de la cosecha récord, las retenciones de 4 pesos por dólar -el mal impuesto que Macri cuestiona como si fuera diputado- van a representar cada vez menos para la recaudación. Cuando Nicolás Dujovne anunció su regreso, hace casi siete meses, el dólar costaba menos de 39 pesos. La turbulencia, la falta de controles y la tendencia a la devaluación; todo contribuye a que los sojeros esperen.
Cuando el presidente dice fuimos demasiado optimistas está diciendo, tal vez, no estábamos preparados para gobernar. Eso también es parte de un mensaje de campaña que inquieta a los fondos de inversión.
El gobierno depende del permiso del Fondo y de la buena voluntad del campo. Por eso, le pide a los pesificados que lo aguanten un poco más. Cuando el presidente dice fuimos demasiado optimistas está diciendo, tal vez, no estábamos preparados para gobernar. Eso también es parte de un mensaje de campaña que inquieta a los fondos de inversión.
Como marca Marina Dal Poggetto en el último informe de Eco Go, titulado “2019, el año que viviremos en peligro”, la tasa de las Leliq no alcanza para contener a la divisa, es insostenible como política y genera al mismo tiempo “combustible para una dolarización futura”.
Aunque la tormenta pase y Marcos Peña logre una transfusión de optimismo a tiempo entre los desencantados de Cambiemos, el PRO se somete a votación en un escenario adverso de ajuste, recesión y riesgo no despejado de default: para muchos, el peor de los mundos.
El eslogan de la nueva etapa a puro sacrificio hoy se parece demasiado al pasado. Se advierte en los rincones más disímiles. Hasta en las cárceles, donde están encerrados los presos del kirchnerismo gobernante, el trato empezó a cambiar. Es lógico: con una paritaria del Servicio Penitenciario que quedó a años luz de la inflación y un clima social cada vez más hostil con el gobierno, los guardiacárceles no pueden descartar el regreso al lugar de la toma de decisiones de los que hoy pasan sus días a la sombra.