CFK, Macri, el espionaje a la luz del día y una campaña que se define con la nariz tapada
Dicen que, en sus días en La Habana, Cristina Fernández de Kirchner no sólo se ocupó de acompañar a su hija Florencia y de cuidar su salud. Además apuró en los ratos libres la escritura de un libro que piensa presentar en mayo, un mes antes del cierre de listas en el que deberá definir si vuelve o no a ser candidata a presidente.
La senadora está concentrada en responder los reclamos de Comodoro Py con el objetivo declarado de ajustarse a derecho. Pero en su entorno nadie cree que la directora de cine regrese a Buenos Aires, en medio de una campaña electoral que la tiene como uno de sus blancos móviles desde hace meses y promete más detonaciones.
Habrá de todo en los 75 días que faltan para conocer los nombres de los candidatos que se enfrentarán en las presidenciales que pondrán en juego la sobrevida del oficialismo. Por un lado, la inestabilidad financiera con presión sobre el dólar, una economía que no sale de la recesión a la velocidad anunciada y los indicadores oficiales que muestran cómo se expande el continente de pobres y desempleados. Por el otro, la artillería judicial que impacta sobre la política con insumos de inteligencia y las encuestas truchas que instalan y desinstalan candidatos. Un terreno de operaciones permanentes, donde nada es lo que parece.
En el entorno de Cristina Kirchner nadie cree que Florencia regrese a Buenos Aires, en medio de una campaña electoral que la tiene como uno de sus blancos móviles desde hace meses y promete más detonaciones.
El voltaje de los enfrentamientos en campaña puede llevar a confusión. Sugiere que el acceso al poder abre la puerta a un escenario sin contraindicaciones. Como si no incluyera, también y sobre todo, la misión de impedir un nuevo default, en una historia circular y repetitiva.
Como el reverso hediondo de la política, queda expuesto otra vez el tablero del espionaje criollo, con terminales externas y una cadena que une a Comodoro Py con medios que se pudren por la cabeza. Es el submundo que emergió cuando el último kirchnerismo decidió romper -para algunos tarde, para otros sin necesidad- su prolongada alianza con Antonio Stiuso. Fisura entre bloques de poder, servicios tercerizados, bandas en descomposición, artillería mediática y una ferretería privatizada de la que nadie debe sentirse a salvo.
Hasta un abogado de negocios, socio del presidente de la Corte Suprema, que representó a las empresas más grandes del país como Clarín y Farmacity, puede ser víctima del espionaje. ¿Quién puede espiar a Carlos Rosenkrantz, el único que vota de acuerdo a la visión del presidente? La sospecha no necesita publicarse en el Centro de Información Judicial: aunque no lo diga, el exrector de la Universidad de San Andrés advierte que Ricardo Lorenzetti está detrás de la banda que lo seguía en forma ilegal, con el apoyo de un empresario importante de medios. En ese terreno pantanoso, también se jugará la batalla presidencial.
Aunque no lo diga, Rosenkrantz advierte que Ricardo Lorenzetti está detrás de la banda que lo seguía en forma ilegal, con el apoyo de un empresario importante de medios.
De acuerdo a los sondeos que maneja el gobierno, CFK es por lejos la más competitiva de cara a una primera vuelta. Mide hoy entre 30 y 35 puntos a nivel nacional, con lo que duplica y triplica a sus rivales directos. Mientras el peronismo no kirchnerista sostiene que obtura el triunfo contra Macri, las consultoras que trabajan para la Casa Rosada no entienden cómo podría desperdiciar ese caudal de adhesiones. La misma información titila en las pantallas de fondos de inversión que no se tranquilizan con el respaldo de Madame Lagarde a Cambiemos y rezan cada noche una oración para que el populismo no regrese a la Argentina. Gente precavida, anticipan una corrida al mismo tiempo que aumentan sus visitas a las oficinas del cristinismo.
Al lado de la expresidenta, buscan sumar 5 puntos más de cara al balotaje y están convencidos de que es Sergio Massa el que los puede aportar. Por eso, insisten con un acuerdo que el exintendente se encarga de negar en todos los micrófonos. Hablar poco camino al entendimiento con Massa es una pata de la estrategia que hoy se oye en el Instituto Patria; la otra es esperar que se concrete la participación de Roberto Lavagna con un espacio transversal, fundamental para robarle a Cambiemos una capa de sus votantes. Perdido en sus contradicciones, el PJ Federal necesita consolidar detrás de un espacio con identidad más nítida lo que cada uno de sus nombres cosecha por separado. Cada día se juega si se afianza o se diluye.
En la Casa Rosada, el otro extremo de la grieta, los problemas son similares a los de Unidad Ciudadana. Las encuestas que repasa el núcleo duro del presidente muestran que la marca Cambiemos mide hoy 5 puntos más que la candidatura de Macri. El ingeniero cuenta -en el mejor de los casos- con una intención de voto que llega al 30% y ese gap es lo que no hay forma de saldar, con una economía que solo ofrece disgustos. Mientras el candidato de Marcos Peña hunde las chances de prolongar la estadía en Balcarce 50, la buena de María Eugenia Vidal potencia la marca del oficialismo. Otros números nacionales, como los de Hugo Haime, exhiben mucho más abajo a Macri, con una intención de voto que ronda el 25%.
Con una sociedad que acumula frustraciones de todo tipo, sostener al macrismo tal como existe hoy demandaría nuevos argumentos para apoyar la reelección. Lograr, como dice uno de los asesores del presidente, que en la mesa del domingo “los nuestros” recuperen el habla y encuentren algún impulso para defender la continuidad de Cambiemos en el poder. Recuperar la llave para acceder al 15% de indecisos que subsiste, de acuerdo a los datos amarillos, y conseguir que vuelvan los votos que huyeron con el ajuste y la decepción. Que se expresen una vez más contra Cristina. Aunque entren al cuarto oscuro y elijan la boleta de Macri, con la nariz tapada.