Lionel Messi es el mejor jugador del mundo y uno de los mejores de la historia. Nadie puede discutir eso. Por su determinación, su claridad, su agilidad, su velocidad, su remate y tantas otras cualidades es el futbolista que todo entrenador quiere dirigir.

Sin embargo, no es una tarea sencilla darle órdenes. Incluso, en algunas situaciones hasta puede llegar a ser un problema.

En el caso de la Selección Argentina pudimos sufrir y lamentar en numerosas ocasiones como Messi no fue tan determinante como lo es en Barcelona, aunque de ninguna manera se le puede cargar a él con esa culpa.

Sin importar gustos ni estilos, tanto a Alejandro Sabella como al Tata Martino -pasando por Maradona, Bauza y Basile- les hubiera encantado que la Pulga recibiera la pelota en tres cuartos de cancha, entre los mediocampistas y los defensores rivales, con el arco de frente y la posibilidad de encarar y burlar rivales hasta alcanzar el gol.

Lamentablemente, eso pocas veces pasó. El motivo es uno solo. Y aunque es tan único como complejo, muy pocos entrenadores lograron replicar con frecuencia esa situación ideal que sí logró Pep Guardiola y que lo transformó a Leo en el máximo goleador del Barcelona.

Sin caer en demagogia barata, Messi hay uno solo; y si los otros diez fueran como él, los partidos serían tan fáciles como aburridos. Para colmo, en la Selección no solo no son como él, sino que ni siquiera son como sus laderos en el conjunto blaugrana: Mascherano no es Busquets, Banega no es Iniesta, Biglia no es Xavi y Fazio no es Piqué. Y nunca lo van a ser.

Por eso, el principal desafío de Jorge Sampaoli es conseguir que Messi la reciba redonda en tres cuartos de cancha, entre los mediocampistas y los defensores rivales, etc.

Para ello deberá evitar caer en los errores de sus antecesores y no obligar al mejor del mundo bajar a buscarla entre los centrales propios. Porque si lo hace, otra vez, al igual que siempre, tendrá por delante no solo 70 metros de campo, sino que también a casi todo el equipo rival dispuesto a asfixiarlo.

Hasta ahora, los encargados de -intentar- llevarle la pelota al 10 fueron Ever Banega, Fernando Gago y Enzo Pérez. Quizás el actual mediocampista de River Plate fue el que más lo hizo y el que mejor se entendió con Messi, pero con el nivel que muestra en la actualidad hay pocas chances de que cumpla el objetivo con la albiceleste.

Entonces, la responsabilidad pasa a otros jugadores, nuevos apellidos y caras jóvenes. Leandro Paredes, Manuel Lanzini y Giovani Lo Celso tienen ahora el desafío de demostrar que pueden llevar la pelota hasta el campo rival y entregársela redonda al capitán de la Selección Argentina.

En Rusia, uno de ellos tendrá el problema de acompañar a Messi.