El Corona es la alfombra perfecta para barrer abajo la angustia de tu vida. Tengo 44, alquilo, tengo un trabajo part time que no me alcanza, vengo de participar del porrazo duro de un gobierno.

Pero ahora todo eso no asfixia mi autoestima. En este mundo Sarah Connor hay que ir completando misiones de a una. Ahora festejo que conseguí treinta pastillas de Redoxón para mi hijo.

La mujer de la farmacia tuvo su momento cine también, siendo la Justicia, diciéndome que era solo una caja por persona.

En La Biela hay tres mesas ocupadas más la de los muñecos de poliuretano de Borges y Bioy. El mundo anterior premiaba la belleza. los turistas brasileros se sacaban una foto con Bioy y a Borges le daban la espalda.

El mundo del Corona es de los que no tienen miedo. Julio César, el mozo mínimo, confía que no le va a pasar nada. Hace poco me contó que hace unos años se murió su mujer y quedó solo con dos chicos.

Soy especialista en dormir la siesta, pero ayer, en el primer día de cuarentena obligatoria, todo lo que sentía eran ganas de salir.

Hice gimnasia por YouTube. Es fantástico y a medida. Puse en el buscador "ten minutes workout for overweighted people", aparecieron varios vídeos de mujeres en calzas, hice click en el de la que me pareció más honesta, salté con el cuerpo pesado tres minutos en el lugar.

El Corona es un curso práctico sobre qué cosas son importantes. Nos va a venir bien para la segunda ola que se viene, la de la recesión global, la de la escasez, la del festejo en forma de plato caliente de arroz.

Viene en cambio una época de amor en tiempos de guerra, de odios de oficina lavados por la realidad. A través de la distancia social vamos a estar juntos como se amontonan las ovejas para mantener el calor.

Ahora el poder es superpoderoso porque todos queremos que no se equivoque. En la tele, el único momento carnoso es cuando aparece el Presidente, que ahora es suave como papá, que ya no tiene el dedo levantado y lo usa para tocar con espíritu argentino el antebrazo de Horacio.