Apenas dejó el poder, Mauricio Macri se entusiasmó con el proyecto de escribir un libro sobre su experiencia como presidente. Tanto es así, que en diciembre mismo se prestó para una serie de conversaciones con sus colaboradores en la quinta Los Abrojos. El relato estaba tan a flor de piel, con apreciaciones impublicables sobre sus ministros y aliados políticos, que sus asistentes aconsejaron posponer la aventura literaria para más adelante.

Después de un mes de descanso en el sur, Macri se planteó volver en febrero. Estrena una nueva vida en el llano. Ya está acondicionada y lista para habitar una casona en Martínez, en la que se instalará con su familia. También sus oficinas en Vicente López, reservada para un grupo chico de trabajo.

Sabe que está viviendo en carne propia el conocido síndrome del “jarrón chino”, popularizado por su colega español, Felipe González: un ex presidente es como ese adorno que nadie sabe bien donde poner para que no estorbe. La filtración de un video con militantes en Villa La Angostura, en el que habla con displicencia sobre la crisis de financiamiento (o la posibilidad de que se vaya todo a la “mierda”) potenció el malestar en su espacio. No era la reaparición pública esperada.

Ya está acondicionada y lista para habitar una casona en Martínez, en la que se instalará con su familia. También sus oficinas en Vicente López, reservada para un grupo chico de trabajo.

Juntos por el Cambio quiere dar vuelta de página, y escribir con otra lapicera. En ese emprendimiento el Gobierno juega su partido, al direccionar sus críticas directamente contra Macri y tenderle una mano a los dirigentes con responsabilidad de gestión: de Horacio Rodríguez Larreta, único sobreviviente del PRO; a Gerardo Morales, por el radicalismo.

Alberto Fernández divide a la oposición para debilitarla y conseguir votos en el Congreso, como ocurrió el miércoles con la renegociación de deuda. Lo mismo había hecho Mauricio con Cristina, apenas dejó la función pública, aislando a ella y negociando con el PJ más ortodoxo. Es de manual y eso dura hasta los años impares, es decir, cuando hay elecciones.

Con el paso del tiempo, el ex presidente corrió a un lado la pretensión de ser ungido jefe de la oposición. Esa idea inicial nunca tuvo el respaldo de sus socios, y la terminó de bajar de un plumazo Elisa Carrió, en la última reunión que compartió la cúpula de Cambiemos en la Casa Rosada. “No vas a liderar nada. Hay que hacer real politik”, pronosticó la fundadora de la Coalición Cívica.

Foto NA
Foto NA

El foco de Macri no está puesto ahora en tener el control de mando de las decisiones en el día a día de la oposición. “Va a tener una influencia ‘light’ en la política doméstica”, dice un ex funcionario, que aún lo acompaña. Será más bien una figura de consulta y tratará de que su sello político se expanda. En eso coincide con Jaime Duran Barba, el gurú ecuatoriano que despierta amores y odios dentro del universo amarillo.

El consultor rompió el silencio y repartió nuevos elogios a Cristina, una práctica que suele hacer. Pero, quitando esa alabanza, lo más impactante fue el modo rápido en que jubiló a Macri al asegurar que “ya fue”.

En los últimos días, Duran Barba les confesó a referentes conocidos que analiza radicarse en la Argentina. Sí, acá. Considera que debe cuidar a su creación más exitosa, es decir, el PRO. Quizá de la mano de Mauricio, o de Larreta. O del que lo contrate y se sabe que no es barato.

El foco de Macri no está puesto ahora en tener el control de mando de las decisiones en el día a día de la oposición. “Va a tener una influencia ‘light’ en la política doméstica”, dice un ex funcionario, que aún lo acompaña.

Aún no tiene una gira diseñada, pero Macri imagina para su futuro una hoja de ruta de conferencias por el mundo, contratado en distintos ámbitos. Su deseo es seguir el modelo de ex presidentes como Fernando Henrique Cardoso, Ricardo Lagos, y tantos otros que se retiraron del ring para buscar prestigio e ingresos afuera. De hecho, el ex presidente siempre se sintió más cómodo en el exterior, codeándose con líderes de otros países.

La designación como director de la Fundación FIFA está en la misma línea. Es un cargo para florearse, para tomar distancia de las rencillas argentinas.

A la vez que delinea su rol, ordena sus cuentas. Según su última declaración jurada, su patrimonio asciende a 273 millones de pesos, contra los 110 millones que declaró en 2016. Por afuera, ya disolvió el “fideicomiso ciego” que armó con acciones y activos que podían presentar conflictos de interés durante su gestión. En su momento, tomó esa decisión para dar una señal de transparencia y juran que nunca supo sus movimientos.

Cuentan que Macri se agarraba la cabeza hace unas semanas cuando le detallaron cómo la sociedad fiduciaria que lo gestionó invirtió esos bienes. Usó dividendos para adquirir bonos argentinos que se desplomaron y, por ejemplo, decidió alquilar el complejo de oficinas que había terminado de construir en lugar de venderlas. “Si él hubiera administrado el fideicomiso, le hubiera ido mejor”, sostiene un allegado. ¿Será?