Cuando Horacio Rodríguez Larreta escuchó a Alberto Fernández anunciar que le recortaría la coparticipación, probablemente haya sentido tanta bronca como alivio. Su reacción fue un reproche quirúrgicamente medido, transmitido 24 horas más tarde para todo el país en prime time. Una jugada que funcionó como el lanzamiento nacional de su candidatura. Es que Larreta sabía que en algún momento iba a desarticularse el tridente de poder del AMBA, pero también tenía claro que no iba a ser él quien tirara la primera piedra contra Alberto y Axel Kicillof. Por eso fue el gran beneficiado de una medida que definió como “inconsulta” y que le regaló 36 puntos de rating. Lo hizo después de meses de acomodarse al rol que le ofreció el Gobierno, que intentó capitalizar con su propio crecimiento político. En buena medida, el peronismo lo potenció como opositor nacional. Larreta es lo que hace con lo que hicieron de él.

Alberto fue el primero que lo vio como un opositor digerible y lo empoderó como su amigo. La apuesta era correr a Mauricio Macri de escena para potenciarle las contradicciones a la oposición, aunque tanto al Presidente como a Larreta les servía mostrar capacidad de diálogo y unidad para cogestionar la pandemia. Todo parecía win-win. Si bien la moderación del jefe de Gobierno irritó al núcleo duro del PRO, fue esa característica de moderado la que le permitió subir en imagen y ganarse el visto bueno de un sector mucho más amplio. Sin convocar a ninguna marcha, se convirtió en el abanderado de las plazas silenciosas de los runners, los amigos que toman mate y los que toman la cervecita al aire libre.

Esta última semana hubo un giro en Alberto, que apuró una medida que ya tenía prevista para después de la pandemia y lo hizo sabiendo que embarraría la relación con Larreta. Priorizó la urgencia de salvar a Kicillof. “Fernández se convirtió en el presidente de Buenos Aires”, chicaneó Alfredo Cornejo. Una vez más, la reacción de Larreta fue pararse en el lugar donde lo ubicó el peronismo e intentar construir a partir de eso. Se mostró como víctima de una traición, pero conservó su discurso de político racional que apuesta al diálogo para poder gestionar. Con un reclamo porteño, se trasladó al plano nacional: “Hoy nos pasa a nosotros, mañana pueden ser ustedes”, dijo dirigiéndose a los ciudadanos “independientes” de las provincias, pese a que ya había 19 gobernadores encuadrados con el Ejecutivo. Nunca pregunten por quién doblan las campanas, doblan por todos, fue su mensaje. Aún si la víctima es la niña mimada de CABA.

“No se votan personas sino proyectos. Larreta es Macri”, resumió esta semana un dirigente del PJ en un anticipo de lo que será la estrategia para 2021: instalarlo como la continuidad del ex Presidente. “Si piensa distinto, entonces que lo diga”, provocó. Una táctica que hoy se vuelve mucho más efectiva porque Macri decidió “romper el silencio” este domingo para mostrarse en escena. El kirchnerismo celebra cada uno de sus tuits, así como Marcos Peña se nutría con las apariciones de Cristina Kirchner. Sin embargo, existe un riesgo en la intención de asimilar a Larreta con Macri. Del mismo modo en que el PRO fracasó en instalar que Alberto era un títere de Cristina, no será tan sencillo construir esa imagen de Larreta, sobre todo después de tantos meses en los que se mostró como un dirigente sensato capaz de compartir una foto con el Presidente cuando fue convocado. No habría que minimizar su capacidad de salir por arriba de una campaña hiperideologizada, cuando su fuerte es mostrarse como “el buen gestor”.

[recomendado postid=116279]

La decisión del Gobierno de empezar a confrontar, que a priori parecía una buena salida para Larreta, también le complica los tiempos. A tres años de la elección presidencial, en sólo tres días se transformó de amigo a opositor, una definición que le acelera su propia interna en Cambiemos. Su protagonismo tuvo una reacción inmediata: la aparición de Macri, que aprovechó para recordarle que existe “luz u oscuridad” pero nunca grises a la hora de defender la República. El carácter fagocitador del núcleo duro del PRO, que copió a la perfección la premisa del cristinismo -“serás cada vez más parecido a nosotros o serás expulsado”- es hoy el verdadero escollo de Larreta. Esta vez no se ubicará donde defina el peronismo, sino donde se lo permita la relación de fuerzas de su espacio, en un complicado equilibrio entre proximidad y distancia con Macri.