Lo que ocurrió el lunes debería haber sido digno de celebración en materia de la Política Exterior. Sin embargo, el gobierno nacional volvió a hacer culto de esa tradición constante de hacerse goles en contra por encima de festejar las pocas que van a adentro. 

La polémica de estos días con el Canciller Felipe Solá y un diálogo entre Alberto Fernández y Joe Biden que ¿nunca sucedió? es ejemplo de una tendencia que expone improvisación, internas y un inentendible daño

Por el momento, con la paz firmada dentro del Frente de Todos y una renuncia de Solá descartada, nos enfocaremos en los aciertos de una gestión que no perderá la ocasión para pegarse otro tiro en el pie. 

En los últimos dos meses, el presidente Alberto Fernández habló con el presidente de China, Xi Jinping, el de la Federación Rusa, Vladimir Putin, el mandatario electo de Estados Unidos, Joe Biden y el jefe de estado de Brasil, Jair Bolsonaro

Se trata de un raid de gestiones poco difundidas pero que resultan determinantes para el tiempo que viene en un mundo que demanda audacia y pragmatismo. 

La video conferencia del Fernandez con Jair Bolsonaro fue esperada y absolutamente necesaria, ya que, a casi un año de gestión argentina no sólo no se había concretado un encuentro formal sino que ambos se mostraron virulentos y distantes a la hora de encarar la relación bilateral. 

En un región presidencialista, la diplomacia entre jefes de estado es fundamental para darle densidad y empuje a las gestiones sectoriales. En ese sentido, el buen vínculo de Solá con su par Ernesto Araujo y, por sobre todas las cosas,  la meticulosa gestión que viene realizado el embajador, Daniel Scioli que incluyó  reuniones con empresarios, gestiones como la que llevó a cabo para lograr el ingreso de Midazolam, una droga usada como anestésico en los respiradores usados contra el COVID-19, que actualmente no se está exportando y los encuentros con funcionarios de Bolsonaro de todas las extracciones fueron claves para el diálogo final. 

Lo dijo el propio Scioli en diálogo con los diferentes medios luego de la reunión, “para lograr este encuentro tuvimos 142 reuniones previas”. Sin dudas, el ex gobernador tiene un poroto para anotarse en ese aspecto. 

En este marco, según datos del Indec, desde el mes de agosto se consolidó el crecimiento de las exportaciones argentinas a Brasil con un incremento del 30% en los últimos cuatro meses volviendo a ocupar el primer puesto como socio comercial de Argentina. 

Para Argentina es vital tener un buen vínculo con Brasil, tanto para cumplir el objetivo de duplicar las exportaciones, re potenciar el sector industrial como para impulsar las economías regionales que tiene en el vecino país un lugar para vender sus productos. 

Además de bienes industriales y turismo, Brasil está interesado en el gas argentino a través de la Central Térmica Uruguaiana (CTU), ubicada en el estado de Río Grande do Sul (Sur Brasileño, capital Porto Alegre) que contribuiría a dar sustentabilidad al sistema energético sur brasileño con el remanente de gas argentino. Está compuesta por tres unidades de generación que funcionan en ciclo cerrado. Se trata de dos turbinas de gas y una de vapor, sumando una potencia de 640 MW para el conjunto.

Tal como explicó Juan Bosh en Ambito Financiero en un artículo publicado el 5 de octubre “el CTU es capaz de utilizar hasta 2,5 MM m3 de gas natural por día. Representa para Argentina la oportunidad de generar exportaciones e ingresar divisas por decenas de millones de dólares al año; aplanar la curva de demanda de gas argentina capturando excedentes de verano; fomentar y viabilizar inversiones en producción y transporte de gas, respetar y priorizar las necesidades de gas internas”.

Por otra parte, la derrota de Donald Trump y el fracaso de judicializar la elección significa para Bolsonaro una orfandad global que lo obliga a cambiar de estrategia. Con Biden se esperan tensiones en varios frentes; el importante es el Amazonas en donde los demócratas tiene una postura ambientalista en la que caracteriza  al pulmón del mundo como patrimonio de la humanidad y colisiona con la mirada soberanista del gobierno de Brasil. 

Ante este panorama, Brasil podría recuperar perspectiva regional para reforzar su hegemonía sudamericana y posicionarse en el escenario internacional con otra espalda. ¿De qué le sirve a Argentina este posible viraje? Para postergar la liberalización absoluta del Mercosur, aumentar las exportaciones y repotenciar el comercio intrarregional.

En el corto plazo, Argentina necesita normalizar la relación con sus aliados para asumir la presidencia protémpore de un bloque que no está para grandes cosas mas allá de calmar las aguas entre gobiernos con importantes diferencias ideológicas. 

¿Biden aliado?

Luego de la videoconferencia con Bolsonaro, Alberto Fernández habló 35 minutos con el presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden. La difusión oficial del diálogo entre los mandatarios deja en claro la expectativa del gobierno con la nueva administración demócrata. 

Desde el gobierno esperan que las diferencias de Estados Unidos con Brasil convierta a Alberto Fernández en el articulador de Washington en la región y que sobre la bases de las coincidencias de la defensa del medio ambiente, la lucha contra el cambio climático y el multilateralismo, Estados Unidos juegue un rol de apoyo en la negociación con el Fondo Monetario Internacional. 

A contramano de las desmedidas expectativas del gobierno argentino hay que destacar que Biden continuará el legado de Trump en la ofensiva para frenar el avance de China en la región. El equilibrio es complejo, ya que, la potencia del norte rechaza que el gigante asiático finalice proyectos de infraestructura y aumente sus inversiones, todo lo que Argentina está permitiendo tras ingresar al Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura y su inminente incorporación a la Nueva Ruta de la Seda que podría oficializarse en mayo con un viaje del presiente a China. 

Por último, hay dos hechos que podrían tensar el vínculo con la Casa Blanca en breve: la decisión  de retirarse del Grupo de Lima que podría darse en el transcurso de este mes y las elecciones parlamentarias en Venezuela del domingo que no serán reconocidas por buena parte de la Comunidad Internacional.

a posibilidad de un gobierno norteamericano reforzando el Grupo de Contacto Internacional junto a la Unión Europea con el que sueña el Frente de Todos parece lejano. Si bien no ha dado certezas, no hay razones para pensar que Estados Unidos afloje las tensiones con el gobierno venezolano con un cambio de gobierno. 

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Los jugadores para mantener vivo el vínculo con el gobierno norteamericano desde una perspectiva autónoma son la admiración de Biden por el Papa Francisco y el enorme prestigio que supo construir el embajador y canciller bis, Jorge Arguello, con el círculo rojo estadounidense.  

El nivel de diálogo del gobierno argentino con figuras como Bolsonaro y Biden demuestra el grado de transversalidad, sensatez y pragmatismo con el que se debe afrontar las relaciones internacionales pero, ¿esa es la política exterior que quiere el gobierno?

Por lo pronto, el contexto mundial demanda una inserción internacional en línea como lo que vimos durante estos últimos dos meses. En 2021 está a la vuelta de la esquina y los desafíos son lo suficientemente duros como para seguir improvisando.