Cuando lo volvió a ver, el año pasado en el calor del Caribe, la primera pregunta que Cristina Fernández de Kirchner le hizo a Miguel Galuccio apuntaba directo al invierno argentino.

-¿Puede haber desabastecimiento?

El ex CEO de YPF y alma mater de Vista Oil le quitó a medias la preocupación por el gas a la ex presidenta.

-En 2020 no, pero en 2021 sí, le dijo.

Nadie imaginaba entonces que Alberto Fernández debería lidiar con la pandemia y Vaca Muerta se vería afectada por el derrumbe global del petróleo, pero ya se sabía que a la reestructuración de una deuda impagable se le agregaría la necesidad de rescatar a YPF del pozo, después de cuatro años en los que el financista Miguel Gutiérrez había dejado todos los indicadores en rojo.

Con la venia de CFK, Galuccio tuvo una comunicación con Larry Fink que, según dicen, alteró el curso de las negociaciones por la deuda.

CFK tiene con Galuccio una relación excepcional que se edificó no sin esfuerzo durante los últimos años de su gobierno, cuando decidió recuperar la mayoría accionaria de la petrolera, después de 9 años de fracasos y apuestas inviables del kirchnerismo en materia energética. Acostumbrado a pasar gran parte del año en el exterior, el ingeniero nacido en Paraná decidió instalarse en Buenos Aires cuando advirtió que el Covid-19 y la pulseada con los bonistas iban a definir el primer año del gobierno de Fernández.

Con una red de contactos que trasciende las fronteras y la posibilidad de caminar hasta el departamento de Recoleta de Cristina, Galuccio ya tuvo incidencia en tres determinaciones claves. Fue uno de los promotores de Sergio Affronti como nuevo CEO de YPF, aunque -según aclaran en Casa Rosada- la decisión fue del Ejecutivo. CFK hizo sus averiguaciones y, de una terna que tenía sobre su mesa, eligió para conducir al mendocino que había debutado en la empresa en la era Estenssoro y no al histórico Carlos Alfonsi, el hoy vicepresidente de Servicios a quien también le habían recomendado. Sin reunirse con Affronti, Cristina lo derivó directo al Presidente para que haga su evaluación. Lo grueso ya estaba hecho: el esquema estéril y defectuoso de los primeros meses del año había volado por los aires. Sergio Lanziani quedaba al margen del rumbo estratégico para su área y Guillermo Nielsen pasaba al extraño rol del presidente que contradice en público la política de la empresa que debería dirigir.

A partir de ese momento, Affronti comenzaría a definir con Matías Kulfas y el subsidio del barril criollo para las petroleras -que llevaba dos o tres meses de discusión- se convertiría en realidad. Nada mejor para expresar el equilibrio entre Fernández y CFK que la síntesis entre esos dos funcionarios: esconde una victoria de Cristina, una derrota del Presidente que se dice desilusionado con Nielsen y una autocrítica mutua por haber elevado a Lanziani en base a una lealtad política que no incluía méritos de gestión.

Horas antes de que el precio sostén por el que había peleado de los dos lados del mostrador se anunciara en público, Galuccio definió ante Financial Times la encrucijada en la que, según cree, se encuentra Vaca Muerta. “Estamos entre un abismo y una gran oportunidad, sin nada en el medio”, dijo en un llamado a preservar el know how, la tecnología y el recurso que están en la meca del shale. Después de haber denunciado a Macri por el decreto de congelamiento el precio del crudo, ahora el CEO de Vista convenció a la vicepresidenta con el argumento de que Argentina necesita salvar al sector petrolero para aumentar sus exportaciones y recuperar la generación de divisas en la postpandemia. Hacia adelante, el objetivo es de lo más ambicioso y parece de otro mundo en plena parálisis: lograr un cambio en la ecuación que le permita al país convertirse en exportador neto de energía en cinco años.

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El camino que inició YPF no está exento de sacrificios. Viene de la mano de una reorganización interna que incluye el ajuste en los salarios de los fuera de convenio, el aumento de la productividad, la renegociación de los contratos con los proveedores y la reestructuración de su propia deuda. Todavía no está claro si Affronti decidirá iniciar una auditoría sobre la gestión Macri e investigar las “muchas malas decisiones” de las que se quejan en el gobierno, como la planta de licuefacción que se alquiló durante la era amarilla a 10 años por una cifra millonaria en dólares -y no está exportando- o los precios que se pagaron por la construcción de la Central Ensenada de Barragán. Pero en el oficialismo están también los que recomiendan aprovechar la cotización baja de las acciones para aumentar el capital en la empresa. De acuerdo a una estimación que hoy circula en el Frente de Todos, adquirir el 49% de las acciones que permanece en manos privadas costaría U$S 800 millones, una cifra irrisoria para una compañia que -en condiciones de cierta normalidad en el mercado- puede valer no menos de U$S 15.000 millones.

Para Galuccio como para los Fernández, sin embargo, lo más importante es salir cuanto antes del default. En un país ya sin acceso al crédito para el gobierno nacional, los gobiernos provinciales y gran parte de las empresas, el CEO de Vista tiene su negocio en uno de los rubros que probablemente más sufriría la cesación de pagos. Por eso, decidió jugar sus fichas también en la pulseada por la deuda y apuntar más alto que nadie: con la venia de CFK, tuvo una comunicación con Larry Fink que, según dicen, alteró el curso de las negociaciones. Centro de gravedad de los pulpos acreedores, el director ejecutivo de BlackRock no sólo es dueño de una fortuna estimada en 6000 billones de dólares, sino que además tiene aspiraciones políticas. Apuesta por el triunfo de Joe Biden en un país en llamas, figura entre sus donantes y fantasea con la posibilidad de cumplir un sueño frustrado en las anteriores experiencias demócratas: ser secretario del Tesoro de Estados Unidos. Por más de una razón, le conviene llegar a un acuerdo.

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De buena relación con Martín Guzmán, el entrerriano estuvo la semana pasada en el encuentro con Paolo Rocca y Luis Pagani que reveló El Cronista y fue tomado como un aval por el gobierno, más allá de lo incisivo que estuvo el CEO de Techint y de que todos coincidieron en algo: hay que aprovechar el COVID-19 para ajustar sobre la “competitividad”. Galuccio y Guzmán están unidos por el respeto mutuo y por la rara condición de expertos repatriados por el kirchnerismo para empresas de lo más empinadas. Pero mientras el ministro exhibe la sostenibilidad de la deuda como piedra basal de su filosofía, el ex YPF considera que el peor escenario es el default. Faltan pocas horas para saber qué criterio prevalece y si alcanza para cerrar con los grandes fondos. Después del frío recesivo y el cataclismo de la peste, habrá que ver si se cumplen las ilusiones que sobreviven en los más optimistas y se abre, gota a gota, la llovizna de inversiones.