“El sector de la salud privada en la Argentina está resquebrajado y a punto de colapsar”. Las palabras pertenecen al Claudio Belocopitt de mayo de 2019, cuando se puso al frente de la Unión Argentina de Entidades de la Salud, no al Claudio Belocopitt de la pandemia que, desencajado, en raid mediático, augura una catástrofe sanitaria para mayo de 2021. Empresario de la medicina privada, puede que sea el único en su especie que pide fuertes restricciones para pasar la segunda ola. Negocio extraño el de la salud: rinde cuando no tiene trabajo.

No le da culpa su fortuna, no le jode ser el malo de la película que sale a pedir “cierren todo”. Dueño del 76% del Swiss Medical Group, la segunda prepaga más grande de Argentina, con una proyección de ganancias de 50 mil millones de pesos en 2018, Claudio sacó provecho del ATP concedido por Fernández —a quien conoce de sus años al frente del gabinete de Néstor, cuando millones de trabajadores se incorporaban a sus nóminas—, porque se ve que andaba corto de guita para pagar los sueldos. No fue el único, claro, digamos todo, raros liberales nuevos hay de sobra en relación lactante con la maquinita del Estado.

Contador público por la Universidad de Belgrano, luego de un pasaje en sus veintipico como broker en la Bolsa, Claudio Fernando retomó el negocio de la salud que su padre dejó al fallecer. Con fondos y préstamos suizos, Belocopitt apostó fuerte y erigió, en el país de la hiper, el emblemático edificio de la avenida Pueyrredón.

Así inauguró la Clínica y Maternidad Suizo Argentina en 1991, antes de cumplir los 30 años. Si se imaginaba que tres décadas después sería dueño también del Sanatorio de Los Arcos, Sanatorio Agote, Clínica Olivos, Clínica y Maternidad San Lucas de Neuquén, Clínica Zabala, Swiss Medical Center, Instituto de Salta, Emergencias Médicas ECCO, Blue Cross & Blue Shield en Uruguay, no lo sabemos. Y todo eso sin contar los tentáculos del SMG —ART, Travel, Laundry, Seguros y Life— y las inversiones de real estate en el país de Biden. Facundo Belocopitt, hijo y abogado especialista en finanzas, hace poco convenció a su padre de invertir en cannabis medicinal, “oro verde” que le dicen, con la compra de acciones de Blueberries Medical.

Influenciado también por su madre actriz, Belocopitt no solo produjo un espectáculo de Antonio Gasalla en el Teatro Maipo, sino que también fue socio de su amigo Tinelli cuando le compró el 50% de las acciones de Radio Del Plata y del Dani Hadad en Canal 9 allá por el 2002. Hoy, junto al periodista Gerardo Rozin, tiene una productora de contenidos que se llama Corner. Cambio chico si se lo compara con el 40% del Grupo América, del que se hizo en 2017 cuando le compró su parte al bogotano De Narváez.

Claudio es hincha de Estudiantes de La Plata y —quién pudiera— anda con un bronceado impecable todo el año. Cuenta con un patrimonio de 400 millones de dólares y, a pesar de haberle “ido bien” durante el kirchnerismo, hizo grandes aportes para que Mauricio, su par empresario, cumpliera el sueño presidencial. Después se desilusionó: “Macri no hizo nada, fue una espuma”, “Macri tomó decisiones para un beneficio personal, no de la Argentina”, dijo lapidario, todavía furioso por el famoso reperfilamiento de deuda de Lacunza.

En 2016 apareció mencionado en los Panamá Papers como uno de los argentinos que amarrocan sus ganancias en ese gran cajón de las medias llamado offshore.