¿Habrá soñado Guillermo Montenegro, durante el largo año de aislamiento, con una temporada 2021 a puro sucundún, sucundún? ¿Habrá apostado junto a Martín Yeza, su aliado pinamarense, que para el verano el Covid iba a ser solo el recuerdo de un mal año? Que en Mar del Plata se cumplan los protocolos con la buena voluntad de los turistas, que los comercios se recuperen, que el sistema de salud no colapse: en medio de esa misión imposible, con el toque de queda calentando para entrar, se encuentra el intendente amarillo de General Pueyrredón. Ni feliz ni bailando en una pata.

Pasó de ser un desconocido a ganar el distrito en el que nació con el 40,6% de los votos. Lo hizo de la mano de su amiga Mariu Vidal, que lo rescató de los desprecios que Macri le propinó en el último tiempo. Es que los rencorosos de Mauricio y Marcos lo pusieron de extra luego de que, en 2015, Montenegro perdiera la interna por la intendencia de San Isidro contra Gustavo Posse. Dicen que fue un castigo por haber sido un incondicional de Michetti, otra de sus íntimas y quien lo acercó al espacio, cuando se picó la interna porteña entre ella y Horacio.

Tiempo atrás, Michetti y Montenegro
Tiempo atrás, Michetti y Montenegro

Razones debían haber para hacer que Guillermo Tristán cruzara el charco y se instalara en Uruguay “apenas” como embajador argentino, luego de años como ministro estrella de la cartera de Justicia y Seguridad del Gobierno de CABA durante el ascenso del Pro.

En 2007, Montenegro se sumó al gabinete y en 2011 renovó su cargo, un par de años después de haber creado la Policía Metropolitana con la Ley 2.894 de Seguridad Pública. “Es el logro más importante de mi carrera”, confesó, alguna vez, el abogado.

Había salido de la boca de Fernández —sí, de Alberto, por entonces JGM— la negativa de traspasar parte de la Federal a la Ciudad. Cuestión que las denuncias no demoraron en llegar.

Por las designaciones de los comisarios Jorge “Fino” Palacios y Osvaldo Chamorro, por la compra de equipamiento sin licitación (y sobreprecios), por contratos controversiales, irregularidades y etcétera. Salió indemne de todo, incluso de dejar su cargo luego de la represión, una madrugada del 2013, en el Hospital Borda.

El marplatense volvió a vivir en la ciudad costera, en el barrio de Playa Grande, después de casi cuatro décadas. Padre de seis hijos, bostero, también hincha y socio del Club Atlético Alvarado, jugó al rugby como pilar durante 16 años en primera y fue entrenador en el mismo club, el Liceo Naval. De aquella época conserva una amistad entrañable con Gonzalo Bonadeo. Cuenta la leyenda que vivieron juntos y que incluso los vecinos pensaban que eran pareja.

Amiguero, se lleva bien con los Moyano, con Luis Barrionuevo, con Mario Montoto —padre de Fernanda Raverta, que en octubre de 2019 le disputó muy bien la intendencia—, también con el actual presidente. El dato no está chequeado —o sea, es un chisme— pero se lee por ahí que prepararon materias juntos cuando ambos eran estudiantes de Derecho en la UBA.

Montenegro y Fernández en Mar del Plata.​ Foto NA: ESTEBAN COLLAZO/PRESIDENCIA
Montenegro y Fernández en Mar del Plata.​ Foto NA: ESTEBAN COLLAZO/PRESIDENCIA

Todavía como estudiante, en 1983, Montenegro entró como pinche al Poder Judicial en el Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Criminal y diez años después llegó a fiscal. Fue Kirchner quien, en 2004, lo designó como juez nacional de Primera Instancia en lo Criminal y Correccional Federal Nº 7. Fue también Kirchner quien, en 2007, aceptó su renuncia.

Durante su breve paso por la Cámara Baja, entre 2017 y 2019 —fue tercero en la lista de Cambiemos—, presidió la comisión de Seguridad Interior y fue vice de la Bicameral del ARA San Juan. Montenegro, hijo de un submarinista, capitán retirado de navío, dijo haberse visto muy afectado por la desaparición y la muerte de los 44 tripulantes.

Tras el homenaje en noviembre pasado, junto al ministro Rossi, instó a que se investigara la causa por espionaje ilegal a los familiares de las víctimas contra Oscar Aguad y el líder del partido al que orgullosamente pertenece, de quien pudo prescindir sin dificultades para continuar con su carrera política.