Cuando en 2018 en la Cámara Baja se debatía la ley de aborto, Matías David Rodríguez llamó la atención a sus colegas hombres, a aquellos que pretendían apropiarse del dolor de las mujeres: “[Ustedes] no son perseguidos, no son empujados a la clandestinidad, no están muriendo permanentemente”, les dijo. En 2020, el voceo se repitió en la misma dirección, esta vez en el Palacio, donde ocupa una banca desde la victoria del Frente de Todos. “Bajo ningún punto de vista puedo considerar que los varones votemos contra o en contra del derecho de las mujeres”. Eso es un aliado, aliadín.

Claro que aquella no es la única forma de soberanía que preocupa a Rodríguez. En 2016 se enteró por la prensa internacional que la ex canciller macrista, a cambio de adhesiones, ofrecía en Londres modificaciones a la ley que sanciona a empresas que exploran y explotan hidrocarburos en nuestro Atlántico Sur. “Malcorra negocia la soberanía de Malvinas por un cargo en la ONU”, declaró furioso. Otro era el contexto y Rodríguez no podía haber imaginado que cuatro años después la nueva demarcación de límites de la Argentina ubicaría a su distrito, Tierra del Fuego, en el centro geográfico. Tampoco que la causa Malvinas volvería a adquirir el grado de política de Estado.

Su mirada federal tiene la perspectiva de los que conocen el mapa y el territorio. Nacido y criado en Resistencia, no fue sino hasta después de haber terminado el secundario que se instaló en “el fin del mundo”. Por entonces, tenía un local de ropa de seguridad junto a su compañera, la actual concejal Laura Ávila, con quien tiene dos hijos. Integró a la Cámara de Comercio, a la Federación Argentina de Jóvenes Empresarios y a la Asociación de Jóvenes Empresarios de Ushuaia, con actividades que fueron cincelando su vocación política.

De los calores chaqueños a los fríos fueguinos, del sector privado a la función pública: a los 39 años la figura de Matías va en ascenso con un perfil vinculado a la PyMES, el cooperativismo, la actividad turística y la industria fueguina. Su amistad de larga data con Máximo Kirchner y su buena relación con CFK lo ubica en un lugar preferencial, tanto en el senado como en Casa Rosada. Los santacruceños no olvidan el fervor militante de Rodríguez allá por el 2002, cuando bajo la nieve promovía la presidencia de Néstor, tampoco su labor en la Juventud Kirchnerista y Compromiso K. Haber sido en 2007 miembro fundador de La Cámpora en la ciudad austral —junto al actual intendente, Walter Vouto, y al de Río Grande, Martín Pérez— es un hecho que no pasa desapercibido.

En pleno despiplume por la ley de medios, fue delegado del COMFER en 2009 y del AFSCA durante los tres años posteriores. Entusiasta de la igualdad, bostero, juega al fútbol mixto con el equipo de su despacho. Dicen que tiene un humor muy capusottiano, que lee con entusiasmo los libros de Pedro Saborido, con quien se dio el gusto de hacer un vivo de Instagram en un ciclo de charlas para amenizar el aislamiento social.

El aliado

Del 2012 a 2015 fue titular de la ANSES en Ushuaia, entidad a la que sigue, dicen, estrechamente vinculado. Desde su delegación, Rodríguez cumplió un papel vital en la distribución de 5 millones de computadoras del Programa Conectar Igualdad fabricadas allí. Hoy, comprobadas las imperiosas necesidades tecnológicas por la pandemia, pide al tocayo Kulfas el relanzamiento del plan: la provincia de Tierra del fuego, Antártida e Islas del Atlántico sur tiene el know how y la capacidad instalada.

Rodríguez tiene muy presente las ventajas geográficas, técnico-científicas y operativas de TdF y las posibilidades de desarrollo de la industria fueguina. En la Semana de la Antártida pasada, propuso la creación del Polo Científico, el Polo Logístico y la designación de Ushuaia como sede central del Instituto Antártico Argentino.

No sabemos qué piensa Matías Rodríguez en la soledad de su despacho aunque sí sabemos lo que ve: mujeres encolumnadas, con trapos verdes y banderas argentinas, y un abrazo apretado entre Evita y Cristina ahí, altas, omnipresentes, entre las pinceladas de un cielo rioplatense. Es uno de los óleos del artista plástico Sergio Tosoratti el que vivifica, en la rutina, la pasión de su vida.