El galardón de título aparatoso confirmó algo que ella ya sabía: del poder de las palabras está hecha la política. En plena pandemia, a la diputada del PRO Camila Crescimbeni la incluyeron en el listado de los 120 jóvenes sub-30 más destacados en base al análisis de la huella discursiva. Camila llegó al Congreso de la Nación con 29 años y es, según un entrecruzamiento de tecnología NLP1 e Inteligencia Artificial, una “future leader”.

La primera vez que descubrió que con palabras se podía hacer algo estaba jugando: a los siete años, su padre la descubrió compenetrada en el rol de Evita y dándole un discurso a las baldosas del patio. El chiste se volvió a repetir la semana pasada cuando obtuvo media sanción un proyecto de su autoría para garantizar la formación en ambiente para todos los funcionarios. La diputada de Juntos por el Cambio logró apoyo en las otras bancadas y lo bautizó “Ley Yolanda”, en honor a la tucumana Yolanda Ortíz, la primera secretaria de Recursos Naturales y Ambiente, nombrada por Perón en 1973.

Lo que por ahora no puede resolver con palabras es el agotamiento que le producen las madrugadas en vela mientras cuida a su hija de un mes. Cambia pañales y participa por videoconferencia de las comisiones de Acción Social y Salud Pública, Mujeres y Diversidad y Familias, Niñez y Juventudes. Los libros de maternidad y parto respetado conviven ahora con los proyectos de ley y, si bien le hace un poco de ruido impulsar una agenda pública para extender la licencia por maternidad y seguir trabajando, no pidió licencia porque por ahora el trabajo remoto y su marido ayudan.

Hija de un seminarista convertido en abogado y de una psicóloga, creció en una familia de clase media, entre la pasión por Racing y los viajes por el país para vender los anteojos de la óptica que fundó en 1912 el abuelo Giuseppe Crescimbeni. Cuando terminó la escuela, ganó una beca total para estudiar en el Northlands y sin mucho cuestionamiento siguió el curso natural que esa formación marcaba: viajó primero a Washington y después a Lyon para estudiar Ciencia Política. Pero algo de aprender afuera cómo funcionaban las baldosas a las que le hablaba desde chica no la convencía. Volvió, completó el CBC y empezó a meter materias. Cuando tenía 22, ya era ayudante en los prácticos de Teoría Política Contemporánea y se recibió con el mejor promedio de la carrera. Para la misma época, se sumó a trabajar en un área técnica en el ministerio de Educación porteño y aterrizó con la mezcla agridulce de mirada crítica y prejuicios que puede tejer un egresado de FSOC al calor de la bibliografía. “A mí esa facultad me dio todo”, reconoce. Se pulió de preconceptos y se metió a militar en el partido.

Cuando lideraba a los jóvenes cambiemitas mandó a estampar en las remeras una frase que -más allá del temita de los logos- bien podría usar un camporista: “La juventud militante siempre en la calle”.

En 2015, todavía trabajaba en Educación junto a Carlos Regazzoni. Cuando Mauricio Macri llegó a la presidencia aquella vieja disyuntiva entre la política como ciencia y la política como práctica tomó la dimensión de encrucijada. Desistió de una beca Fullbright para estudiar en Nueva York y se quedó. Ocurre que algunas decisiones, para reafirmarlas, hay que notificárselas al cuerpo: fue y se tatuó un croquis a mano alzada del mapa de la Argentina en un tobillo.

Ese mismo año se convirtió en directora del Instituto Nacional de Juventud bajo la órbita de Carolina Stanley y en 2017, la dirigente porteña asumió como concejal de Almirante Brown en el armado de Regazzoni. Un año después, heredó a Peter Robledo y, en pleno entrecruzamiento de la ola verde y la ola violeta, la designaron presidenta de la Juventud Pro.

Con la etiqueta de cheta hace un bollo y prueba puntería. Cuando lideraba a los jóvenes cambiemitas mandó a estampar en las remeras una frase que -más allá del temita de los logos- bien podría usar un camporista: “La juventud militante siempre en la calle”. El año pasado, cuando asumió la banca en Diputados, insistió en esa reivindicación y al apoyar la mano sobre la Constitución sumó a la militancia en la fórmula.

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Cree que Cambiemos perdió las elecciones porque no fue capaz de revertir cierta desconexión con la realidad. Militante activa por la Interrupción Voluntaria del Embarazo, define posicionamientos con María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta. En el Congreso forma parte de los diputados sub-35 que representan solo el 7% del total de las bancas y articula con referentes de otros espacios. Le gusta la política de trato corto. Con las diputadas sub 35 del Frente de Todos trabaja en proyectos en la Comisión de Mujeres y Diversidad, con Leo Grosso intercambia sobre la agenda ambiental y tiene diálogo con Leandro Santoro y Facundo Moyano. Ante el aspiracional que circula por estos días nuevamente entre muchos jóvenes que quieren irse, la diputada del PRO se mira fijo el tobillo.