El escenario político venezolano dio un giro inesperado luego de la decisión del gobierno de Nicolás Maduro de indultar a 110 presos políticos. La trastienda de este hecho tuvo como protagonista al Jefe de Estado y al dirigente opositor, ex gobernador de Miranda y dos veces candidato a presidente, Henrique Capriles Radonski, quien decidió patear el hormiguero de una fuerza opositora que parece caminar en círculos sin rumbo.

La noticia tomó por sorpresa a muchos y agudizó la interna dentro de la oposición venezolana a pocos meses de las elecciones legislativas del 6 de diciembre.

El oficialismo tiene tres objetivos: correr del escenario a Juan Guaidó, normalizar relativamente la institucionalidad del país y generar las condiciones para el alivio de las presiones internacionales que le permitan contar con más aire para resolver una crisis que tiene al país en terapia intensiva.

Para tal fin, necesita de un proceso electoral legítimo, transparente y con la mayor cantidad de fuerzas políticas posibles. El gobierno dio un primer paso el año pasado cuando inició una mesa de diálogo con fuerzas políticas minoritarias y con poca representación parlamentaria.

La “Mesita”, como la llaman internamente, está integrada por espacios políticos participaron del proceso electoral de 2018 y se mantuvieron al margen de las posturas intervencionistas.

Si bien no representa al conjunto de los espacios políticos, las conversaciones lograron la vuelta del Partido Socialista Unido de Venezuela a la Asamblea Nacional y la reforma del Consejo Nacional Electoral para celebrar elecciones limpias. Esto último tuvo críticas ya que, se configuró con designaciones del Tribunal Supremo de Justicia y sin pasar por una Asamblea Nacional diputada por dos directivas, la de Juan Guaidó y la de Luis Parra.

La concesión más importante del gobierno fueron los indultos de los presos políticos. Con esto, pretende mostrar voluntad de cambios para lograr un proceso electoral amplio y representativo y, tal vez su principal objetivo, dividir a la oposición. Además de la liberación masiva de presos políticos, el oficialismo dio otra señal fuerte al convocar a la Unión Europea y las Naciones Unidas como observadores electorales.

El analista internacional venezolano, Lauren Caballero, explicó ante la consulta de ElCanciller que “es muy probable que haya en este momento algún tipo de negociación a varias bandas (con actores internos/externos) para poder generar un ambiente que le permita darle cierta aura de legitimidad a la elección de diciembre. Obviamente el cálculo del gobierno le indica que hay una alta posibilidad de obtener un resultado que le favorezca, incluso si llegase a otorgar condiciones medianamente aceptables para la participación opositora y algunos actores de la Comunidad Internacional”.

En este contexto, Henrique Capriles, volvió a emerger para capitalizar el acuerdo con el gobierno para la liberación de presos y acelerar la partición de aguas con Guaidó y su gente. Mientras el exgobernador de Miranda celebraba las excarcelaciones, el autoproclamado presidente encargado ponía reparos y acusaba traición.

La fractura opositora y la intención de Capriles de participar en las elecciones se oficializó con la rueda de prensa del miércoles por la noche en la que criticó con dureza a sus ex compañeros de ruta con frases como “dentro de la oposición se juega a mantener el status quo, parece que lo que se quiere es mantener el status de un sector. No se plantea nada” o“la oposición se volvió demasiado predecible”.

Así, Capriles engordará las filas de la oposición que opta por la vía electoral y dejará rengo al conocido como Grupo de los 4 que lidera Juan Guaidó y contiene a los partidos Voluntad Popular, Acción Democrática, Primero Justicia y Nuevo Tiempo. El G4 podría quedar reducido a dos dado que Capriles (Primero Justicia) y Stalin Gonzalez (Un Nuevo Tiempo) han cambiado de rumbo.

Esta división entre electoralistas y abstencionistas viene de larga data, el primer grupo abrazó la candidatura de Capriles en 2012 y 2013 y logró la victoria electoral en las legislativas de 2015. Los segundos diseñaron la estrategia fallida del abstencionismo que le permitió al chavismo el control absoluto de la Asamblea Nacional en 2005 y acompañó la travesía del “gobierno interino” de este tiempo que no logró sacar a Maduro del Palacio de Miraflores y protagonizó dos intentos de golpe que fracasaron: la rebelión de la Base La Carlotta de 2019 y la Operación Gedeón (supuesto intento de invasión en la bahía de Macuto) de este año. “Todo eso tiene la marca indeleble de Leopoldo López que, en definitiva, es el verdadero líder del G4”, comentó una fuente cercana al caprilismo.

La semana pasada, el G4 publicó una carta firmada por 27 organizaciones en donde confirmaron que no iban a participar de “la farsa electoral”. Este grupo abraza el mantra “cese de usurpación, gobierno de transición y elecciones libres” que puede sonar lindo pero careció de metodología práctica para llevarla a cabo. Ni el explícito apoyo de los Estados Unidos sirvió para ese fin.

La sucesión de fracasos de la gestión Guaidó-López permitió el retorno de Capriles que, con mucho olfato, busca recuperar el enorme capital político que supo tener para interpelar a los escépticos y resignados electores opositores.

Las críticas al referente de Primero Justicia no tardaron en llegar, no sólo del sector de Guaidó sino también del grupo de los intervencionistas encabezados por la líder de extrema derecha, María Corina Machado que mantiene la teoría de que la salida de la crisis debe ser a través de una intervención militar “de paz” de fuerzas internacionales. Algo tan impracticable que ni siquiera es apoyado por la Casa Blanca. “Corina vive en un realismo mágico", dijo el halcón que Trump dispuso para llevar a cabo la relación con Venezuela, Elliott Abrahams.

Una operadora política que trabaja en el entorno de Capriles dijo consultada para esta columna: “El G4 y Guaidó quiere una continuidad administrativa bajo el argumento de que no hay condiciones para participar electoralmente, pero la realidad es que no tienen fuerza para participar porque ademas ellos están presos, como la pasa al Embajador de Estados Unidos para Venezuela James Story, el enviado de Trump para Venezuela, Elliott Abraham y toda la administración Trump, de su propio laberinto”.

“Estos niños están muy cómodos y saben que unas elecciones por más transparencia que exista con esta división de la oposición Guaidó sabe que no puede asegurarse la mayoría para seguir presidiendo la AN. Ellos no están haciendo nada para que haya condiciones porque en el fondo no quieren entregar el gobierno interino, Julio Borges no quiere dejar de viajar y muchos de los que están en el exilio no los interesa el indulto, reciben sus pensiones y no les interesa venirse a este país que esta hecho mierda”, agregó con énfasis.

Ciertamente el sector de Capriles entiende que no se puede confiar en un sistema controlado por Maduro pero el tiempo dejó en claro que el argumento de las triquiñuelas del gobierno fue la mejor excusa para no cambiar nada, en parte, porque Guaidó y su gente encontraron una zona de confort desde donde cuidar sus intereses.

El escenario internacional es un jugador determinante para el desenlace que adquiera la crisis venezolana. Como parte de la retórica de campaña de Donald Trump, no hay que esperar cambios en el corto plazo de parte de Estados Unidos y sus aliados Colombia y Brasil. Por eso es estratégico para el chavismo recomponer con la Unión Europea y dotar de musculatura al Grupo de Contacto Internacional y sumar a otros países de la región para que formen parte del mecanismo de mediación en el camino a las elecciones.

De esta manera, el bloque europeo, el Grupo de Contacto Internacional, los países de la región menos alineados con Estados Unidos y Naciones Unidas podrían aislar las posturas mas radicalizadas de Washington, la Organización de Estados Americanos, Brasil y Colombia y generar condiciones más propicias para el diálogo.

Por el lado de los aliados, China y Rusia vienen sosteniendo al gobierno desde principios del año pasado y es una de las principales preocupaciones de Trump. Además, la normalización del poder legislativo es importante para que el gobierno rubrique acuerdos comerciales con Pekín y Moscú. También, hay destacar el rol de Turquía como puente de acercamiento entre Capriles y Maduro.

Capriles-Maduro: un diálogo inesperado que pateó el hormiguero venezolano

Este nuevo panorama puede cambiar de un momento a otro, pues, la dinámica venezolana es así desde hace tiempo pero lo que tenemos es un movimiento de piezas que demuestra la astucia del gobierno y la inteligencia y olfato político de Capriles que abre una puerta de esperanza en un país que hace tiempo perdió el horizonte.

Todos puede tener costos políticos, el gobierno con su base social y Capriles ante un electorado cansado de las idas y venidas de la dirigencia. En el terreno de las ganancias, el gobierno recupera legitimad internacional y la posibilidad aprovechar la atomización opositora para consolidarse y Capriles vuelve a tener centralidad para terminar de construir una propuesta real y tangible que pueda seducir a un alto porcentaje de la población decepcionada.

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Lo que vemos es la vuelta de la política a la coyuntura venezolana, si las cosas no se embarran en el camino, podrían venir acompañado de un proceso electoral que saque al país bolivariano de este callejón sin salida. El camino es largo y nos espera un diciembre caliente.