La batalla de Alberto Fernández es contra el reloj.

Lleva 82 días en el poder, pero está expuesto a dar respuestas a los problemas desde hace más de seis meses, cuando el resultado contundente de las elecciones primarias ya lo mostraba con un pie en la Casa Rosada.

Desde agosto el país entró en un compás de espera y el único objetivo central trazado por el Presidente es acordar una reestructuración de deuda con el Fondo Monetario Internacional y los bonistas.

Sin que nadie se lo pidiera, fijó como deadline para encaminar la negociación el 31 de marzo. Difícil que se arribe a una solución a fin de mes. Será una primera prueba de fuego que deberá atravesar antes de que lleguen los vencimientos fuertes de abril y mayo, por 3.000 millones de dólares.

Difícil que se arribe a una solución a fin de mes. Será una primera prueba de fuego que deberá atravesar antes de que lleguen los vencimientos fuertes de abril y mayo, por 3.000 millones de dólares.

“Evitar el default no puede ser nuestra epopeya”, se lamenta un dirigente K, hoy cercano a Cristina.

Pero el Gobierno no tiene otra épica, y sólo muestra como bandera simbólica el pañuelo verde en apoyo a la legalización del aborto. Podría ser un sello distintivo, que le da insumo para armar su propio relato en una época de bolsillos flacos.

Tampoco Alberto es el líder político del proceso que encabeza en lo formal. En el Frente de Todos las opiniones están divididas. Un grupo cree que el Presidente debe construir su identidad y ponerse el traje de jefe. Imaginan que el plazo límite para lanzar el “albertismo” es en los comicios legislativos del año que viene.

Otros, por el contrario, sostienen que Fernández nunca será el líder, y que la única premisa que debe valer es la unidad de la fuerza, más allá de las diferencias internas.

Foto NA
Foto NA

Esto último es lo que decidió hacer, por ahora, el Presidente. Prefiere quedar desautorizado, antes que replicar o disciplinar a los que lo torean. Si lo critica Hebe de Bonafini, la invita a la Casa Rosada. Si lo acusa de “negacionista” Nora Cortiñas, la invita a la Casa Rosada. Y así.

El ala dura del kirchnerismo mira el devenir de la gestión con expectativa. Si fracasa el plan A, que es básicamente no caer en cesación de pagos, adquieren mayor peso los sectores radicalizados que reportan a Cristina. Ese es el tic tac que más perturba en el PJ.

Hasta ahora, Fernández tomó medidas de ajuste y subió tributos. Lo explicó bien Emanuel Álvarez Agis: “Alberto va a conseguir lo que no pudo Macri: déficit cero. Y va a llegar por el impuesto país y las retenciones, que son un punto de recaudación”.

El ala dura del kirchnerismo mira el devenir de la gestión con expectativa. Si fracasa el plan A, que es básicamente no caer en cesación de pagos, adquieren mayor peso los sectores radicalizados que reportan a Cristina. Ese es el tic tac que más perturba en el PJ.

A esa receta ortodoxa, le sumó la inyección de módicos recursos a los sectores más bajos. Eso no parece suficiente para lograr la aspiración de “encender” el motor de una economía, que viene castigada de la administración anterior.

Otra vez el tiempo acecha a Alberto.

Macri suele contar que en sus conversaciones con líderes del exterior surgía siempre la preocupación sobre cómo gobernar en medio de una crisis de representatividad. Ya casi no hay luna de miel con los mandatarios, y las demandas se transforman rápido en protestas.

Iván Duque, en Colombia; Sebastián Piñera, en Chile, y Lenin Moreno, en Ecuador; son algunos casos en la región de abrupta pérdida de popularidad a poco de asumir.

El surcoreano Byung-Chul Han, uno de los filósofos más leídos del mundo contemporáneo, describe a las “olas de indignación” como un fenómeno característico de la era digital, eficaces para movilizar y aglutinar gente, pero no para configurar espacios ni discursos públicos.

“La primacía absoluta del presente caracteriza nuestro mundo. El tiempo se dispersa como mera sucesión de presentes disponibles”, sostiene Han en “El enjambre”. En su mirada, la política también está en esta trampa temporal, ya no se presenta como “mediadora”, ni tampoco muestra un futuro.

Foto NA
Foto NA

Para Macri, haber terminado su mandato en un escenario tan volátil (y con una mala gestión económica) es su mayor logro. Casi nadie se plantea como un objetivo que Alberto llegue a 2023, se da por hecho.

Aunque gobernar no está fácil para nadie, ni siquiera para un presidente peronista.