De este lodazal no íbamos a salir fácil. Mientras secuestraban, desaparecían y mataban argentinos; otros gritaban goles, miraban para otro lado o se creían a salvo por usar el pelo corto o por no meterse donde no los llamaban.

Pero como ya dijimos, eran bastante inútiles y el globo se les iba pinchando porque, aparte de todas las macanas, tenían que gobernar este cabaret, y eso nunca es sencillo.

A Videla hubo que darle el olivo, porque muy cínico, mucha sangre fría, mucha cara de amianto, pero los números no cerraban.

Así que los cráneos pusieron al tal Roberto Eduardo Viola de presidente. Ya lo habían ascendido y formaba parte de la Junta así que más o menos sabía de qué venía la cosa. Para marzo de 1981 estaba sentado en el banquito del cafaña Rivadavia.

La gente andaba medio podrida y la economía devastada. El nuevo okupa de la casa de citas de Balcarce 50 reemplazó al fatídico Joe, el orejón, por el tal Lorenzo Sigaut que, para arreglar las cosas, se lució con una frase que aún hoy nos hace descostillar de risa: “el que apuesta al dólar pierde”. Mire Sr. exministro, somos un pueblo bastante pelotudo, pero usted se pasó un par de pueblos. Como terminó es fácil de imaginar.

Videla, Viola y Stroesnner

Viola, para ver si calmaba un poco los ánimos, se ablandó y acercó a su gobierno a políticos y técnicos civiles. Creía que el colaboracionismo lo iba a llevar a la otra orilla, pobre.

El que empieza a aprovecharse de todo esto es Saúl Ubaldini que reorganiza a la CGT y se juega la cabeza marchando y protestando. Además, la impericia de estos muchachos logró que en el país de la grieta los partidos se reunieran en la Multipartidaria Nacional y empezaran a agitar el quilombo, en forma de elecciones. En el medio de esto estiró la pata Balbín y salieron todos a la calle a reivindicar la democracia. Bueno.

Resulta, entonces, que el tal Viola era más inoperante que Videla y los patrones de la Junta, la embajada y todos los etc que siempre acompañan estas movidas, resolvieron avisarle que era incapaz de ejercer la primera magistratura, por más que la estuviera usurpando. Como no era precisamente el primero de la clase, se tomó una licencia de un par de días. En su lugar pusieron al ministro del interior, Horacio Tomás Liendo, el papá del que contrató Cavallo para secundarlo en el Banco Central, en la negociación del Plan Brady, y coautor de la famosa convertibilidad, todas cosas que no veremos en estas columnas porque ya está bien. También era el abuelo de otro Horacio Liendo, que pasó hace una gestión atrás por el Banco Central. En fin, toda una familia dedicada a forjar esta patria.

Liendo

Vale aclarar, por si alguien tiene alguna duda, que el desaguisado de Viola con la política y la economía no había interferido con el terrorismo de Estado ni morigerado una sola barrabasada a la que estos hijos de puta estaban acostumbrados.

Cuestión que la Junta lo conminó a renunciar, pero el cerebrito se negó. Así que lo mandaron a tejer escarpines “por razón de Estado”, y avisaron que iba a asumir un tal Galtieri, un nieto de hijos de puta que, además, era afecto a tomar decisiones pasado de brebaje escocés. Liendo se negó a seguir en el cargo y entonces, hasta poder efectivizarse el cambio de mando, pusieron a Lacoste, que nada que ver con la ropa, pero venía de organizar el mundial que ganamos. Después la FIFA lo invitó al mundial 86 y lo sacaron a puteadas, pero eso ya fue cuando todos éramos valientes.

Para diciembre del ´81, entonces, el general Leopoldo Fortunato Galtieri se acodaba en la barra de la Rosada para conducir los destinos de este páramo. Y puso a manejar la economía a Roberto Teodoro Alemann, el hermano mayor de Katja, la despampanante actriz de los ´80/´90 y ex esposa del tristemente célebre Omar Chabán. El tipo ya venía de haber sido ministro de Frondizi y, así y todo, nos ilusionamos. Congeló los salarios, achicó el gasto público, vendió las joyas de la abuela que tuvo tiempo de vender y deprimió la economía de modo tal que cuando la Multipartidaria se llenó los huevos, salió a protestar y la cosa terminó con represión y un muerto. La represión y los muertos igual eran medallas que se colgaban.

Pero veamos que notable y aceitado estaba el desquicio de estos monos con navaja que, mientras el hermano de Katja recortaba el presupuesto de defensa, en las oficinas de enfrente planeaban declararle la guerra a la pérfida Albión para recuperar las Malvinas. Por supuesto, Galtieri sería un borracho incurable, un delirante, un imbécil como sus antecesores, pero no se apartó un céntimo de ir liquidando a todo el que pensara distinto o a todo aquel que no pensara igual.

Galtieri

Pero a los países los mueve la economía, y por más que uno pase por las armas a todo el mundo, si los números no cierran la cosa se complica. El ´82 arrancó con cinco manifestaciones en contra del gobierno, todas con su respectiva represión, detenciones y cosas horribles correspondientes. Y no nos olvidemos, acá la cosa era por objetivos, no por tiempo, y para el objetivo faltaba. Así que había que buscar oxígeno. Había que unir a los argentinos, como con el mundial.

Y se pusieron a buscar soluciones, algo más creativo que llamar a elecciones y asumir el fracaso de la empresa. Quizás porque sabrían cómo iban a terminar sus días o no, porque tampoco tenían tanta imaginación. Organizar otro mundial estaba complicado, ya estaba designada España para eso.

Entonces a alguno se le ocurrió que era una gran idea recuperar las Malvinas. Total, estábamos muy bien para cargarnos a un Imperio. No estaba mal. Aparte, me imagino acá tecleando, al idiota que creyó que la Madre Patria con sede en Washington iba a apoyar la estupidez por el Plan Cóndor y la mar en coche. Los boludos con iniciativa son peligrosísimos, no me digan.

La sangre acá ya no valía un centavo, había un grupo de profesionales que querían ser héroes y un montón de chicos que iban a ir al matadero a jugársela por la Patria y, de rebote, por una manga de enajenados dispuestos a cagarse en lo que fuera con tal de no moverse medio metro de su tarea de hacer bosta lo que quedaba del país.

Soldados argentinos en las Islas Malvinas. AFP PHOTO Daniel GARCIA

El 26 de marzo de 1982, estos dementes decidieron hacer pie en las Malvinas. Nuestro día D sería entre el 1 y el 3 de abril: lo hicimos el 2, para más sorpresa. Ahí encerraron a los pibitos y, unos días después, la Plaza se llenó de imbéciles que vivaron a nuestro Pepe Botella por la reconquista de nuestra tierra.

Pero fuimos, por la cara, contra el Imperio, contra la Thatcher, contra la Reina -la mamá de Carlos, la suegra de Diana, la abuela de William y del otro pavote mantenido que ahora la juega de rebelde atrás de la pollera de su esposa yankee-.

Y va a terminar mal, como siempre y como nunca. Para no perder la costumbre.