Antes de las elecciones legislativas de 2017, Emilio Monzó fomentaba un acuerdo con algunos peronistas no kirchneristas, aquellos que tenían poder en el Congreso y habían facilitado la aprobación de leyes claves para el macrismo. El presidente de la Cámara de Diputados estaba interesado en un dirigente en particular: Florencio Randazzo. El acuerdo político habría tenido éxito si no fuera porque en frente del "reivindicador de la rosca” estaba Jaime Durán Barba.

"El presidente tenía que optar por una de las dos lógicas, sabiendo que el resultado electoral iba a ser leído como un plebiscito sobre su gestión (...) Tras escuchar ambas propuestas, eligió nuevamente la de su consultor. Los efectos propagandísticos de rechazar alianzas eran preferibles a los de sumar gobernabilidad”, relata Andrés Fidanza en su libro "Durán Barba. El mago de la felicidad" (Ed. Planeta), que requirió un año de investigación, decenas de entrevistas y cuatro meses de escritura.

Detrás del fracaso económico que combina inflación, endeudamiento y aumento de la pobreza se esconde una apuesta política sin precedentes en la Argentina. En su libro, Fidanza recorre el derrotero del macrismo a través del prisma duranbarbiano. Un camino que enfrentó al ala más política del Gobierno contra la mirada de un asesor que intentó alimentar con percepciones a los argentinos y volcó sus conocimientos de la sociedad moderna en un laboratorio de más 40 millones de habitantes.

El ecuatoriano se sumó al equipo de Macri en 2005 con una sóla misión: convertir al expresidente de Boca e hijo de Franco Macri, uno de los empresarios más importantes de la patria contratista, en Mauricio, un hombre común, sensible, con buenas intenciones. También con un proyecto político distinto, con el pragmatismo como bandera para ocultar la ideología de una apuesta tecnocrática que incluía un plantel de CEOs que buscaban gestionar lo público en la Ciudad. Así, el ecuatoriano con una experiencia académica que exagera y una cuota diaria de 10 mil dólares -aunque asegura que a Macri le cobraba mucho menos- mezcló marketing y una forma novedosa de ver a la sociedad y puso a "Mauricio” a saltar baches, bailar, hablar de fútbol y usar metáforas sencillas y divertidas. El resultado fueron 10 años de victoria consecutiva y la conquista del sillón de Rivadavia después de 13 años de peronismo. 

En diálogo con El Canciller, el autor analiza el rol del asesor presidencial y su relación con el Gobierno de Mauricio Macri.

Política, percepciones y marketing: el macrismo a través de Durán Barba

Andrés Fidanza, autor también de "Él o vos. Francisco de Narvárez y la política como plan de negocios"

Más allá de lo económico, ¿hay una parte de la derrota electoral que le corresponde a Durán Barba?

—El fracaso más vinculado a Durán Barba es el fracaso de esta idea de que la sociedad argentina estaba tan desperdigada, tan individualizada, que prácticamente no importaban los resultados económicos. Que con una ingeniería de educación avanzada podías generar percepciones sociales -o individuales- de que la cosa no estaba tan mal, de que los sacrificios eran necesarios. Esa mecánica encontró un techo y la sociedad le dijo "hasta acá llegamos”. En el oficialismo se generó una realidad paralela de que la elección estaba peleada. En ese punto hay algo de querer o de autoengaño. El Gobierno jugó mucho con el mito de que desde el laboratorio Durán Barba podía tocar algunos botones y dar vuelta el resultado

¿Está exagerado como académico?

—Hay bastante mito detrás de su presentación como un intelectual reconocido en todo el mundo. Es profesor de una maestría a distancia muy profesionalista, muy dedicada a la praxis de la consultoría. No hay un corpus de ideas, una densidad teórica ni un rigor académico dentro de este tipo de posgrados que muchos utilizan para comprar contactos e influencias de cierto establishment de Estados Unidos. A él le gusta venderse como el profesor más prestigioso, en parte también para distanciarse de la rosca política de "baja estofa”. Lo que no quita que es un hombre muy culto para lo que es el promedio de la política.

¿Qué hizo particular a Durán Barba como consultor político?

—La forma en la que fue ganando lugar en la toma de decisiones del Gobierno. Por eso también quedó tan pegado a la figura de Macri en la derrota. Es decir, el hecho de que estemos hablando del fracaso de Durán Barba. En ningún caso se habla del fracaso del consultor. Tuvo atribuciones que exceden el rol del consultor clásico pero también se volvió un punching ball para pegarle a Macri sin pegarle. Lo mismo pasó con Marcos Peña. Pero no hay que olvidar que por encima de todo está Macri: ni Cristina Kirchner, ni Alberto Fernández, ni el mismo Horacio Rodríguez Larreta le habría dado tanto lugar a un consultor.

A raíz de la decisión de Cristina de ungir a Alberto Fernández, el Gobierno llamó a Pichetto para acompañar a Macri. ¿Eso no rompe con la lógica de Durán Barba?

—Ellos vieron que la jugada de Cristina de correrse y ponerlo a Alberto Fernández era buena, pero quisieron forzar que era mala, que él iba a ser un títere para seguir peleando con Cristina en el ring. Decir que la jugada fue mala fue parte de la táctica. Internamente sabían que no. Por eso después lo pusieron a Pichetto: una decisión que va en contra del manual duranbarbiano que es escoltar a Macri con una mujer, en general joven, con buena imagen, que compensara la figura dura de él. Al lado de Pichetto, Macri es el empático.


Durán Barba. El mago de la felicidad

Por Andrés Fidanza

Planeta. 228 páginas, $630