Hace dos meses, en el medio del frío que mojaba todo lo que fuera gobierno, fui a una charla de Marcos Peña para macristas modelo base sin aire ni levanta vidrios.

Lo vi gordo pero fornido, con el pecho levantado. Hay un tono en los músculos que distingue al gordo fuerte del gordo papa.

Marcos explicó las razones por las que íbamos a ganar. Cómo incluían números no entendí. Después hubo preguntas y comentarios, no dije nada, hubiera dicho que mi angustia del momento requería una dosis más fuerte de Marcos.

Que necesitaba estar en un asado y que Marcos estuviera picadelli, dando una arenga de batalla como las que vi en cine de Súper Acción los sábados pero más en carne viva latinoamericana.

Un par de semanas después me encontré con un amigo que trabaja con Marcos. Que querés, el chabón es como es, me dió un baño de realidad. La política siempre se construye con chabones que son como son.

Marcos tiene el don. El don es siempre lo más escaso, lo diferente. Los que lo siguen como a una religión sienten que jubiló a la política del biribiri y la reemplazó con método. Los que no lo quieren y están adentro se encomiendan a su magia secreta para ganar elecciones en este mundo moderno.

Los que siguen a Marcos Peña como a una religión sienten que jubiló a la política del biribiri y la reemplazó con método.

Estos días uno de los temas de conversación fue si Marcos ganó o perdió con la designación de Pichetto. Para mí tiene las virtudes del aire fresco que se hable de la posibilidad de que Marcos haya perdido tres minutos. Enfrente está lo necio y lo autoritario, los que van a perder un domingo.

Lo que nace ahora es un relato renovado sobre Cambiemos, que se dobla pero que no se quiebra. Hay que subirse a un tanque de guerra hecho de banditas elásticas.

La noche de la elección en la que María Eugenia Vidal ganó la gobernación lo crucé a Marcos que entraba al festejo. Iba camino a hacer también a un presidente. Lo saludé y me impresionó la alegría moderada. Yo hubiera entrado en elefante, uno de hule al menos.

Muy puteado Marcos Peña todos estos años en voz muy baja por todos los que no se dieron cuenta que él y Macri son un binomio, cómo Starky & Hutch. Una de las tareas de Marcos es llevarse la marca de las puteadas para que Macri represente, para nosotros, el progreso infalible, inmaculado.

La tarea de Marcos es llevarse la marca de las puteadas para que Macri represente, para nosotros, el progreso infalible, inmaculado.

Bendecidos por la campaña, por el hambre de ganar y el miedo de perder, ya nadie pierde tiempo haciendo de catadores de aciertos y errores del pasado reciente, que fue hace mil años. Todos tenemos claro que esos dos pibes son el rumbo.