"Yo creo en Dios, porque he abierto tantos cadáveres. Una cosa tan perfecta como el cuerpo humano, un ADN, un cerebro, no se pudo haber hecho solo. Tiene que haber habido un ser superior, pudo ser Dios o como vos quieras llamarlo, pero Dios existe”. Osvaldo Raffo describió así su relación con la muerte, en una nota publicada por Tiempo Argentino en enero de 2015.

Raffo era tanatólogo y tenía 88 años. Entro primero a trabajar a la Policía y luego llegó a ser director de Medicina Legal en La Plata. En 1983 ingresó a la Morgue Judicial de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Hizo, según contaba, más de 20.000 autopsias.

En ese marco fue que actuó en el expediente por la muerte de René Favaloro, un caso que lo alteró. "Hubo que hacerle la autopsia y el corazón estaba reventado con un tiro de un 357 Magnum. Lo había comprado en una armería, pero como era Favaloro nadie le preguntó nada. Se pegó un balazo”, recordó.

Nisman, Robledo Puch, García Belsunce y 20 mil autopsias: Raffo, el perito de las causas del poder

En la nota que dejó en su casa, Raffo dijo que no aguantaba más. "Sr. Juez, no soporto más los dolores que me aquejan. No se culpe a nadie de mi muerte. Dios nos perdona”.

El perito -que tuvo intervención en homicidios como el de Alberto Nisman, Ángeles Rawson, Candela Rodríguez y María Marta García Belsunce- siempre fue creyente y resaltó esa condición en cada oportunidad que tuvo. También intervino en la causa por los crímenes de Robledo Puch.

En el caso Nisman, Raffo había sido convocado por la querella de Sandra Arroyo Salgado y sostuvo que el fiscal federal había sido asesinado, en línea con la posición que adoptó el Gobierno cuando Mauricio Macri asumió como presidente, y que luego apuntaló, en igual sentido, un cuestionado informe de Gendarmería Nacional.