Nada está definido. Cristina Kirchner podría ser candidata a presidente en un frente con gran parte del PJ y llevar a Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires. Podría también encontrar la pócima para redimir a Sergio Massa y convertirlo en aliado para recuperar la gobernación bonaerense. Podría incluso, de acuerdo a más de una encuesta, ganarle un balotaje a Mauricio Macri y reponer en cartelera el horror del populismo en el poder.

Pero un triunfo suyo hermana en los peores presagios a sus detractores envenenados con exfuncionarios y peronistas que la prefieren, por mucho, antes que a Macri. Entre que gana y asume, afirman, la expresidenta sufrirá la fuga masiva de capitales, la peor corrida al dólar y un riesgo país todavía más alto del que ya provoca el presidente. La pesada herencia de endeudamiento, inflación y recesión que deja Cambiemos detonará en un interregno con gobierno pleno de los mercados y, cuando Cristina llegue, encontrará un escenario endemoniado.

Pese a las calamidades que le anuncian, al desfile interminable en Comodoro Py y a un viaje a Cuba interpretado como su primer paso hacia el costado, CFK está en carrera. Dicen, desde La Habana, que no hay ningún plan para bajarse de nada.

Pese a las calamidades que le anuncian, al desfile interminable en Comodoro Py y a un viaje a Cuba interpretado como su primer paso hacia el costado, CFK está en carrera. Dicen, desde La Habana, que no hay ningún plan para bajarse de nada.

La voluntad de Cristina decide pero ni siquiera sus incondicionales se ponen de acuerdo. Algunos piensan que debe despedirse, evitar que la crisis la devore y tallar su nombre en la historia con un renunciamiento que la eleve en el altar de la unidad más amplia. Un gesto que la ponga mucho más alto en las encuestas, la preserve de una eventual derrota y la cuide al mismo tiempo del fuego de sus enemigos.

Están los que sostienen todo lo contrario. La doctora tiene que ir a pelear sola y con los propios porque nadie le suma nada. Según esa visión, cualquiera que se suma desde el no kirchnerismo termina diluido en la falda de Cristina, no aporta votos y puede travestirse en un nuevo Cobos. La tarea es cuidarla de los camaleones que se le acercan y prepararse para tomar las riendas del Estado, en los primeros 90 días de su mandato, con medidas para reactivar el consumo, un freno a la fuga de divisas, una renegociación con el Fondo y una alianza con China y Rusia.

En el oficialismo, tampoco nada está definido. Macri puede persistir por su reelección como antítesis de CFK, ir a competir con la camiseta del Fondo desde el piso de sus adhesiones y en medio de un escenario recesivo, no exento de nuevas turbulencias. Puede, también, advertir al final que sus chances son escasas y abrir la PASO a una candidatura de Martín Lousteau o ceder su lugar para una fórmula liderada por María Eugenia Vidal.

La voluntad de Cristina decide pero ni siquiera sus incondicionales se ponen de acuerdo. Algunos piensan que debe despedirse, evitar que la crisis la devore y tallar su nombre en la historia con un renunciamiento que la eleve en el altar de la unidad más amplia.

Massa puede reincidir con su candidatura a presidente, ir a una PASO con Juan Manuel Urtubey y asumir una nueva derrota nacional, lejos de los dos grandes polos. Con el riesgo, además, de perder a su pata cordobesa, por el acercamiento de Juan Schiaretti con Roberto Lavagna y Miguel Ángel Pichetto. Puede esperar que Cristina se corra finalmente de la pelea mayor y entrar a una gran primaria de cristinistas y peronistas, puede acordar finalmente ser el hombre de la expresidenta contra Vidal o puede seguir un cauce más natural y salir a pelear en provincia desde la concertación lavagnista.

El exintendente de Tigre tiene, por último, una opción más en su menú electoral: abrirse a un entendimiento con su íntimo amigo Horacio Rodríguez Larreta y plantar una boleta peronista en el territorio madre de todas las batallas que le robe algunos puntos al PJ cristinista y beneficie a la gobernadora, socia permanente del jefe de Gobierno porteño. Una variante no contradictoria con un discurso opositor, centrado en los dardos contra Macri, como el que sostiene ahora el ex jefe de Gabinete de CFK. Sería la forma de actualizar una convergencia que se vio hace unos meses, cuando Massa funcionó como promotor del adelantamiento de los comicios en provincia y se repite ahora, según creen en Casa Rosada, cuando reaparece en los medios el plan de Vidal para ser candidata a presidenta en reemplazo de un Mauricio que sigue a la deriva.

Impulsado por Jorge Brito, el Grupo Vila-Manzano y la familia Eskenazi, el exintendente lucha por sostener su candidatura, pese a que el Círculo Rojo se astilla y muda parte de su esperanza hacia el campamento de Lavagna. El exministro de Economía cuenta con el apoyo de grupos empresarios ligados a la industria, tiene una relación histórica con Techint, un aliado fundamental en Clarín y hasta puede ser refugio de antiguos cavallistas como Luis Pagani, que con Macri recordaron lo que es perder.

Impulsado por Jorge Brito, el Grupo Vila-Manzano y la familia Eskenazi, el exintendente lucha por sostener su candidatura, pese a que el Círculo Rojo se astilla y muda parte de su esperanza hacia el campamento de Lavagna.

El loop de ajuste y recesión que proyecta Cambiemos satura incluso a sus socios históricos y hasta los accionistas de Expoagro pueden terminar divididos en este turno electoral. Hacia las filas de Lavagna, más distante ahora de Massa, migró en los últimos días el power trío de Schiaretti, Guillermo Seita y Marcelo Tinelli.

Aunque no parezca, también el radicalismo tiene opciones. Puede respirar hondo, adivinar un horizonte menos traumático y acompañar a la sociedad de Macri, Marcos Peña y Elisa Carrió. O puede también -con o sin Convención- drenar en parte hacia las filas del excompañero de fórmula de Gerardo Morales en 2007. No sólo Ricardo Alfonsín sino también Lousteau, el candidato que duda entre seguir como actor de reparto en Cambiemos o lanzarse ya en busca de mayor protagonismo. El ideólogo de la resolución 125 mantiene desde siempre una relación plena de coincidencias con Lavagna. Los une además, por si hiciera falta, un puente de plata cargado de historia, el que va de Enrique Nosiglia hasta Luis Barrionuevo.

A tres meses del cierre de listas, el escenario está abierto y nadie quiere apurarse. Define la voluntad de los candidatos, pero pesan la adhesión popular, la batalla intestina entre factores de poder y, sobre todo, la profundidad y el ritmo de la crisis. El dólar, la inflación, el derrumbe de la industria, la caída del consumo, el desempleo, la liquidación de la cosecha, la voracidad de los mercados y la paciencia social; todo eso rige los movimientos de una dirigencia que va detrás de los acontecimientos. Hasta las alianzas más sólidas pueden alterarse si la emergencia crece. Por eso, todos pelean a su manera: primero por sobrevivir y después por capturar el poder, la bomba de tiempo que Macri lleva hasta la orilla del default.