Hace tiempo que las mujeres reclaman en Argentina para que profesionalice el deporte más popular del país: el fútbol. A principios de marzo, después de décadas de pedidos y movilizaciones, Claudio Chiqui Tapia, presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, anunció finalmente que acompañará económicamente a los 16 clubes de Primera, con $24 millones para los contratos, más una Liga Profesional y una Copa Federal.

Durante el evento de presentación de la Copa del Mundo que se jugará el 7 de junio en Francia, el dirigente aseguró que si bien el profesionalismo en los torneos llevará un tiempo, buscarán que su formalización sea rápida y para siempre, con medidas económicas y de infraestructura.

En tanto, desde Futbolistas Argentinos Agremiados se cerró un plan de asistencia médica para las jugadoras, lo que les permitirá realizar planteamientos individualizados de entrenamiento y nutrición para mejorar el desempeño futbolístico.

Esto generará un cambio histórico, lo que hace crecer la expectativa dentro del ambiente, tanto en equipos técnicos como en jugadoras, que están en proceso de lucha desde hace más de medio siglo.

En 1971, durante el primer Mundial -no oficial- del que participó Argentina, en México, la AFA dio la orden de que no se les permitiera a los equipos femeninos competir al nivel de las grandes ligas. Pero solo luego de 14 ediciones de mundiales masculinos, finalmente, en 1991, la FIFA dio el primer paso y organizó el primer campeonato global.

Asume Tapia una vieja deuda de la AFA y decreta la profesionalización del fútbol femenino en Argentina

En medio de la última oleada de revolución feminista, el gran fogoneo a partir del #NiUnaMenos en 2015, generó un impacto en la militancia de las futbolistas, que lograron en 2018 que la Conmebol exigiera a los clubes de fútbol masculino tener planteles femeninos y categorías juveniles.

Probablemente, haya sido Macarena Sánchez quien en ese contexto levantó con más vehemencia la bandera de los derechos laborales de las mujeres en el fútbol. 

El caso Maca Sánchez

Macarena Sánchez era delantera de la UAI Urquiza. Su despido repentino y en medio del torneo por parte del club con el que consiguió cuatro torneos de Primera División y la medalla de bronce en la Copa Libertadores 2015, significó para ella la imposibilidad de fichar con otro equipo por los siguientes seis meses.

Asesorada por un grupo de abogadas feministas, el 18 de enero demandó al club y le exigió a AFA que la reconocieran como “trabajadora” para que se cumplieran las normativas de la FIFA respecto a los principios de no discriminación y de igualdad de género.

Su reclamo, que dio la vuelta al mundo e hizo explotar las redes sociales, impactó de lleno en el escenario deportivo, político y mediático; y logró que Boca, River, San Lorenzo y Racing, lo visibilizaran en los partidos masculinos con pancartas bajo el lema “Por un fútbol femenino profesional”.

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El camino a la profesionalización

Hasta 2011, el torneo local femenino estuvo gobernado por River y Boca, dos clubes con suficiente estructura y poder económico como para invertir (o afrontar las pérdidas) en el fútbol femenino; mientras que en el resto, el rendimiento deportivo era inferior, consecuente a una precarización forzada.

Con el avance de la profesionalización, comenzaron los contratos de indumentaria, el pago de viáticos y, en ocasiones, con salarios que, aunque no superaban los $15 mil, legitimaban el reclamo.

De cara al Mundial, las futbolistas de la Selección Argentina jugarán con camiseta Adidas, la empresa alemana que el 8 de marzo confirmó, mediante el lema "equal pay for equal play" (igual pago por el mismo juego), que pagará al equipo el mismo bono por productividad que a las selecciones masculinas.

Ahora, con el anuncio de Tapia, finalmente llegó el momento del avance hacia el profesionalismo. Será un camino para trasnformar uno de los ámbitos con mayor desigualdad. Y si la tendencia continúa, en algunos años podrìan eliminar la disparidad de género y acceder a las mismas opotunidades deportivas.