Mientras Mariu disfruta a un presidente decidido a resolver los problemas económicos de la provincia inviable, el peronismo sigue inmerso en una nube de dudas sobre su futuro.


La derrota de todas las expresiones peronistas, desde la más empoderada en Unidad Ciudadana hasta la "tradicionalista" del PJ, dejó expuesto al movimiento a uno de sus más grandes desafíos, comprobar si sigue vigente como alternativa de poder o si sólo es parte del acervo cultural del país.

En un esquema similar al del radicalismo, la división en pequeñas tribus y expresiones de "peronismo dirigencial" no sólo detiene cualquier discusión de reorganización a futuro, sino que abonan al escenario preferido del oficialismo: una oposición irrelevante y sin representatividad.

Cristina le habla sólo a los propios, el resto del arco opositor sólo habla de Cristina, en una endogamia sin destino que se complejiza con las cartas de Julio De Vido. El ex ministro actúa como un justiciero caído en desgracia, en la misión de exponer a gran parte de los dirigentes de la actualidad, que se debaten entre los que quieren una expresión de centroizquierda como minoría intensa y los que plantean un gran arco de unidad sin algunos.

En este marco, sorprende el síndrome de Estocolmo de algunos que, enojados con Cristina y su emergente "empoderado" sin lugar para el Peronismo, no terminan de delimitar el problema que sufren con esa conducción. En rigor, Aníbal Fernández emite una carta contra las decisiones de armado de listas, referentes, entorno y posicionamiento de su espacio negando lo obvio: todo eso es una decisión de la propia Cristina y su responsabilidad directa. Si la conducción se mide por el éxito como decía el propio Perón, la actual ha evidenciado un fracaso rotundo y de crecimiento exponencial en los últimos dos años.

La tensión entre peronismo y Unidad Ciudadana no pareciera tener rápida solución y no existe más el famoso "adentro" donde lavar los trapitos, evidenciando que ya no se puede disciplinar sin la fuerza de las victorias ni del Estado. ¿Qué mejor escenario para Cambiemos que una división tribal cada vez más repartida, para seguir consolidando la argentina amarilla?

Mientras no se discuta como prioridad a quién representa el peronismo y cuál es la propuesta de futuro que definirá su identidad en el siglo XXI, no habrá solución alguna. Contrariamente a lo que se escucha respecto a "una conducción que ordene a la fuerza”, hoy el desafío es definir qué expresa ese espacio y cómo quiere resolverle los problemas a los argentinos. Hasta que eso suceda, no habrá mejor escenario para Cambiemos y su proyecto de hegemonía que viene para largo. Ya desensillamos, el tema es que alguna vez aclare.