Los sobresaltos que el dólar viene mostrando esta semana se acompañan con perspectivas muy negativas de inflación para febrero y una colección de indicadores macro donde abunda el color rojo ¿Esta semana marca un fin de la paz cambiaria? ¿Dónde están los límites de la estrategia económica del gobierno? ¿Qué consecuencias (y nuevos problemas) nos deja la paz cambiaria? Lejos del alarmismo y el optimismo twittero, trataremos de aportar un punto de vista para poner blanco sobre negro dónde estamos parados.

"¿Cuánto te sale un dólar calmo?”. Esta pregunta nos hacíamos en ElCanciller en octubre, luego de los anuncios del por aquel entonces flamante Presidente del BCRA, Guido Sandleris. Tras la crisis cambiaria desatada en abril/mayo, la estabilización era prioridad. La estrategia de Sandleris no por rústica fue menos efectiva y con tasas que llegaron a alcanzar el 72% en el inicio, se mantuvo al dólar siempre dentro de la ZNI (zona de no intervención) definida por las bandas cambiarias.

Este nivel de tasas, si bien desincentivó la dolarización de ahorros y estimuló (vía permitir la inclusión de LELIQs en encajes) el crecimiento de plazos fijos y opciones financieras en pesos, también llevó al extremo la tensión de la cadena de pagos en los sectores productivos. Ante una tasa tan alta, el incremento del costo de financiamiento de una empresa para el pago de obligaciones corrientes (salarios, proveedores) agudizó la crisis que puede verse en las caídas que se observan en industria, comercio y construcción. El costo de la paz cambiaria y un mini verano financiero es el de un invierno productivo que ya empieza a sentirse en el mercado de trabajo.

La estrategia de Sandleris no por rústica fue menos efectiva y con tasas que llegaron a alcanzar el 72% en el inicio, se mantuvo al dólar siempre dentro de la zona de no intervención.

No obstante, esta paz se muestra frágil ante pequeñas correcciones cambiarias. La suba del dólar a $41 registrada hoy genera cierta inquietud en la memoria latente del 2018 furioso en lo cambiario. Sin embargo, es lógica en cuanto a la dinámica que viene dándose en las últimas semanas. La tendencia decreciente de la tasa de interés de referencia (aun en niveles altos) y las perspectivas de inflación que no arrojan de la mano de las tarifas (se espera un salto inflacionario del 3,5% al 4% para febrero), hacen que vuelva a tener atractivo posicionarse en dólares. Esto, por un lado, muestra la rigidez que tienen hoy las tasas a la baja; el mercado pone límites que perjudican la recuperación de la economía real. Y ese límite es, también, el de la política económica.

Ahora bien, señalar en este punto el inicio de una nueva corrida está entre las fronteras de lo apresurado y lo irresponsable. Por un lado, la cotización del dólar sigue dentro de la ZNI, cuyo techo hoy supera los $49. En segundo lugar, la convalidación de tasas más altas a las letras del tesoro que se licitarán estos meses pueden buscar amortiguar una posible escalada del dólar. Por último, hoy se cuenta con un excedente de liquidez en dólares de entre USD8.000 MM y USD10.000 MM para aplacar corridas (lo cual, recordemos, de poco le sirvió a Sturzenegger). El blindaje del frente financiero que trajo el acuerdo con el FMI cubre, o se espera que cubra, el 2019 de eventualidades. Pero, no es menos cierto que a pesar de la estabilización nuestras fragilidades siguen ahí, inalteradas.

No es una buena señal que cambie la tendencia en la cotización del dólar. En principio, por lo que genera en la confianza del mercado y los ahorristas/votantes pequeños. La espiralización de una crisis de confianza repercutiría de modo brutal sobre la economía. Y cierto es que el 2019 plantea instancias de evaluación de confianza por parte de los mercados. Como señaló el muy puntilloso colega Matias Carugati recientemente en el diario El Economista, hay algunos elementos de cuidado a considerar. Por un lado, el crecimiento de los plazos fijos se dio en posiciones de corto plazo, montos elevados y personas jurídicas (las cuales potencialmente son inversores de mayor sofisticación). Si el contexto gana volatilidad, estos ahorristas pueden ser un factor de inestabilidad si deciden "irse del peso”. Por otro lado, el gobierno buscará renovar Letes en dólares por casi USD 8.500 MM; las tasas a convalidar serán un termómetro de confianza.

No es una buena señal que cambie la tendencia en la cotización del dólar. La espiralización de una crisis de confianza repercutiría de modo brutal sobre la economía.

El BCRA de Sandleris se ha mostrado cauteloso en sus movimientos y su accionar en los próximos días, ante el primer sobresalto cambiario que le toca afrontar, será clave para que muestre su capacidad de reacción y uso de las herramientas disponibles. La continuidad de la estabilización post crisis cambiaria es un objetivo necesario que encuentra problemas en la manejo de ajustes tarifarios que impiden que se doblegue el ritmo inflacionario, al tiempo que se siguen deteriorando las condiciones de la economía real. A su vez, si no mejora la economía, ninguna tranquilidad cambiaria puede sostenerse en largo aliento sin que generar presiones que nos vuelvan a poner en escenarios de vértigo.

Hace 100 años, John Maynard Keynes publicaba en "Las Consecuencias económicas de la paz” su disconformidad con las plausibles consecuencias que traería (y efectivamente trajo) el Tratado de Versalles tras la Primera Guerra Mundial. A infinitas graduaciones de distancia, nuestra paz cambiaria post "Tratado de Sandleris” también trae consecuencias, que necesitan ser abordadas para poner foco en el crecimiento, al tiempo que se genera confianza para evitar episodios cambiarios como los del 2018.

El equilibrio entre ambas pautas es frágil y la calidad electoral del año vuelve más susceptible el escenario a las ansiedades y a las urgencias. Pero sin una política que mitigue los efectos de la crisis en los sectores productivos, todo posible rebote tendrá inocuo efecto sobre empresas y trabajadores.