El escenario de que Cristina Kirchner vuelva a ser presidenta aporta incertidumbre para los mercados en el año electoral. Agentes financieros, el FMI y otros organismos multilaterales financiaron durante tres años el gradualismo sin resultados del presidente Mauricio Macri. Aunque le reprochan cierta falta de eficacia en las políticas que implementó, las fuentes del endeudamiento de Cambiemos reconocen que su suerte está atada a la del fundador y líder del PRO.

Desde que Macri llegó a la Casa Rosada, Argentina se ha vuelto un país mucho más provechoso para los capitales extranjeros, sobre todo aquellos vinculados a la especulación financiera. La fuga de divisas, las altas tasas de interés y el desembarco de entidades financieras al país son algunos de los hechos que demuestran esta premisa. A pesar de la ausencia o escasez de inversiones ligadas a los sectores productivos, los movimientos financieros crecieron notablemente, en parte potenciado por una máquina eficaz de carry trade (bicicleta financiera) configurada por el Banco Central de Federico Sturzenegger, Luis Caputo y Guido Sandleris.

El Gobierno adjudicó en varias ocasiones las subidas y bajadas del riesgo país al avance de Cristina Kirchner en las encuestas.

El Gobierno adjudicó en varias ocasiones las subidas y bajadas del riesgo país al avance de Cristina Kirchner en las encuestas. Si el riesgo país es un indicador que mide la capacidad de Argentina de hacerse cargo de los pagos de la deuda externa y si el mismo sube a medida que la expresidenta crece en las encuestas, podemos concluir que una eventual victoria de la líder de Unidad Ciudadana podría terminar con una reestructuración de la deuda o, en el peor de los casos, un nuevo default.

Dirigentes cercanos a la expresidenta y también de otros sectores de la oposición advirtieron que la deuda deberá ser renegociada después del 2019. Estas declaraciones ponen en alerta a los mercados, que no quieren volver a sufrir quitas del dinero prestado, algo que asumen que sucederá dado que analistas financieros coinciden en que lo que hicieron los acreedores fue "prestarle mucho dinero a un borracho”, algo que sin dudas será un argumento en un eventual litigio de autoridades de la oposición argentina.

El efecto Cristina, en tanto que puede generar incertidumbre, también tiene un costado positivo para el Gobierno.

Por eso, el efecto Cristina también tiene un costado positivo para el Gobierno: la gestión de Donald Trump, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Compañía de Inversiones Privadas en el Extranjero (OPIC) evalúan tirar un salvavidas de hasta seis mil millones -en conjunto- para salvar los proyectos de participación público privada (las conocidas obras bajo modalidad PPP) en el año electoral.

Dicho de otro modo, a la mega deuda que tomó la administración de Macri podrían sumarse nuevos empréstitos con el objetivo de garantizar el pago de los primeros mediante la reelección de Mauricio Macri. La actividad económica podría mostrar mejores señales de las proyectadas a fuerza de empujones financieros externos.

El arma de mostrar a Cristina como amenaza se complementa con la intención del Gobierno de mostrarse como un alumno ejemplar ante los agentes internacionales: Nicolás Dujovne sobrecumplió la meta fiscal del FMI, Guido Sandleris seca la plaza de pesos e imprime menos de lo que Lagarde le pone como techo para que la divisa estadounidense se mantenga quieta y Macri pasa la gorra prometiendo salarios bajos y desregulaciones laborales.

La recuperación de la economía a partir del segundo o tercer trimestre junto a la seguridad como consigna taquillera y el equilibrio financiero son los ingredientes de la receta -a la que no le sobra nada- que tiene el oficialismo para conseguir cuatro años más de Macri en la silla máxima de la Casa Rosada. El candidato Roberto Lavagna es fogoneado por las fuerzas del mercado porque, si la polarización se da entre ingeniero y economista, el plan B de los inversores es mucho más seductor con el exministro que con la senadora.