Hace 3 años asumía la presidencia Mauricio Macri, con un entusiasmo envidiable y una serie de promesas que la realidad persistió luego en malograr.

Lejos quedaron el millón de viviendas, la Pobreza Cero, los tres mil jardines de infantes, el millón y medio de empleos en el sector privado, el aumento de los salarios, el “Plan de Infraestructura Nacional sin precedentes”, la eliminación del impuesto a las ganancias a los trabajadores, la duplicación del presupuesto de Ciencia y Tecnología e incluso la reducción de la inflación, una de las “cosas más simples que tengo que hacer”, según el propio presidente.

De todas las promesas sólo llegaron a buen puerto algunas pocas, como el fin del detestado cepo. Es un poco limitado a la hora de vanagloriarse, sobre todo teniendo en cuenta que terminar con las regulaciones cambiarias, pese al entusiasmo inicial del volátil Diego Bossio, sólo incentivó la fuga y el aumento explosivo de la deuda en divisas para poder garantizarla.

Como ocurre cada vez que Cambiemos busca rehuir el debate sobre los modelos políticos y sus consecuencias en el bienestar de las mayorías, hoy vuelve a surgir el fantasma de Venezuela. Gracias al conocido paradigma del Nado Sincronizado Independiente (NSI), que permite que nuestros periodistas serios lleguen a las mismas conclusiones que los funcionarios del gobierno pero de forma independiente, nos enteramos que si bien Macri no tuvo éxito en conseguir los objetivos que él mismo se fijó, al menos logró que no seamos aquel terrible país.

Venezuela funciona así como un territorio tan temido como imaginario. Es uno de los círculos del Infierno, un Narnia siniestro, un país atroz como podría ser Norcorea, del que nada sabemos pero todos tememos. "Íbamos a ser Norcorea" podría generar el mismo efecto de miedo y certezas.

Los salarios perdieron casi 20 puntos ante la inflación de 2018 y es la peor caída desde la crisis de 2001.

Pero lo más asombroso no es que Macri logre que no seamos lo que nunca fuimos, sino que a ese peligro llegáramos a través del aumento de sueldos y jubilaciones, una realidad “insostenible” según una persistente denuncia macrista a los gobiernos kirchneristas (“les hicieron creer que podían vivir de esa forma eternamente", explicó la vicepresidenta Gabriela Michetti).

Es decir que si Macri pudo frenar nuestra caída hacia el Infierno caribeño de la pobreza y la violencia -uno de sus únicos logros, sino el único- fue gracias a que terminó con la fiesta kirchnerista del aumento del poder adquisitivo de las mayorías y aumentó la pobreza.

Al parecer, Cambiemos ha optado por el pensamiento mágico como mensaje electoral.