Mientras continúa la conmoción por la escalada en el número de violaciones en grupo sobre mujeres menores de edad tras conocerse los casos de Miramar, Villa Elisa (La Plata) y Las Lajitas (Salta), algunos especialistas vuelven a poner sobre la mesa el debate sobre los diferentes aspectos del funcionamiento de la violencia sexual dentro de la estructura social y en qué consiste esta nueva caracterización en torno a la "violación en manada".

Efecto Lucifer y Efecto Manada

Durante la madrugada de Año Nuevo una niña de 14 años denunció que cinco jóvenes de entre 21 y 23 años habían abusado sexualmente de ella en una carpa en el Camping El Durazno de Miramar.

El impacto generado por la noticia aumentó después, cuando horas más tarde se conocieron públicamente otros dos casos similares. Esa misma noche en el barrio Las Lajitas de Salta, otra adolescente de 14 años fue abusada por un grupo de vecinos, mientras que en Villa Elisa en La Plata, una chica de 15 años fue violada por siete hombres encapuchados.

Todos estos casos tienen una característica en común, la modalidad de la violación grupal. En la Argentina comenzó a utilizarse el término "violación en manada" para caracterizar a este tipo puntual de violencia sexual, una expresión surgida a partir del conocido caso español de 2016, en el que un grupo de cinco hombres abusaron sexualmente de una joven en un portal del centro de Navarra durante las fiestas de San Fermín.

Miramar, Villa Elisa y Salta tiene una característica en común, la modalidad de la violación grupal, que en Argentina está caracterizada como "violación en manada".

Para algunos especialistas se trata de un crimen de poder en el que un grupo social, atravesado por un género, transgrede los límites morales sociales y habilitan la utilización de la crueldad para el sometimiento de una víctima que es percibida como un objeto.

Según plantea la antropóloga Rita Segato, entre los diferentes tipos de violencia sexual, la violación se erige como una herramienta de opresión de uso universal y no existe sociedad en la que no esté presente. "No es sencillamente una consecuencia de patologías individuales ni, en el otro extremo, el resultado automático de la dominación masculina ejercida por los hombres, sino un mandato", escribe.

La violación per se no sería entonces una búsqueda del placer sexual individual sino, más bien, la reproducción de la economía simbólica para constituir e imponer el poder y un orden social.

Segato: "(La violación) no es sencillamente una consecuencia de patologías individuales ni el resultado de la dominación masculina ejercida por los hombres, sino un mandato".

En esa misma línea, el reconocido psicoanalista Enrique Stola aseguró a Clarín que las violaciones en grupo son otra muestra del poder que los varones ejercen sobre las mujeres.

Para Stola, lo que une a estas “manadas” de varones son el machismo y el “homoerotismo”, un erotismo que fluye entre hombres heterosexuales a través del reforzamiento de la figura del macho para valorizarse a sí mismos a través de un relacionamiento en el que las mujeres se encuentran en un lugar secundario.

"Cada uno de estos varones que viola en manada podría violar por separado: lo que brinda el grupo es lograr una mayor excitación. En estos grupos hay un sentimiento de pertenencia, y lo que se busca también es la aprobación de los compañeros", subrayó.

Enrique Stola: "Cada uno de estos varones que viola en manada podría violar por separado: lo que brinda el grupo es lograr una mayor excitación".

Por su parte, la especialista en perfiles criminales, Laura Quiñones Urquiza, explicó a La Nación que esta forma de ataque grupal es, en oportunidades, una conducta que un individuo no desplegaría en solitario en diferente entorno, sino que se trata de una dinámica grupal que lleva al individuo a actuar de una determinada manera, influenciado por conductas de otros.

Quiñones Urquiza se refiere al "Efecto Lucifer", una expresión que apunta a una situación en la que los escrúpulos morales individuales quedan suspendidos para dar paso a un proceso de "desindividuación por sumisión e incluso presión a las reglas repentinas y violentas del grupo", llevándolos realizar acciones de extrema violencia contra terceros.

Quiñones Urquiza: "El Efecto Lucifer es un procesos de desindividuación por sumisión e incluso presión a las reglas repentinas y violentas del grupo".

Trasladado a las violaciones grupales, el Efecto Lucifer según la especialista sería una acción que podría favorecer la producción de estímulos sexuales y el aumento de autoestima a través del sometimiento de una víctima por cuestiones de dominación.

"La hostilidad física y verbal utilizada por cada uno de los miembros no está relacionada a la excitación o a la gratificación sexual, sino que es manipular a los reacios de violar a una mujer lo que al líder lo excita y gratifica y al resto, la aprobación de sus pares", afirma.