El alud de variables negativas en el plano económico, la controversial "doctrina Chocobar" que impulsó Patricia Bullrich o la pérdida de una banca en el Consejo de la Magistratura son algunas de las situaciones que se le presentaron al oficialismo en el 2018 y que resquebrajaron el interior de la alianza Cambiemos, la que hoy parece estar sostenida únicamente por la voluntad de Mauricio Macri.

Luego de un 2017 que culminó de manera estruendosa, con un crecimiento del PBI cercano al 3% y una performance notable del equipo amarillo, a nivel nacional, en las elecciones legislativas, el presente año dinamitó la alegría en los pasillos de la Casa Rosada desde que la primera corrida cambiaria, en abril, urgió al Ejecutivo a recurrir al salvataje del Fondo Monetario Internacional.

En ese entonces el radicalismo reflejó su bronca por primera vez: el presidente no les había informado del pedido que había remitido al organismo multilateral de crédito.

En los días previos y de una manera insólita, el partido que preside Alfredo Cornejo había objetado públicamente los aumentos en las tarifas, mostrando fisuras en la alianza gobernante y alentando a la oposición a hacerse eco del reclamo.

Luego, con el malestar social en alta, le acercaron al Ejecutivo una propuesta para prorratear las tarifas, a fines de amortiguar el impacto en la temporada invernal.

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Cuando el escenario se comenzó a vislumbrar oscuro, las renuncias de funcionarios se convirtieron en moneda corriente.

De aquel mejor equipo de los últimos 50 años, fueron diez los que dejaron su cargo a lo largo del año: Alberto Abad -AFIP, lo reemplazó Leandro Cuccioli-, Federico Sturzenegger -Banco Central, entró Luis Caputo-, Luis Caputo -Banco Central, ingresó Guido Sandleris-, Juan José Aranguren -Energía, sustituido por Javier Iguacel-, Francisco Cabrera -Producción, lo reemplazó Dante Sica-, Carlos Mac Allister -Secretaría de Deportes, entró Diógenes de Urquiza-, Mario Quintana y Gustavo Lopetegui -Vicejefatura de Gabinete, ingresó Andrés Ibarra-, Jorge Triaca -Secretaría de Trabajo, absorbido por Dante Sica- y Javier Iguacel -Energía, sustituido por Gustavo Lopetegui.

La segunda corrida cambiaria, en agosto, echó por tierra todos los planes del primer mandatario, quien ante la sugerencia imperiosa de los mercados para que desplazara a Marcos Peña optó por resguardar a su ladero y sacrificar al tándem Quintana-Lopetegui, además de efectuar un recorte del Gabinete, que pasó de tener 20 ministerios a 11 -los nueve restantes fueron degradados a Secretarías-.

En aquel fin de semana frenético en la Quinta de Olivos, en el que desfilaron funcionarios a toda hora, Macri prescindió nuevamente de la UCR, quienes, enfurecidos, volvieron a lanzar dardos por sentirse afuera de la toma de decisiones económicas en el Gobierno. Por supuesto, ante la convocatoria por compromiso, la primera opción fue reclamar lugares de poder en el Gabinete Nacional, pero tampoco se los concedieron.

El último quiebre entre la mesa chica de la Casa Rosada y la cúpula radical se originó tras la pérdida de un asiento en el Consejo de la Magistratura: Mario Negri, privado de la banca que requería, estalló de furia e hizo público su enojo, lo que alentó a un reclamo del núcleo PRO para que las críticas se hicieran "puertas adentro".

Por su parte, si bien decidió apaciguar las aguas en los últimos días, Elisa Carrió mantuvo múltiples discrepancias con Macri a lo largo del año, al punto de llegar a mencionar una potencial ruptura en octubre.

Las diferencias comenzaron cuando el presidente dio luz verde al debate por el aborto en el Congreso y la diputada aseguró que era capaz de romper Cambiemos si los legisladores oficialistas votaban a favor. 

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De allí en más, la líder de la Coalición Cívica repartió quejas: ante la salida de Quintana y Lopetegui, al pedir el juicio político de Germán Garavano, al disparar contra Daniel Angelici y asegurar que en Cambiemos "hay corruptos" y que había perdido "la confianza en el Presidente en la lucha contra la corrupción" -lo que motivó el quiebre con Macri-, y, por último, al calificar a Emilio Monzó como "rosquero", criticar el proyecto para financiar las campañas electorales y despotricar contra la doctrina de Seguridad que impulsó Bullrich, al catalogarla de "fascista".

Si bien en muchas oportunidades la amenaza de ruptura estuvo latente, el jefe de Estado cumplió con su cometido, mantuvo unidas las partes y, por ahora, Cambiemos camina de la mano hacia 2019.