Tal vez Mauricio Macri se pregunte, en algún pasaje de sus días de descanso en Villa La Angostura, cuál es el sentido de seguir en la Presidencia por un período más. Abrumado por la estampida del riesgo país y la desconfianza de los mercados, el líder del PRO necesita tomar distancia otra vez para medir fuerzas, antes de arrancar un año electoral que asoma con nuevos frentes de tormenta.

El Presidente conserva el activo de una oposición que avanza dividida y de un piso de adhesiones envidiable, sobre todo si se lo mide en relación a los resultados que obtuvo en sus tres años a cargo del poder. Pero tiene por delante un campo minado en materia económica que preocupa bastante más en el exterior que en su propio equipo de gobierno.

La larga campaña hacia 2019 que se inicia en febrero en La Pampa coincidirá con un escenario recesivo en el que Macri no podrá contar ni con la inversión ni con el consumo como motores del crecimiento. Con el ajuste como mandamiento, economistas afines a Cambiemos lo ven abrazado a tres variantes: el rebote de las exportaciones acotado por un tipo de cambio que no puede escaparse en medio de las elecciones, la cosecha récord que se sueña y la apuesta de Vaca Muerta que el ingeniero relativizaba cuando llegó a la Casa Rosada.

Sin posibilidad de culpar a la herencia y con la mochila de asumir la propia, al Presidente le sugieren dos medidas que rechaza por distintos motivos: la reforma previsional y la renegociación de la deuda.

Si gana los comicios una vez más aferrado al manual de Jaime Durán Barba, Macri convivirá con el riesgo país por las nubes y llegará con poco vigor a su segundo mandato. Sin posibilidad de culpar a la herencia y con la mochila de asumir la propia, al Presidente le sugieren dos medidas que rechaza por distintos motivos: la reforma previsional y la renegociación de la deuda. La primera acaba de quedar sobre la mesa con el fallo 4 a 1 de la Corte Suprema que Macri le pidió postergar en vano al desplazado Ricardo Lorenzetti y con los nuevos números de empleo que muestran a la informalidad, a la patria monotributista y a la falta de aportes como cara primordial del trabajo en la era amarilla.

Más allá de las conspiraciones a las que apunta Marcos Peña, el tema precisa una solución que la Reparación Histórica demostró no ser, como recuerda cada vez que puede Carlos Melconian, en público y en privado.

La segunda es la medida cantada que lleva a Wall Street a conspirar contra los bonos argentinos, pese al juramento de Macri, el pacto con Christine Lagarde y el empeño militante de Nicolás Dujovne.

El último informe de la consultora Elypsis afirma que el programa del FMI para el país de Macri es inaplicable.

Lo dice el último informe que Elypsis distribuyó hace 10 días entre sus clientes. Titulado “La renegociación del acuerdo Stand By con el Fondo es inevitable”, el trabajo de la consultora de Eduardo Levy Yeyati afirma que el “Gran Hermano” que tiene como rostro a Madame Lagarde proyecta una larga temporada de vigilancia sobre la economía argentina. Además, asegura que el programa para el país de Macri es inaplicable y que es imposible hacer frente al muro de necesidades financieras que se levantó en la era Cambiemos. Por eso, hace estimaciones sobre el peso de la deuda con el que deberá convivir el próximo presidente.

Con un crecimiento previsto en 2,6% promedio para los años 2020-2026, Elypsis sostiene que la renegociación es imperiosa como forma de hacer frente a vencimientos más tenues, en torno a 12.000 millones de dólares por año, en lugar del piso de 23.000 millones que hoy existe. Son previsiones optimistas aunque no tanto como las del Fondo, que habla de crecimiento de 3,4% y un peso de la deuda cada vez menor en base a supuestos difíciles de confirmar.

El ex director del Programa Argentina 2030, con el que se ilusionó el macrismo fundacional en sus inicios, está entre los que consideran que sin una nueva y profunda reforma previsional, la deuda que incubó Macri en tiempo récord es ingobernable. El Presidente y su equipo se proponen avanzar hasta las elecciones sin tocar ninguna de las dos variables. Por eso mismo, los bancos y fondos de inversión huyen cuando escuchan al ingeniero y a su jefe de Gabinete decir que el rumbo es el correcto y no cambia, ni siquiera en zona de cornisa. O cuando ven a Durán Barba anunciar con entusiasmo que Cristina Kirchner “está con muchísima fuerza” de cara al próximo y decisivo test electoral. Los ven avanzando -convencidos y sin admitirlo- hacia el precipicio de un nuevo default. El peor destino para un proyecto que prometió ahuyentar para siempre el fantasma de la cesación de pagos.