Donald Trump vino a la Argentina a imponer condiciones. Al menos, así lo marcó en el primer día de su estadía en la Ciudad de Buenos Aires. Desde el comunicado anti-china tras la reunión con Mauricio Macri hasta el faltazo a la sesión plenaria de líderes mundiales, el primer mandatario de los Estados Unidos dejó en claro que maneja a su antojo los hilos del G20. 

El primer gesto que exhibió en esa dirección fue el de cancelar la reunión bilateral con su par ruso, Vladimir Putin, a raíz del álgido conflicto bélico que afrontan Rusia Ucrania. Sin embargo, en su primera actividad oficial en el país, el presidente norteamericano le dio un dolor de cabeza al gobierno nacional, y no precisamente por dejar plantado al jefe de Estado argentino en medio del escenario o por arrojar al suelo el auricular que le traducía las preguntas en la conferencia de prensa.

Luego del encuentro que mantuvo con Macri en la Casa Rosada, su vocera, Sarah Huckabee Sanders, registró en el comunicado oficial que los dos presidentes habían expresado "su compromiso compartido de enfrentar los desafíos regionales como Venezuela y la actividad económica depredadora china".

El ministro de Relaciones Exteriores, Jorge Faurie, debió salir a desmentir con urgencia los términos en los que estaba escrito el documento para evitar un mal trago en el gobierno chino, con quien, horas antes, Argentina había firmado un convenio agropecuario para incrementar la venta de aceite y porotos de soja en hasta US$1.500 millones anuales.

Durante los últimos años, la inversión china en Argentina incrementó significativamente. En vísperas de iniciar la construcción de una central nuclear, está edificando en Santa Cruz las represas Cóndor Cliff y La Barrancosa, la obra más grande del territorio nacional. A su vez, es dueña -en un 50%- de la mina de oro más grande de Argentina, Veladero, que exporta US$600 millones al año y para la cual invirtió US$960 millones. 

El segundo indicio con el que Trump reflejó el dominio que tiene sobre la cumbre lo evidenció en la sesión plenaria de líderes, en la que estuvo tan sólo 10 minutos: tras el saludo protocolar, delegó sus mandamientos en uno de sus secretarios. 

Antes de presenciar el espectáculo artístico en el Teatro Colón, el magnate estadounidense consiguió, luego de meses de tensión, firmar el nuevo acuerdo de libre comercio con México y Canadá. "Ha sido una batalla", reconoció, a sabiendas de haberse llevado un triunfo al bolsillo. Bautizado T-MEC por los mexicanos, el pacto reemplaza al TLCAN que regía el comercio entre estos tres países desde 1994 y que había sido derribado por Trump. 

Dardos a China, acuerdos y faltazo: a la espera del cónclave con Jinping, marca Trump el ritmo del G20

En este escenario, mañana llevará a cabo el encuentro bilateral más esperado, con Xi Jinping, al que estará atento el mundo entero. En medio de la guerra comercial entre las dos economías más importantes del mundo, la incertidumbre sobre si iniciarán una etapa de deshielo es mayúscula.

Si bien Trump dijo ver "buenas señales" en las relaciones comerciales entre ambas potencias, en las últimas horas se mostró reticente a un acuerdo. "Creo que estamos muy cerca de hacer algo con China, pero no sé si quiero hacerlo", alegó en la antesala a su arribo en el país. Así, mientras controla los tiempos de la cumbre a merced, se apresta para la batalla final.