Ezequiel Fernández Moores es un exponente de un estilo de periodismo deportivo que ya no abunda en la Argentina. Alejado de los escándalos, de las confrontaciones en redes sociales o de polémicas intrascendentes, el periodista de 60 años es sinónimo de análisis, investigación y una referencia ineludible a la hora de pensar el fútbol, y el deporte en general, como un fenómeno social.

Al momento de realizarse la entrevista, en una de las oficinas de ANSA, la agencia italiana en la que Fernández Moores es editor, aún restaba confirmarse que Boca sería el segundo finalista de la Copa Libertadores. De todos modos, el resultado favorable obtenido en el partido de ida por parte del Xeneize permitía ir palpitando esta inédita final entre los dos equipos más grandes del fútbol argentino.

—¿Estamos listos para una serie de estas características?

—No lo sé. Hasta el Presidente de la Nación comentó que era mejor que no se llegara a una final entre Boca y River. Muchos amigos hinchas de ambos clubes decían lo mismo, que preferían que no se diera. "No quiero la vuelta olímpica de mi rival en mi cancha". Me lo decían por dos razones: una por la vergüenza que eso iba a significar y la otra porque temen que el incidente del gas pimienta sea una anécdota al lado de lo que podría llegar a pasar. Intento entender toda esta lógica pero me parece tremendo. No podemos naturalizar que no se pueda jugar un Boca- River.

—¿Qué significa como sociedad que haya tanto temor por una final así?

—Por un lado, habla de la locura del fútbol. Y, por otro, la locura de esta sociedad. La exasperación como moneda corriente. Yo no sé qué fue lo que potenció todo esto, que no es sólo propio del fútbol sino que también está presente en la política. Creo que las redes sociales ejercieron una enorme influencia impensada. Han modificado conductas sociales.

—En tu última columna en Canchallena escribiste acerca del odio en el fútbol argentino, del “ganar o morir”. ¿Hay manera de cortar todo esto?

—A partir de un mayor respeto en el reglamento. El VAR a mi no me gusta pero creo que es inevitable, está bien que se implemente. Como espectador no me convence: en la semifinal de River el partido estuvo parado 10 minutos, eso no me gusta. Me quita cosas del fútbol, pero la verdad lo entiendo. Llevará un tiempo hasta que lo incorporemos y lo aceptemos. Hay que perfeccionarlo porque hoy sigue todo sujeto a la interpretación humana. ¿Por qué se revisa esta jugada y no esta otra? Tal vez cada equipo debería tener la posibilidad de pedir el VAR. Algo así como lo que sucede en el tenis. Ya que hacemos una especie de “justicia para todos”, hagámoslo en serio. Démosle la oportunidad a que el afectado reclame. Que no sean solo los árbitros. Al ser la autoridad, inevitablemente vamos a desconfiar. Es la naturaleza humana.

—Los detractores del VAR dicen que desvirtúa la esencia del fútbol.

—Puede ser. A mi no me gustó el penal que le ordenaron cobrar a Pitana en la final del Mundial. Creo que ni a él le gustó. Al verlo se da cuenta que es inevitable, no tenía modo de no cobrarlo. Esos penales de "VAR" le quitan algo al fútbol. En el deporte hay mucho engaño: te amago por izquierda y me voy por derecha, te espero para luego contraatacar. La confrontación deportiva se basa mucho en el engaño y el fútbol es el que más lo tiene. Por eso se parece tanto a la vida. No lo digo en términos moralinos, los velos para mi son necesarios en la convivencia social. Yo no salgo a la calle a decir exactamente todo lo que pienso, de modo frontal. Hay que medir dónde, cómo, cuándo. Cuando alguien te dice que es absolutamente transparente, no sé si es tanto un elogio. Me genera ciertas dudas.

—Solés escribir sobre la relación entre el deporte y la política. ¿Cómo se vinculan en nuestro país?

—Es algo histórico, no es nuevo. El pico máximo se vivió en el Mundial '78, porque las dictaduras son más brutales. Hoy está en un nivel altísimo. El Presidente de la Nación ganó popularidad gracias a sus éxitos con un club de fútbol. Era Macri y pasó a ser Mauricio, no es un detalle menor. Sucedió también en Italia, con Berlusconi, y hay otros casos. Pensar que el fútbol es solo 11 contra 11 detrás de una pelota es no entender de qué se trata.

—En Brasil, muchos de los grandes ídolos del fútbol apoyaron a Bolsonaro. ¿Cómo se explica?

—La naturaleza humana es impredecible. Obtuvo el 55% de los votos y más de la mitad de la población brasileña es afro, por lo que es evidente que recibió apoyo por parte de ese sector. Como así también de las mujeres, pese a que es un declarado misógino. Recibió votos de gays, pese a que es homofóbico. Juninho Pernambucano lo expresó muy bien en una entrevista que le hicieron en el diario El País, de España. "Me revuelvo cuando veo a un jugador o ex jugador de derecha. Venimos de abajo, somos pueblo. ¿Cómo vamos a ponernos de ese lado?". Un porcentaje muy grande de los futbolistas de Brasil salen de sectores de bajos recursos. Luego esos recursos crecen, nos olvidamos de dónde venimos y empezamos a reclamar que controlen a aquellos de los que nosotros formábamos parte. Esto también forma parte de la naturaleza humana.

—¿Cuál debería ser el rol del ídolo en estos casos?

—En el caso de Brasil, me hubiese gustado que los ídolos del deporte hubiesen tenido más compromiso democrático. Una cosa es el debate, si te gusta el candidato neoliberal o no. Pero Bolsonaro se pronunció a favor de dictaduras, de torturadores y atacó a las minorías. Ahí ya no está en juego cuál es tu elección democrática, porque ese hombre es enemigo de la democracia. A mi me encanta el ídolo que vive con su tiempo, como por ejemplo Manu Ginóbili. Es un tipo que no tiene mucha expresión política o social sobre situaciones que van sucediendo, tiene un perfil bajo. Pero muestra un enorme compromiso con su deporte, con su actitud como deportista de una disciplina colectiva, donde son muchos y hay compañeros. Eso lo ha elevado a niveles extraordinarios. Con un ídolo como él me saco el sombrero, tuvo un compromiso con su disciplina como le he visto a muy pocos deportistas en este país.

—En Argentina tenemos ídolos como Ginóbili pero también como Maradona. ¿Cómo confluyen?

—Lo que les da chapa es que mantuvieron, en el alto rendimiento, un nivel enorme de entrega y talento durante mucho tiempo. A su modo, los dos tuvieron un carisma muy interesante. Maradona es más extrovertido pero Manu es muy expresivo también. Es un tipo muy autocrítico. Los dos son auténticos, a su modo. Los ídolos deportivos son los que más autenticidad pueden tener porque sus hazañas las vemos todos, en una platea o por la tele. Sus goles o marcas los logran a la vista de todos. Y encima, en el caso de ellos dos, parecen auténticos fuera de la cancha.

—¿Podrías armar un podio de deportistas argentinos de la historia?

—Me cuesta mucho, pero creo que Maradona es el ídolo más grande del deporte argentino. Incluso con los que lo odian por sus contradicciones o cuestiones más polémicas de su vida privada, hay una mayoría que tiene gratitud con él. Yo soy de una generación que creció con Maradona y eso te acerca a tu propio tiempo. Hay algo indestructible, esa sensación de que se le perdona todo. A mí, la última que se mandó con Messi me pareció de cuarta. Él puede decir que Lio es talentoso o un genio pero no un líder, es un debate más que aceptable. Pero ese mal gusto de decir que va 20 veces al baño antes de un partido, es impropio de la generosidad que ha tenido Maradona hacia el fútbol y sus jugadores.

—¿Por qué creés que se le perdona todo?

—Pesa tanto el otro recuerdo que lo dejás. Yo me enojé mucho con esa declaración sobre Messi, me pareció injusta. Incluso él mismo se dio cuenta y pidió disculpas.

—Post Mundial de Rusia, aseguraste que en el fútbol lo útil prima por sobre lo bello. ¿Hay retorno o seguirá en esa dirección?

—Sí, el fútbol está en ese camino. Pero hay excepciones: cuando vemos equipos de Guardiola, aquel Barca, o el City ahora. Técnicos como Sarri o Kloop. Ellos buscan un fútbol más arriesgado, su pragmatismo está en el riesgo y es la vía que utilizan para ganar. Me saco el sombrero ante esa audacia.

—¿Y la Selección Argentina en qué momento está? Se habla mucho de la necesidad del recambio de jugadores.

—Es tan relativo eso. Se dice basta de Agüero, entonces llega Icardi que va sumando minutos pero tampoco mete goles en la Selección, que sí los hace en su club. Le termina pasando lo mismo. El fútbol en eso es tremendo. Gremio era inteligente con River hasta el minuto 81. Y pasó de ser inteligente a avaro en un minuto. Yo soy partidario de tener una opinión más fundamentada, que no dependa de algo circunstancial. Pero admito que el fútbol muchas veces se mide por las circunstancias. Creo que los procesos de cambio abrupto, cuando son inevitables, necesitan de un líder más fuerte, en términos de conducción. No puede ser Scaloni quien lo lleve adelante.

—¿Quién querrías que sea el DT?

—Quiero que sea Bielsa, sigo creyendo en él como alguien capaz para liderar un proceso así. Pero a la vez lo veo utópico. Desde un análisis más periodístico, probaría a Simeone. Su estilo mucho no me gusta, pero el fútbol tiene mucho de las identidades y hay algo que coloca a Simeone con la camiseta de la Selección, casi en la eternidad. Lo veo como un símbolo, de lo bueno y lo malo del fútbol argentino.

—¿Cómo sería eso?

—Lo malo porque a veces el ganar a cualquier precio confunde el tema de los medios. Los coloca en situaciones delicadas, muy de cornisa. Y no se puede estar todo el tiempo en la cornisa. El fútbol te pone más de una vez en la situación de patinar. Pero, a su vez, lo he visto a Simeone con equipos de un nivel de agresividad extraordinaria, con una personalidad que evidentemente contagia del técnico.

—¿Lo ves a Messi formando parte de este nuevo proceso?

—Me cuesta imaginar que no va a volver a la Selección. Tiene un amor propio poderosísimo, sino no podría estar hace más de 10 años en el tope del fútbol mundial. Y hay una construcción de cercanía muy fuerte con la Argentina. En Cataluña dicen que habla como un rosarino, a pesar de que ya lleva más de la mitad de su vida allá. Recuerdo una imagen del proceso anterior, cuando Argentina logró la clasificación al Mundial, en la que los hijos de Messi saltaban felices con la camiseta. Él mismo la difundió. Y después está el tema comercial. Va a haber mucha presión para que Messi vuelva a ponerse la camiseta argentina.