Repetidamente en estas columnas fuimos refiriéndonos a la reacción que se esta produciendo en el mundo y que hace que los votos vuelvan a apoyar valores históricos y tradicionales como contrapartida a los nuevos derechos. Modas culturales que vienen sobreexplotadas hace pocos años gracias, principalmente, a la ausencia de grandes guerras y por la comodidad y tiempo libre que hoy en día brinda el capitalismo globalizado. 

Estos exponentes de la “reacción” mundial contra la dictadura de los sentimientos y emociones de las nuevas generaciones son Salvini en Italia, Trump en Estados Unidos, Duterte en Filipinas y ahora Bolsonaro en Brasil. Y por supuesto, este tema tenia que llegar a Argentina, donde a pesar de la decadencia cultural actual conserva cierta actualidad en materia de modas mundiales. 

En las últimas semanas se comenzaron a visualizar posibles “Bolsonaros” para el año que viene. Un voto que hoy en día, dado a como esta el mapa ideológico argentino, podría trajinar el antiguo y degradado voto peronista “puro”. Hay un vacío ahí que el progresismo con ositos de peluche de Cambiemos y el mapuchismo apostólico de lo que queda del Cristinismo no logra entrar

Primero hay que definir realmente a Bolsonaro. A Jair lo contiene un movimiento nacionalista con fuerte raigambre en el ejército brasilero y con estructura financiera, electoral y proselitista del potente cúmulo de iglesias evangelistas. Ambos polos de poder en Brasil son de fuerte ideología liberal. 

Hay un vacío que el progresismo con ositos de peluche de Cambiemos y el mapuchismo apostólico de lo que queda del Cristinismo no logra entrar

El ejército jamás fue penetrado por las huestes marxistas del PT, algo que fue exitoso en Venezuela y Bolivia, pero no en Brasil y Argentina (salvo la pobre performance del militante emancipador y torturador Milani). La otra columna vertebral, la evangélica, tiene un perfil mucho más fuerte orientado en el liberalismo. Nada en religión es más liberal y pro-capitalista que el discurso del cristianismo protestante. Su llamado a la “resurrección” dentro del sistema económico para pasar del desamparo a la adquisición de la casa propia y el auto con sacrificio, fe y mérito es mucho más liberal que cualquiera de las alternativas de voces populares “laicas”. 

Hay cuatro contendientes claros al nicho del “voto Bolsonaro” y un quinto poco claro. El primero podría ser Espert, quien arrancó con un operativo de lanzamiento a su presidencia en una especie de quermese con choripán y karaoke que fue ampliamente divulgada en redes sociales. Una especie de oda a la alegría, muy similar al estilo cambiemita. Como dice el Doctor Espert, se esta “preparando”, aun no tiene partido y aparentemente no está clara su línea política, ni sus aliados. Espert debería escapar del purismo liberal al cual parece ir si quiere atraer el voto Bolsonaro y entender de una vez que Alberdi murió hace mas de 100 años y los que hoy están vivos son Trump y Salvini. 

El segundo es Olmedo, quien parece ser el que más clara la tiene respecto al “movimiento de la reacción” o al menos tiene asesores con las ideas un poco más claras de los momentos políticos mundiales. Olmedo, al igual que Bolsonaro, es un diputado despreciado por el resto de los parlamentarios porque tiene un discurso que sale de la cantinela del resto de las aspiradoras de impuestos. Olmedo también cerró filas con el eje evangelista y, probablemente, también comience a exhibir un sionismo eufórico para plantarse como el occidentalista de Argentina, algo que hoy tiene más vidriera internacional que imponer semáforos de género fluidos y ofrecer vender limones al mundo. Falta la “pata” militar de Olmedo: podría funcionarle un candidato a vice que sea general de alguna fuerza armada y que traiga bajo el brazo un plan para el ejército argentino, que es tabú para el resto de los candidatos 2019. 

Olmedo, al igual que Bolsonaro, es un diputado despreciado porque tiene un discurso que sale de la cantinela del resto de las aspiradoras de impuestos

Para completar el cuarteto, ya no tan serios, están Pichetto y Berni. El primero sale en la tele con un discurso liberal casi Tea Party, el segundo habla de darle bala al chorro. Ambos componentes de la dictadura del zaffaronismo penal y el anticapitalismo fanático cuando eran gobierno. Pero eligieron no profundizar como su exjefa, sino subirse al tren de Bolsonaro. No es fácil actuar “bolsonarismo”, hay que estar un poco loco y que te la traiga muy floja lo que diga el resto de la fauna política. Alguien que estuvo décadas arrastrándose en política, cambiando de ideología según el jefe de arriba como Pichetto o Berni tienen muy poco vuelo en esto. No solo por el archivo, sino porque el no-convencimiento trae errores.      

Me guardo la quinta, que sería Patricia Bullrich. De los ministros más valorados en las encuestas por su combate al narcotráfico y sus enormes avances contra la inseguridad, que significan una brillante medalla para el actual gobierno (algo que se nota mucho que molesta internamente dado que el resto de las carteras muestran goleadas en contra). 

Si “Pato” quiere su chance, debe salir de este gobierno como primera medida inmediata y luego soltarse a imponer épica sustentada en su gran gestión. No hay forma que el bolsonarismo prospere en la maquinaria verticalista de Peña y Barba, ni mucho menos llevar a la Argentina a una experiencia más pro-capitalista y cercana al mundo actual. Cambiemos se siente cómodo con lo que hay y no arriesgar. A Bolsonaro, en cambio, lo define una sola palabra no tan rioplatense: agallas.