Una Justicia más rápida, un tribunal que funcione por consensos y que se genere un cambio dentro del sistema. Esas fueron las premisas que un joven Ricardo Lorenzetti planteó en noviembre de 2006 cuando asumió la presidencia de la Corte Suprema. Carlos Rosenkrantz no habló en septiembre de este año, pero el mensaje que comenzó a circular cuando se supo que era "el elegido" fue muy similar.

En su primer mes como presidente del máximo tribunal, sus compañeros le marcaron la cancha y le hicieron saber (de manera directa o indirecta) que su promesa de una Corte más "colaborativa" no iba a ser olvidada. "Tener más peso afuera que adentro de Tribunales puede ser un arma de doble filo", sostiene un juez federal ya acostumbrado a los vaivenes tribunalísticos.

La Corte, como todo órgano político, funciona con sus tires y aflojes y con una dinámica interna compleja. Las que hoy son mayorías mañana pueden no serlo. Eso tendría que saberlo ya Rosenkrantz. El año pasado, cuando salió su voto donde beneficiaba a un represor con el 2x1, estamparon su firma junto a la suya Horacio Rosatti y Elena Highton de Nolasco. En la otra vereda quedaron Lorenzetti y Juan Carlos Maqueda.

Jubilados y Ganancias, la prueba de fuego del solitario Rosenkrantz para resistir en la Corte

En ese momento ya se hablaba de las internas para desplazar al presidente: a nadie que ocupe ese lugar le gusta salir en minoría en un fallo. Mientras más consenso, mejor. Y la lógica de la Corte durante los últimos quince años fue la unanimidad en los temas "importantes". Esta semana, Rosenkrantz se quedó solo con su voto en dos expedientes que involucraban al represor Miguel Etchecolatz. Cuatro cortesanos consideraron que debían remitirse a un fallo anterior y revocar la prisión domiciliar que otros tribunales le dictaron al genocida. Él no.

La Corte está en un período de mayorías dinámicas pero con un núcleo duro que parecería ser fuerte: el trío Lorenzetti-Maqueda-Rosatti. Si se mantienen juntos, si consolidan una "alianza", el poder por ser LA mayoría puede convertirse en un escollo importante para la gestión Rosenkrantz, que tiene por delante dos fallos interesantes: jubilados y ganancias.

El primero es el que realmente preocupa al Gobierno, no tanto por el impacto real en lo financiero sino como señal política. Lo que se debe dilucidar es que índice corresponde aplicar para calcular el haber inicial de jubilación. "Ganancias" es un caballito de batalla del "honestismo": las exenciones a jueces, fiscales, defensores y empleados tampoco representan un número considerable en el Presupuesto pero lograr que todos paguen sería una victoria para el oficialismo.

Dentro de la Corte todavía se negocian los detalles de las resoluciones pero, mientras tanto, se conoció que la próxima semana asistirán Rosenkrantz y Highton de Nolasco a un almuerzo con el presidente Mauricio Macri y el ministro de Justicia Germán Garavano. Los que también estarían ahí son dos de los "interlocutores" judiciales más relevantes de la gestión: Fabián "Pepín" Rodríguez Simón (el que tuvo la idea de nombrar jueces de la Corte por decreto) y José Torello.

Los que estaban profundamente en desacuerdo de asistir a esa especie de "almorzando con" fueron los miembros del power trío, otra señal de la falta de consensos políticos que hay dentro del Tribunal. En un mes de gestión, Rosenkrantz vio cómo la rosca que lo llevó a la presidencia no alcanza por sí sola para gobernar el Palacio de Tribunales.