Melania Trump realizó hace pocos días una gira por África, visitando Ghana, Malaui, Kenia y Egipto, con el objetivo de afianzar las relaciones bilaterales del país que preside su esposo y el continente africano. Al finalizar su visita, y tomando conciencia de la repercusión que ha tenido en los medios la elección de su vestuario, la primera dama norteamericana comentó: “Me gustaría que la gente se centrara más en lo que hago que en lo que llevo puesto”. Su respuesta traía ecos de la rebelión que llevaron a cabo una gran cantidad de actrices en la ceremonia de los Globos de Oro de este año, en donde impulsaron la consigna #AskHerMore para invitar a modificar la cobertura de las alfombras rojas. 

La ropa racista de Melania Trump

En momentos históricos en donde muchas mujeres ponen en cuestión el mecanismo de objetivación, ¿qué sentido tiene la cobertura de la alfombra roja en clave fashionista?, se preguntaban muchas. Podríamos decir que mucho, en tanto Hollywood, la moda y la belleza conforman el amplio universo del marketing de las fantasías que no ha visto temblar demasiado sus cimientos a pesar de las buenas intenciones del movimiento feminista. 

La ropa racista de Melania Trump

Sin dudas, es un amplio debate que el espacio de este artículo no me permite dar, pero sí se puede afirmar brevemente que la industria de la moda, en tanto refleja también este tipo de transformaciones (de hecho, el movimiento Time´s Up había convocado a las mujeres a que usaran vestidos negros, con el fin de igualarlas a los trajes de los hombres), es fundamental en este tipo de discusiones en tanto comunica posiciones políticas y militantes, y manifiesta un clima de época. 

La ropa racista de Melania Trump

Volviendo a Melania Trump y su pedido expreso de que los medios de comunicación se ocupen más de sus funciones de Primera Dama y no tanto de lo que usa, resulta difícil cuando se presenta en su visita luciendo como una “Jane de la selva” al encuentro de los salvajes. Un repaso breve por su guardarropa en la visita protocolar: para viajar en el avión usó stilettos de leopardo; en su visita a Ghana se puso una campera “safari”; en Kenia se puso un vestido con estampado de rinocerontes y elefantes y, a modo de accesorio, usó el clásico “sombrero blanco de explorador”, un elemento del uniforme militar de los países colonizadores de finales del siglo XIX. 

La ropa racista de Melania Trump

Una idea poco trabajada en la moda es que la ropa puede ser racista. En la película “Memorias de África”, vemos a una bellísima Meryl Streep vestida de un modo parecido al de Melania Trump: el abrigo safari, el sombrero de explorador y las prendas de fibras naturales en los tonos de la tierra. Pero la historia de la baronesa Blixen, en la ficción de la pieza escrita por Isak Dinesen, representa la vida de una europea viviendo en Kenia, por entonces colonia británica. Su ropa comunica efectivamente su posición colonial a principios de siglo XX. 

¿Cuál es el paralelismo entre la posición de una mujer en la ficción hace aproximadamente cien años y la posición de la Primera Dama de uno de los países más poderosos del mundo? El atuendo refleja épocas históricas diferentes y la responsabilidad política a la hora de elegir qué usar en una visita protocolar es un tema de Estado en la actualidad. Es dudable que el equipo de comunicación de la Casa Blanca y los asesores de vestuario presidenciales no contemplen esta posibilidad, por lo que queda concluir que la estrategia política del lenguaje de la ropa pretende manifestar intencionalmente la posición colonizadora. 

No es la primera vez que Melania Trump imprime un impacto negativo a partir de la elección de su vestuario. La famosa campera de Zara con el mensaje “I Really Don’t Care, Do U?”(La verdad es que no me importa, ¿y a ti?) que lució en su visita a los centros donde se encontraban los hijos de inmigrantes retenidos en la frontera con México es una imagen difícil de remover por su crueldad. Si bien ella insistió en que el mensaje de su campera estaba dirigido a los medios de comunicación, el contexto es el que permite hacer una lectura más profunda y, sea cierto o no, el lenguaje de la ropa excede el voluntarismo de quien lo usa. Se parece más a una proyección del inconsciente que a una decisión frívola de estilo fashionista.