Si Mauricio Macri se midiera en base a las expectativas que generó y las promesas que hizo, mañana viviría como un fracaso amargo el primer aniversario del triunfo legislativo de Cambiemos. Recordaría la euforia de hace un año, cuando Esteban Bullrich derrotó a Cristina Kirchner, Cambiemos ganó en todo el país y el Gobierno amaneció como la alternativa firme para dejar atrás al populismo para siempre. Dólar oficial a $17,60, éxtasis en la Bolsa, crecimiento económico y gradualismo financiado con una deuda que latía como amenaza, pero a nadie preocupaba.

Pero el Presidente y su núcleo duro tienen la autoestima blindada: se comparan con la historia larga de crisis argentinas y con lo peor que dejó el kirchnerismo. No les va mal. Conservan un piso electoral que resiste el ácido nítrico, a base de antiperonismo.

Con la promesa del futuro sulfatada pero la convicción inalterable, Macri, Marcos Peña y Jaime Durán Barba arrastran a la alianza gobernante a librar, en 2019, una competencia entre pasados. Una contienda en la que el macrismo sin horizonte se venda, más que nunca, como antídoto contra el peronismo y su versión más irritante, el kirchnerismo. Único aliciente para cruzar el desierto del déficit cero, una parte del poder empresario lo compra, a juzgar por la resignación del último coloquio de IDEA.

Con la promesa del futuro sulfatada pero la convicción inalterable, Macri, Peña y Durán Barba arrastran a la alianza gobernante a librar, en 2019, una competencia entre pasados.

El Círculo Rojo, en cambio, busca una variante urgente para evitar la confrontación a todo o nada. La apuesta principal de los factores de poder está, una vez más, en el outlet del peronismo, como puede advertirse en los apoyos del establishment que no se subieron al escenario en Tucumán y en las reuniones reservadas, con críticas al Presidente y a su séquito de obsecuentes.

Miguel Ángel Pichetto no da abasto para atender a todos, en nombre de un PJ que rescata banderas que Macri perdió, como la de no aumentar más impuestos. Entre sus garantías de corto plazo, el senador ofrece a los hombres de negocios el rechazo a subir Bienes Personales que -repite- no pasará en la Cámara Alta. Será al final de una saga que tendrá un test vital esta semana. El martes, con la marcha de los movimientos sociales para incluir la emergencia alimentaria en el Presupuesto, y el miércoles, con la concentración para denunciar el garabato que el Fondo quiere ver aprobado.

Pese a los corcoveos de sus aliados, el macrismo puro ya largó la campaña con gestos como el renovado encono de Macri con el compañero Hugo Moyano. También con la lupa sobre el compromiso opositor de dueños de medios como Daniel Vila, en vuelo directo hacia el alter-peronismo. En Casa Rosada, repasan por estas horas la deuda impositiva de $1700 millones que -según dicen- el Grupo América mantiene con el Estado. La utilidad es doble. Mientras le cuentan las costillas al amigo incondicional de Massa, apuntan a María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta, dos actores que transitan sin inconvenientes una pantalla caliente.

La gobernadora es el plan B que abrazarían con ternura los sectores de poder que ya no se excitan con el Presidente. La foto y el almuerzo de Vidal con Urtubey en Salta animó las ilusiones de los que piden algo nuevo, que ya no pasa por el hijo de Franco.

La foto y el almuerzo de Vidal con Urtubey en Salta animó las ilusiones de los que piden algo nuevo, que ya no pasa por el hijo de Franco.

Aunque a un lado y al otro de la mesa, niegan un futuro entendimiento entre el salteño y la chica de Flores, Vidal estará en tensión con la Casa Rosada hasta que termine el año por la actualización del Fondo del Conurbano. Mientras Nicolás Dujovne le dio la razón en público, Peña traficó por la vía del off que sólo el Congreso puede habilitar una partida extra junto con el Presupuesto, algo por completo inviable.

En La Plata, afirman que la única chance es un decreto del Presidente que puede salir en diciembre, después de que el ajuste 2019 sea refrendado en las dos cámaras. Es parte de un esgrima interno, con más fogoneros afuera que adentro. Hoy nadie se ve con vida al margen del barco oficialista, ni siquiera Elisa Carrió, que pesa con sus estruendos pero recoge apenas un 3,6% de intención de voto cuando se la mide contra Macri, como hizo la consultora Query Argentina.

La persistencia de Cristina Kirchner los mantiene unidos, a todos, en el espanto. La ex presidenta, que había sido designada como la sepulturera del peronismo, funciona todavía como la castradora de los machos alfa. Será producto de sus méritos o de la falta de vigor de sus contrincantes. Señalada como límite para la unidad por el encuentro de Tucumán, CFK avanza hacia una nueva candidatura, guiada por un Patio de las Palmeras a cielo abierto. Ya pidió que televisen los juicios orales con los que, según proyecta el PJ, quedará debilitada en el año electoral. Mientras se negocia una hendija para la gran PASO peronista que por ahora se descarta en público, Alberto Fernández le recomienda que vuelva a ver la serie de Perry Mason y se prepare para emularlo en campaña.