Los socios del PRO en la coalición Cambiemos comienzan a dar señales de descontento y el fuego amigo puede herir de muerte al proyecto cambiemita. La siempre incómoda pero necesaria Elisa Carrió disparó munición gruesa contra el presidente, Germán Garavano y uno de sus operadores judiciales favoritos, Daniel Angelici.

El ministro de Justicia había afirmado en una entrevista radial que "no es bueno para el país la detención de un ex presidente", comentario técnico y poco republicano, pero que expresaba indirectamente la opinión de una gran parte del poder ejecutivo sobre la situación judicial de la senadora Fernández de Kirchner. La valoración no le cayó nada bien a la líder de la Coalición Cívica, quien aseguró que desde su bloque impulsarán el juicio político contra el ministro. A puesta a todo, la chaqueña no duda en tomarle la leche al gato.

En el Gobierno se miraron entre ellos y supieron cantar el retruco contra Carrió filtrando que no tenía entidad para amenazar a nadie y que la querían afuera de Cambiemos. Cuando el partido ya estaba para manotear la bolsa de pochoclos, la diputada gritó quiero y amenazó directamente al Jefe de Estado: "Es Angelici o yo, elige o cae". Por supuesto que la cosa no quedó ahí. Ese mismo día en un acto muy chiquito pero bien difundido agregó que ya "perdió la confianza" en Macri.

Luego, un poco más calmada, notó que al asunto le faltaba un poco más de picante y le puso un ultimátum: "Voy a amigarme con el Presidente cuando me lo saque a Garavano", aseguró. Finalmente, reculó y se excusó en que todo era "una broma" y que iba a "postergar unos días" el pedido de destitución del ministro. Tranqui el club del helicóptero.

Macri jaqueado

Carrió no es la única que cuestiona públicamente el liderazgo del presidente. Sus socios minoritarios, la Unión Cívica Radical también hizo públicas diferencias en la última semana. Luego del fallido aumento del gas y la compensación a las empresas por la devaluación del peso, los radicales –ni siquiera habían sido informados de la medida– exhibieron su descontento y exigieron la marcha atrás con la cuota extra. En este marco, distintos diputados del espacio salieron a proponer esquemas alternativos a los aumentos y el gobierno nacional se vio -otra vez- acorralado por sus aliados.

Mientras la oposición amenazaba con una sesión especial en el Congreso y hasta reclutaba radicales para frenar el tarifazo, el Gobierno tuvo que ceder y retroceder en la antipática medida. El famoso si pasaba, pasaba. Que existan diferencias dentro de una coalición de gobierno es normal, diríamos casi que es hasta sano que eso suceda. No obstante, estos últimos encontronazos no parecen ser solo unas diferencias, sino que hay algo que va un poco más allá.

En primer lugar, el momento de fragilidad económica le exige a la alianza cerrar filas detrás de la figura presidencial. Lejos de eso se observa un claro desmarque: pocos tienen confianza en el rumbo económico ni sienten respeto por las decisiones del Poder Ejecutivo. En segundo término, el tono de las discrepancias, las formas y las difusiones parecen ser de ultimátum para una Casa Rosada que no puede prescindir del respirador artificial.

Macri jaqueado

A todo esto, deben sumarse los movimientos en la oposición que coquetean con la posibilidad de lograr la "unidad" vitalmente necesaria para eyectar a la revolución de la alegría del poder. Si bien por ahora todo está en ciernes, las reuniones entre las distintas corrientes del peronismo son cada vez más asiduas y difundidas.

Así las cosas, Macri en el ajedrez es un rey jaqueado y sin piezas. Con poco radio para el movimiento, lento y sin aliados que lo protejan, su debilidad lo expone aún más a las piezas del rival. Intenta escapar en el tablero, avanza, recula y luego se encierra. Jugado, va quedando poco a tiro del jaque.

Por su parte –del otro lado del tablero– distintas piezas negras palpitan el juego. Peones, alfiles, torres y yeguas ya diseñan la jugada maestra que arremeta el jaque mate en 2019 y, por ahora, no está permitido tirar el rey.