Claudio Villarruel recibe a ElCanciller en su casa, ubicada en el barrio de Palermo, una tarde soleada de septiembre. Cuadros, discos, premios varios, artesanías e instrumentos musicales componen la escena; a nuestro alrededor se respira arte. Queda claro que es un hombre de la cultura y los medios y en torno a estas cuestiones girará una interesante charla de casi 70 minutos.

Más allá de cuestiones de la coyuntura argentina que, según confiesa, lo tienen a maltraer, Villarruel asegura estar muy feliz con su presente profesional: "Hoy siento que estoy encontrando algo que me gusta mucho, el "Claudio" original, que por distintos motivos antes no podía mostrar".

Ese "antes" al que refiere data de la época en la que supo ser uno de los hombres más importantes de la televisión argentina. Durante 10 años, entre 1999 y 2009, Villarruel manejó los hilos de Telefé, desde su rol de director artístico. "En ese momento representaba algo muy grande, era difícil opinar desde lo personal. Igual no me daba cuenta".

Actualmente, siempre con su inseparable compañera Bernarda Llorente, conduce Detrás de lo que vemos, un ciclo periodístico con toques de humor que juntos realizan para radio y TV: AM 750 y Crónica.

—¿Extrañás algo de tu etapa en Telefé? 

—Absolutamente nada. Irme de Telefé fue la mejor decisión que tomé en mi vida. Mi viejo (NdR: el reconocido periodista Sergio Villarruel) me enseñó que hay que saber cuándo irse de un lugar. Fueron momentos muy felices, pero la decisión tuvo más que ver con una idea mía de ir avanzando hacia otro lado, no es que fue algo de fuerza mayor. Me fui genial.

—Te mantuviste 10 años en la dirección artística del canal

—Sí. Cuando me ofrecieron el puesto, lo primero que hice fue llamar a Bernarda y le pedí que me acompañase; sin ella no lo hacía. Si me decía que no, nos poníamos una productora. Estaba convencido de que si nos iba bien podíamos durar una década en el cargo. Y el 18 de diciembre de 2009 firmé la desvinculación. Exactamente 10 años después. En 2009 ya estaba cansado, sentía que había hecho todo. Le ganamos durante mucho tiempo a Canal 13, que para mí era muy especial porque Adrián (Suar) tenía todo el grupo detrás; lo nuestro era más artesanal. Además, ya veía lo que se venía. Suponía que la televisión abierta se iba a transformar en lo que es hoy.

—O sea que si hoy vienen a ofrecerte un cargo similar les decís que no.

—Es una etapa cerrada. Yo amo la televisión, pero no agarraría un canal de aire de ninguna manera. Me apasionaba cuando había presupuestos para hacer cosas interesantes, que sirviesen como herramientas generadoras. Ojo, sin perder el concepto del negocio privado pero que sea algo superador: TV por la identidad, Música para soñar, Ver para creer, concursos de cortos como hicimos durante cuatro años. Que el canal sea un instrumento para que se conozcan nuevas sensibilidades. Reconozco que sí extraño la capacidad de hacer cosas grandes, a gran escala. Tener esa caja de resonancia que tiene un canal abierto: se te ocurre algo, en un mes está en el aire y si funciona es un cimbronazo. También era muy bueno darles oportunidades a artistas que nunca habrían tenido posibilidades en la televisión sin contactos. Cuando llegó Damián (Szifrón) con Los Simuladores le dije que era genial y él dudaba. Le dije que arrancábamos en un mes y me respondía: "No, ¿te parece?". Cada vez que lo veo en Netflix soy feliz.

"No extraño absolutamente nada de Telefè, irme fue la mejor decisiòn que tomè en mi vida. Me fui genial".

—Hablemos de los medios en el país. ¿Qué opinión te merecen casos como el de Radio Blue, en donde levantaron toda la programación?

—Estas cosas pasan porque en Argentina han desarticulado todo ente que pudiese articular la comunicación, como el AFSCA. Todo está librado al azar. Es triste porque creo que la comunicación es un derecho. Al desguazar todo como lo han hecho, el neoliberalismo arrasa con todo, fundamentalmente con la cultura. Para ellos es un gasto, no una inversión.

—¿Por qué creés que hay tan pocos programas opositores al oficialismo?

—Lo veo como algo propio de nuestra historia. El gobierno anterior, con todos sus errores, abrió una puerta que estaba cerrada en términos de reconocimiento de la gente como sujeto político. Surgieron conceptos como participación, empoderamiento, defensa de derechos; en los medios había otra realidad. Eso afectó al establishment comunicacional y creo que no lo van a perdonar nunca. Que el dueño de un medio quiera maximizar sus ganancias y se asocie a un modelo es entendible porque es la lógica del capitalismo y del mercado. No importa quién esté, siempre ganan. El problema es que hay cierta visión bastante despectiva acerca de que las clases populares tengan acceso a bienes, a derechos que para ellos son privilegios. Existe hoy una mirada sobre la pobreza bastante estigmatizante, muy de clase, oligarca. Por eso quedan tan pocas miradas opositoras.

—¿Mirás algo de la TV argentina? ¿Te gusta?

—Poco, lo veo a (Gustavo) Sylvestre que hace un buen resumen de lo que está pasando. Los que hoy manejan la televisión abierta están dando respuestas viejas a problemas nuevos: los canales están ganando mucha plata bajando los costos de contenidos y producción. Si ponés todo el día gente hablando y debatiendo y la publicidad, aunque baje un poco, sigue siendo la misma, ganás mucha más plata que antes. Lo que yo veo es que están matando a la gallina de los huevos de oro. Lo único que me pareció interesante últimamente es El Marginal.

—¿Cuál sería tu receta para cambiar este escenario?

—Es importante arriesgar. En nuestra época, a Telefónica -que en ese momento era dueña de Telefé- le funcionó. Al principio me midieron y se dieron cuenta de que garpaba hacer cosas distintas. No perdieron plata porque les ahorramos los costos, que eran altísimos. La creatividad, con gente que banque los proyectos, gana. Los anunciantes entendieron que podían participar en un programa como Resistiré, de 37 puntos de rating. Y estamos hablando de una historia de un tipo que traficaba órganos para lograr la vida eterna. Si te digo el plot, vos pensás que estoy mal. Ellos arriesgaron y salió bien. La televisión argentina tiene salvación, pero hay que hacer cosas nuevas.

"El neoliberalismo arrasa con todo, fundamentalmente con la cultura. Para ellos es un gasto, no una inversión".

—¿A Tinelli tampoco lo ves?

—Me enteré a través de los diarios que había arrancado. ¡Me sorprendió no haberme enterado antes incluso!

—¿A qué le atribuís que siga liderando el rating con Bailando?

—Fundamentalmente porque toca una fibra que tenemos todos los argentinos: nos encanta el quilombo. Marcelo le dio buena calidad. Esencialmente era quilombo pero él se dio cuenta de que sólo no alcanzaba. Y le agregó una estética superior.

—¿Qué recuerdos se te vienen de la época en la que trabajaban juntos?

—Nos divertíamos mucho, nos reíamos todo el día. Pasaba algo a la mañana y a la tarde ya había un sketch sobre eso. Como cuando Menem habló de la estratósfera. Teníamos mucha libertad para trabajar.

—¿Lo ves presentándose a un cargo político?

—No hay que confundir rating con territorialidad o adhesión a una ideología política. Creo que es un error de la gente que piensa que Marcelo puede ser candidato. Más allá de lo que pasó con Miguel del Sel, que casi se convierte en gobernador de Santa Fe. No creo que funcione.

—Pero si finalmente es candidato, ¿lo votás?

—Depende para quién juegue (risas).



Cuestionario Flotante

—Una serie de Netflix:

Ozark y Better call Saul. Estoy con Billions también. La segunda temporada de El cuento de la criada. Una que muchos no vieron pero que recomiendo es River, una inglesa que tiene ocho capítulos.

—Un programa de TV que te hubiera gustado hacer:

Vulnerables. De ahí se me ocurrió contratar a Belatti y Segade para que escriban Resistiré. Gasoleros también, sobre todo para el momento en que salió. ¡¡Breaking Bad!! (risas).

—La película que siempre dejás cuando haces zapping:

—Cualquiera de Jackie Chan, las puedo ver 20 veces. Kill Bill, que la descubrí gracias a mi hija.

—Un libro:

Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar. Y también La invención de la soledad, de Paul Auster.

Un político:

—Jorge Taiana, por su coherencia, su lealtad. Porque me enseñó a entender el peronismo. Por su compromiso y solvencia intelectual.

—Un acompañamiento para el asado:

—Gente divertida, que se pueda reír de uno mismo.

—Emoji más usado:

—El del monito que se tapa la cara. O los oídos, si escucho algo terrible en los medios.

—Puteada favorita:

—La re con.. de la lora. No sé de dónde vendrá, pero me sale natural.

—¿Qué le dirías a Macri si lo cruzás por la calle?

—Lo conozco bastante porque hacía cosas con Marcelo, en su época de empresario. Siempre fue una relación muy cordial, no tengo nada desde lo personal. Pero vos le decís algo a alguien cuando creés que puede modificar algo, así que no sabría qué decirle. Me tiene tan anonadado que probablemente sólo lo saludaría.

Claudio Villarruel: "Es un error pensar que Tinelli puede ser candidato"