Si comparativamente las presidencias de la era K fueron en términos generales mucho más beneficiosas para los argentinos que la actual de Cambiemos, ¿cómo es posible que Mauricio Macri pueda vencer a Cristina Fernández de Kirchner? La ruptura con la clase media, los errores de comunicación, la persecución judicial y el poder de los medios heegmónicos tal vez puedan explicar esta situación.

En este marco, ¿puede el kirchnerismo "volver a enamorar" a esos argentinos que respaldaron masivamente al modelo en 2011, pero que a partir de 2013 le dieron la espalda?

"Me arrepiento de no haber sido lo suficientemente inteligente o amplia para poder persuadir o convencer de que lo que estábamos haciendo, con errores o aciertos, había mejorado la vida de millones de argentinos y la posición de la República Argentina", expresó la actual senadora nacional en la sesión que trataba los allanamientos a sus propiedades.

En esa línea llegó la tan esperada autocrítica reclamada desde diversos sectores, incluso de espacios aliados. Esta frase expone dos hechos tan ciertos como ineludibles e irrefutables: el kirchnerismo mejoró considerablemente la vida de los argentinos y, a su vez, no pudo convencer a gran parte de la sociedad que esto era así. Complejo.

¿Puede el kirchnerismo volver a enamorar a esos argentinos que a partir de 2013 le dieron la espalda?

A la aplastante victoria del FpV en 2011 le siguieron el revés en las legislativas de 2013, en la provincia de Buenos Aires frente a Sergio Massa, y la derrota de Daniel Scioli a manos de Mauricio Macri, en 2015.

Ya en el año 2017, con el nuevo frente Unidad Ciudadana, Cristina –asediada judicialmente– perdió por pocos puntos contra el mudo Esteban Bullrich. ¿Qué pasó para que suceda tal declinación? Pasaron cosas.

Los medios de comunicación, con el Grupo Clarín a la cabeza, iniciaron una campaña de desgaste permanente. De hecho, el difunto editorialista Julio Blanck aseguró haber realizado un "periodismo de guerra" contra el kirchnerismo.

Otra situación que no ayudó fue la crisis de divisas que obligó a la anterior gestión a realizar un férreo control sobre la venta de dólares. Por otra parte, el trágico accidente en Once tampoco colaboró para mostrar la incipiente recuperación del sistema ferroviario.

Y, por último, la piedra en el zapato del desarrollo con inclusión hizo mella: la explosiva combinación del pago del impuesto a las ganancias más la temida inflación se transformaron en un problema mayor para un sector acostumbrado económicamente al beneficio del modelo.

Estas fueron algunas de las vicisitudes que alejaron al kirchnerismo de la pujante y poco memoriosa clase media argentina.

¿Y si cambia Cristina?

Así, CFK se volcó sobre su nueva base. La "fuerza de un país" resultó ser solo la propia. El discurso apuntó cada vez más hacia los convencidos y fue perdiendo el apoyo de otros sectores que lo sostuvieron en su gobierno.

Las largas cadenas nacionales sirvieron como un vínculo comunicacional solo con aquellos interesados en escucharla, mientras los demás sectores de la sociedad no aceptaban la costumbre de verla durante más de una hora. Encima, lo que se interpretaba de dichos discursos era una imposición vertical de los conceptos de comunicación que eran criticados en los medios y las redes sociales.

Y ahí es donde el macrismo vio una lucecita. Apoyado en la construcción mediática que demonizó todo lo asociado a la letra K, Macri logró articular un discurso mucho más amplio –a fuerza de falsas promesas, claro.

En ese marco, al núcleo duro antikirchnerista pudo sumarle a otros sectores, típicamente despolitizados, que deciden sus preferencias electorales en base a quien creen que les va a garantizar un futuro mejor. Que después lo haga o no es otra cosa, ya encontrarán a quién responsabilizar por eso.

Al núcleo duro antikirchnerista, el macrismo pudo sumarle otros sectores típicamente despolitizados, que deciden su voto en base a quien creen que les va a garantizar un futuro mejor. Aunque después no lo haga.

Cierto es que el macrismo es prolífico durante sus campañas electorales. También lo es que su eficiencia resulta mucho más fácil cuando tenés a todos los medios de comunicación a favor, un ayudín innegable. Posiblemente esta situación se repita en la elección presidencial de 2019, pero con una excepción inédita: el desgaste de una presidencia que no cumplió las expectativas, ni una.

Por ahora –y según las siempre polémicas encuestas– Macri le ganaría a CFK en un eventual ballotage si los dos son candidatos. ¿Puede Cristina o el candidato del espacio que presente el kirchnerismo revertir esta situación?

Varios factores jugarán esa partida. En primer lugar, qué tan dañada llega a la campaña electoral la imagen de Macri si es candidato. En segundo término, resta saber hasta dónde llegará la avanzada judicial contra la ex presidenta. Tercero, las alianzas o el grado de unidad que se logre en una oposición atomizada.

Por último, y quizás lo más importante, es que la fuerza política que se inició en 2003 y en 12 años mejoró la vida de los argentinos pueda construir un nuevo discurso capaz de volver a enamorar y restablecer el vínculo con gran parte de la sociedad.

Reelaborar un vínculo comunicacional con los sectores que se perdieron no es nada sencillo. No obstante, la desilusión del gobierno de Macri deja una gran base en disponibilidad que puede ser captada.

¿Y si cambia Cristina?

Desde Cambiemos, con Durán Barba a la cabeza, tienen la certeza de que el kirchnerismo actuará igual que siempre y eso facilitará la reelección de Macri, pero como dijo la ex presidente en su autocrítica, es necesario ser inteligente y amplio para poder convencer y persuadir, sobre todo si tenemos en cuenta que no se trata solo de ganar una elección presidencial, sino también de la necesidad de un gobierno fuerte que pueda agarrar el fierro caliente de la pesada herencia macrista.

¿Y si cambia Cristina? Qué quilombo se va a armar.