Como todo, el consumo en exceso es perjudicial, y cuando no se pone un límite pierde su esencia, beneficios y valores. La democracia argentina no está exenta de ello; mientras unos la practican a través del sufragio, opiniones o un simple estado en las redes sociales, otros la sobreexplotan. Pese a su corta vida, de apenas 35 años, otros la usan como un arma de ataque que, lejos de consensuar el pluralismo y la diversidad, predomina y posiciona al insulto como un desafortunado y repudiable método de expresión, donde muchos de los que la ejercen son fieles combatientes por la inclusión social.

Sin embargo, cuando el fanatismo intercede, cualquier exabrupto es válido. No existe la moral, el respeto o el punto medio. Vale todo.

No obstante, en muchos casos, aunque no en todos, la sociedad absorbe la mirada, el impulso y la indignación de una figura pública. Esa, que, frente a una cámara de televisión o delante un micrófono FM, irradia su crítica, su enojo, bronca o descontento.

Sin embargo, la televisión argentina es muy generosa. Ya en la última gestión de Cristina Fernández, C5N -el segundo canal noticias más importante del país- dio vida a uno de los que, en su momento, fue la principal figura de su pantalla: Roberto Navarro. Si bien su condición como comunicador deja mucho que desear -ya que su afecto por la ex jefa de Estado puede más- rápidamente se convirtió en su admirador -ocupó el papel de publicista, defensor y portavoz oficial dentro del canal. 

Entre el 2013 y 2015, el periodista opositor recibió más de $11 millones en pauta oficial: un costo alto, ¿no?. ¿El objetivo? Ocultar la corrupción, la inflación y la pobreza; pero todo tiene un fin. Con la victoria de Mauricio Macri en 2015, el negocio de Navarro desapareció. Al bajar la pauta, el conductor -enfurecido- hizo cambios en su espacio, lo que antes era un ciclo propagandista K -Economía política-, ahora se convirtió en un caballo de batalla contra el mandatario de Cambiemos.

“Ya estábamos en el hambre cero, pedazo de hijo de put*”, disparó Navarro en uno de los últimos programas en la pantalla de C5N, luego de que fuera desvinculado por una pelea con los jefes de la programación. Aunque no se hizo problema. Para nada. Con la ganancia que acumuló durante la década ganada, el periodista abrió una productora en la que tiene: un portal de noticias, un programa -estilo TV- por streaming y una radio. Bien Roberto.

Navarro no es el único. En el último tiempo surgió otra figura o un mediático que vive de sus exabruptos: Santiago Cuneo. Comenzó en canal 26 y después pasó a Crónica. 

Con frases agresivas, sus “editoriales” carecen de ética y moral a la hora de ejercer la profesión. Su paso por Crónica TV fue un espacio pago por él. ¿Qué canal de noticias querría una persona que cada tres palabra destila una cloaca de insultos a mansalva? Después de su alejamiento, siguió los pasos de Navarro: tiene programa por Streaming, en el que la calidad de sus invitados es del rango de Luis D’Elía.

No hay nada más que decir. La realidad habla por sí sola. Navarro y Cuneo son el reflejo de la democracia con la que se encubre la Argentina. Nunca, en 15 años, hubo tanta libertad de expresión como ahora. Encubrieron el relato, que para ustedes robar no era malo, lo disfrazaron de revolución y hasta el día de hoy lo defienden. Patéticos.

Por el otro lado, sería paradójico que en un país donde “no existe” el Estado de derecho, una mujer que, según la justicia, fue la líder de una asociación ilícita, ocupe una banca en la Cámara de Senadores. Pero ese es el razonamiento de Cristina Fernández, alguien que se retiró con 30% de pobreza, pero como no le gustó el número, dibujo un 5%. Tiene sentido.