Está en la Constitución desde 1853, pero recién se empezó a aplicar en algunos juicios hace unos años y no en todas las provincias. Sin embargo, cuando ayer 12 personas declararon "no culpable" a Daniel Oyarzún, el juicio por jurados volvió al centro de la escena.

El carnicero Oyarzún estaba acusado por salir a buscar con su auto a dos jóvenes que le habían robado dentro de su frigorífico. En esa secuencia, atropelló y mató a uno de ellos. Las opciones que tenía ese jurado eran varias: desde desvincularlo totalmente (la que finalmente eligieron) hasta considerar que se había tratado de un exceso en la legítima defensa o un homicidio simple.

La Ley 14.543 es la que establece las condiciones y los momentos en los que se da esta particular forma de juzgamiento. Es el acusado quién debe elegir si quiere juicio con jurados y sólo es válida para delitos cuya pena máxima supere los 15 años de prisión.

Los jurados son seleccionados por sorteo de una lista que elabora la Justicia Electoral: deben tener entre 21 y 75 años, no tener condenas ni procesos en trámite ni tampoco ser miembro de alguna fuerza de seguridad o del poder judicial.

12 serán los encargados de presenciar todo el debate, escuchar a los testigos y ver la prueba (además, hay 6 que están como suplentes). Después de eso, el juez que dirige el proceso deber explicarles los alcances de su decisión, la presunción de inocencia y que su decisión debe dejar afuera toda duda razonable.

Los jurados son los que establecen si el delito ocurrió y si la persona es culpable. Para que sea declarada de esa manera, deben coincidir 10 de los 12 jurados. En casos como los femicidios, cuya pena es de prisión perpetua, la decisión debe ser tomada por unanimidad.

Juicio por jurados: el polémico sistema que avaló la justicia por mano propia del carnicero

Ahora, ¿qué pasa cuando se juzga la llamada "justicia por mano propia"? Las estadísticas hablan de que, bajo la modalidad de juicio por jurados, hubo condenas en aproximadamente el 65% de los casos.

En La Matanza, un hombre discutía violentamente con su pareja. Los vecinos comenzaron a golpearlo y uno de ellos le ocasionó la muerte. Ese hombre fue condenado en agosto por un jurado. Y no es el único caso.

El juicio por jurados es, de alguna manera, la forma de acercar al pueblo a uno de los poderes más oscuros del Estado. No hay que pensar o considerar que la decisión que toman esas doce personas sea liviana o por mero sentido común (como si los jueces de los tribunales no utilizaran ese supuesto sentido común en algunas de sus resoluciones).

El juicio por jurados es, de alguna manera, la forma de acercar al pueblo a uno de los poderes más oscuros del Estado.

Por supuesto que las críticas a un jurado son válidas. Desde el punto de vista jurídico, son muchos los expertos penalistas que consideraron que el caso Oyarzún ni siquiera entraba en los supuestos de la legítima defensa.

El que salió a buscar a los ladrones fue el carnicero. Ya había pasado el peligro. No obstante, el jurado pudo evaluar que no hubo intención de causar muerte o que no se representó jamás ese resultado. No lo sabemos.

Quizás el debate sea no por dejar a las personas fuera de esta modalidad de juicio, sino de reformarla. Poner alguna instancia de queja para los familiares de una posible víctima. Habilitar un grado mayor de información o capacitación.

Juicio por jurados: el polémico sistema que avaló la justicia por mano propia del carnicero

La opción del jurado es democratizadora, pero siempre hay que recordar que la justicia no es una sola. La concepción de justicia puede no ser la misma para todos y todas. Hay miles de fallos con los que hay desacuerdos y son criticables y hasta a veces repudiables.

El mensaje del jurado de ayer no debería ser receptado como una recomendación hacia la "justicia por mano propia" ni celebrado por las autoridades nacionales. Tendría que ser una señal de alarma de parte de la ciudadanía ante hechos de inseguridad que generan víctimas.

Brian González está muerto y nada lo devolverá a su familia. Oyarzún tendrá que lidiar toda su vida con el hecho de haber matado a alguien.