Si bien no están definidas todas las directrices que tomará Mauricio Macri en los próximos días con el objetivo de surfear la crisis, hay algunos puntos que están asegurados: el jefe de Gabinete, Marcos Peña, se despertará el lunes con menos poder que el que ostentó desde la llegada de Cambiemos a la Casa Rosada. Si tal como dice el Presidente, lo que dice, piensa y hace Marcos es idéntico al camino que él mismo diagrama, la consecuencia lógica de la derrota del ministro coordinador es clara: Macri también ve reducidas sus propias facultades.

Macri se encuentra en el camino estrecho y sinuoso de dejar contentos a los dirigentes de ambos lados de la grieta interna que se configuró hace tiempo en Cambiemos

La crisis golpeó tanto al seno del Gobierno que incluso Peña se vio en jaque. De todos modos, y fiel al ministro todopoderoso que creó, Macri ya se expresó sobre el futuro del jefe de Gabinete, que se irá de su cargo el mismo día que el Presidente deje el suyo, ni uno antes, ni uno después. De esta manera, el líder de Cambiemos se encuentra en el camino estrecho y sinuoso de dejar contentos a los dirigentes de ambos lados de la grieta interna que se configuró hace tiempo en Cambiemos pero se ensancha y profundiza cuando la economía sangra.

Aunque el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, aseguró el viernes que los ministros "son todos fusibles del Presidente”, Peña se siente un lugar más arriba, ocupando la otra cabecera de la mesa chica de Macri. El plan Renacer que encarna el Presidente -para algunos tres años tarde- demuestra la importancia de Marcos para el mandamás de Cambiemos, que piensa sacrificar al tándem de los vicejefes de Gabinete Mario Quintana y Gustavo Lopetegui como consecuencia del pedido del Círculo Rojo de cortar la cabeza de Peña.

Peña sufrirá una quita de poder que, aunque es un intento del Presidente de protegerlo, no le agrada.

Aunque no le tocará caminar hacia el cadalso y mantendrá un enorme poder en los meses turbulentos que se avecinan, Peña sufrirá una quita de poder que, aunque es un intento del Presidente de protegerlo, no le agrada. Pero los mercados hablan y Macri se ve obligado a escucharlos: cuando Peña comunicó ante los micrófonos que no había "fracaso económico”, casi a modo de burla, el dólar subió ocho pesos y acentuó la crisis de confianza.

Ahora, para aguantar hasta 2019 y no sufrir los efectos de una crisis social, el Gobierno encarará un plan que incluye más diálogo con la oposición, más protagonismo de la mesa política de Macri (encabezada por Frigerio y Emilio Monzó) y menos incidencia de los innovadores que creen que no es necesario pactar con nadie para gobernar.

El núcleo de acero del PRO se disuelve hasta nuevo aviso. Es probable que, si la economía encuentra cauce de cara a 2019, el plan que se encarna bajo la figura de Macri y Peña vuelva a relanzarse. En el mientras tanto, el Presidente sacrifica fusibles para sostener a su estratega, que demostró no ser ignífugo a la crisis y vivió una semana que casi eyecta del poder. Para el futuro, a Macri le queda pendiente la tarea de recuperar no sólo su confianza, sino también la de su ministro más cercano.