“Si el árbol es bueno, su fruto es bueno; si el árbol es malo, su fruto es malo, porque por el fruto se conoce el árbol”

Mateo, 12:33

Hace unos años, luego de que el expresidente Barack Obama se felicitara a través de los medios por haber abatido a Bin Laden, la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú condenó su asesinato. No su “muerte” sino su “asesinato”. Hizo un paralelismo entre el horror del atentado a las Torres Gemelas y el horror de la tortura que le permitió a los servicios de inteligencia norteamericanos llegar hasta el supuesto cerebro de la operación. Calificó como lamentables las declaraciones de Leon Panetta, el entonces director de la CIA, en defensa del submarino, un sistema muy usado en los centros de tortura de la última dictadura.

Sin duda hay una gran cercanía con nuestra propia historia reciente. Las tareas de inteligencia para la captura de Bin Laden fueron desarrolladas a través de la tortura a “subversivos” secuestrados en Guantánamo, un centro apenas más amplio que la ESMA e igual de ilegal. El comando que buscó a Bin Laden violó el espacio aéreo de un país independiente, allanó ilegalmente una vivienda, mató a sus habitantes, abatió al sospechoso y arrojó su cuerpo al mar. 

Sin embargo, gran parte de los medios del mundo e incluso muchos colegas locales de Ruiz Guiñazú se centraron en los estragos pasados supuestamente causados por la víctima y su peligrosidad presente antes que en la ilegalidad de toda la operación que podría haber sido imaginada por el ex general Díaz Bessone (“¿Cómo puede sacar información a un detenido si usted no tortura?” “La única manera de acabar con una red terrorista es la inteligencia y los interrogatorios duros para sacarles información”). 

El mal absoluto que representaba Bin Laden fue reemplazado por otro peores y el mundo es probablemente más inseguro que antes que funcionarios públicos y contratistas privados de EEUU se dedicaran a torturar sospechosos extranjeros en Guantánamo, pero eso no frenó el apoyo que sigue manteniendo el centro clandestino. Ocurre que Guantánamo funciona como un circuito cerrado, que entrega información obtenida bajo coerción que generará a su vez más coerción y aún más información. No importa la ilegalidad del procedimiento ni cuan confiable pueda ser una denuncia obtenida a través de la tortura, lo relevante es mostrar que se hace algo contra el terrorismo, además de justificar las certezas políticas del gobierno de turno. 

La semana pasada, el diario La Nación publicó un facsímil de los cuadernos del ex chofer de Roberto Baratta, número dos del ministerio de Planificación Federal durante los gobiernos kirchneristas. Según las pormenorizadas anotaciones acumuladas durante años, el funcionario recibió coimas de varias grandes empresas de obra pública. 

Diego Cabot, el periodista que publicó la noticia, explicó que se reunió con el fiscal Stornelli, quien le aconsejó que presentara la denuncia en su propia fiscalía. Luego, el juez Bonadio se quedó con la causa ya que, según el mismo periodista, tenía un “germen” de la misma, una noción asombrosa aún para nuestra #JusticiaFabioZerpa de máxima creatividad. Luego de esa explícita maniobra de Forum Shopping, como explicó la abogada Graciana Peñafort en referencia al sistema ilegal que permite a los jueces “quedarse” con las investigaciones eludiendo el sorteo, el juez dictó la prisión preventiva para ex funcionarios y empresarios y pidió el desafuero de la senadora CFK. Luego sabríamos que la prueba material, los cuadernos, fue quemada por el propio denunciante.

Al unísono, siguiendo el conocido sistema del Nado Sincronizado Independiente (NSI) a través del cual un montón de personas independientes entre sí se mueven de forma coordinada, nuestros medios serios le exigieron a los senadores que votaran ese desafuero si no querían ser cómplicen del “robo”. Angelo Calcaterra, primo del presidente y ex titular de IECSA, empresa constructora de la familia Macri que compró hace unos años, declaró que efectivamente se vio forzado a pagar coimas a los funcionarios kirchneristas. 

Para nuestros medios serios, las denuncias ya son una realidad y los acusados ya son culpables mientras que la investigación ha sido reemplazada por la prisión preventiva de los sospechosos. En realidad, nada impide al juez llevar adelante la causa con los sospechosos en libertad, indagarlos y procesarlos, incluyendo a CFK. De lo único que la protegen sus fueros de senadora es de la cárcel. Pero para eso antes debería existir una sentencia firme.

En derecho penal, la doctrina del fruto del árbol envenenado estipula que si la fuente de una prueba está corrompida entonces cualquier cosa que se obtenga de ella lo estará. Significa que las pruebas obtenidas ilegalmente no deben ser admitidas por un tribunal. En este caso, más que un árbol estamos ante un bosque envenenado.

En el marco de las operaciones cada vez más explícitas de nuestra Santa Trinidad conformada por los medios, los servicios y la Justicia federal, la prisión preventiva se ha transformado en el submarino de Panetta. Un sistema de coerción circular que permite omitir la investigación y salir a la pesca de la propia razón del encarcelamiento. La corrupción establecida como mal absoluto reemplaza en este caso al del terrorismo y logra similares resultados: avalar sistemas ilegítimos a partir de objetivos virtuosos y, sobre todo, urgentes. 

En eso consiste la trampa a eludir, en sostener que el respeto a nociones elementales como el debido proceso o la inocencia presunta favorece a los terroristas, a los corruptos o al mal absoluto que toque en suerte, cuando en realidad nos protege a todos de frutas envenenadas, submarinos y vuelos de la muerte.