Una de nuestras letanías reaccionarias más persistentes consiste en poner como ejemplo “lo que hacen los países serios”. Esa obstinación de colonizado presenta al menos dos falacias: la primera es creer que “los países serios”- en el improbable caso en el que lográramos ponernos de acuerdo en qué paises lo son- actúan de forma homogénea y reaccionan de forma similar frente a los mismos desafíos. En Finlandia, por ejemplo, no existen escuelas privadas. Una limitación estatal que sería impensable en Alemania o EEUU, sin que por eso dejemos de considerarlos serios. De la misma forma, un francés considera normal que el Estado se haga cargo de sus gastos médicos mientras que ni en sus sueños más húmedos un norteamericano esperaría algo así.

La segunda falacia, aún más grave, consiste en pensar que la respuesta exitosa implementada por otro país, con una realidad diferente y distintos problemas, podría ser trasladada a la Argentina y conseguir automáticamente el mismo éxito. Los famosos países serios implementan las políticas que consideran mejores, no las que implementaron otros países serios.

En realidad, más allá de estas falacias, cuando nuestros reaccionarios hablan de “lo que hacen los países serios” no suelen analizar lo que realmente ocurre allí sino que buscan cristalizar sus propias certezas. Nuestros economistas serios, por ejemplo, denunciarían un avance chavista si por algún extraño milagro implementáramos acá la presión fiscal o las estrictas leyes laborales de un país serio como Francia, que sin embargo elogian. De la misma forma si nuestra Comisión Nacional de Valores (CNV) imitara las severas regulaciones y los durísimos métodos de control de su par norteamericana, la Securities and Exchange Commission (SEC), esos mismos economistas serios la acusarían de usar métodos norcoreanos y de desalentar la libre empresa. 

Esas certezas reaccionarias se articulan con otras letanías que nos vienen de países en las que nunca serían implementadas. Sin ir más lejos, cuando era ministra de Economía de Francia, Christine Lagarde jamás hubiera aceptado los condicionamientos que hoy le exige a la Argentina como directora del FMI. 

De la misma forma, desde hace más de 20 años, el Pentágono y el Comando Sur de los EEUU intentan implementar en América Latina las bondades de la “doctrina de las nuevas amenazas”. Dicha hoja de ruta toma como excusa una serie de calamidades vaporosas como “el narcotráfico y otras formas de tráficos ilícitos, pandillas y terrorismo” como justificación para que las FFAA actúen en seguridad interior, algo que no sólo les prohíbe la ley en Argentina sino también en EEUU. 

Por supuesto, el Pentágono no pide modificar la ley en su país para que sus FFAA actúen en seguridad interior dentro del territorio de los EEUU, pese a que “el narcotráfico y otras formas de tráficos ilícitos, pandillas y terrorismo” son amenazas mucho más tangibles en aquel país que en el nuestro. Durante un muy recomendable debate ocurrido en el 2004 en el programa de Andrés Oppenheimer, Horacio Verbitsky les señaló esta contradicción al general James Hill, Jefe del Comando Sur y a Roger Pardo, Viceministro del Pentágono para América Latina (“Nosotros queremos hacer como ustedes, que el ejército se ocupe de las amenazas externas y que la policía se ocupe de la criminalidad”), generando la comprensible furia del funcionario norteamericano.

Esa reticencia norteamericana a consumir el producto que vende no parece atenuar la pasión con la que sus socios locales incitan a comprarlo, pasando por alto el precio que pagamos en el pasado al aceptar que nuestras FFAA dejaran de ocuparse de sus funciones específicas.

Al igual que en “los países serios”, nuestra Ley de Seguridad Interior limita la participación de las FFAA en cuestiones de seguridad interna; sólo las habilita en casos excepcionales y luego de la declaración del estado de sitio. Dicha ley, votada con amplias mayorías en 1991, es una de esas políticas de estado que solemos exigir para, justamente, imitar a los países serios. 

En una conferencia que dio desde Campo de Mayo acompañado por el ministro de Defensa y el jefe del Estado Mayor, el presidente Mauricio Macri acaba de anunciar una reforma de las FFAA. Explicó que “es importante que puedan colaborar en la seguridad interior”, aunque no aclaró como lograría ese cambio de paradigma que tira por la borda un acuerdo que el conjunto del sistema político estableció desde el fin de la última dictadura.

Al parecer, nuestro pensamiento colonizado reemplazó la pantomima de pretender imitar a los países serios para concentrarse en hacer lo que nos piden.  Otra honesta declaración de principios.